A 31 años del día que se llevaron a Pablo

Pablo Musso fue miembro de la JUP y presidente del Centro de Estudiantes de la Universidad de Lomas de Zamora. Un grupo de tareas lo secuestró el 25 de octubre de 1976. AUNO se entrevistó con su familia y trazó la semblanza de uno de los militantes más emblemáticos de la facultad.

“Cuidá a los viejos”, le dijo Pablo Musso a su hermano Fernando la noche del 25 de octubre de 1976 cuando un grupo de tareas se lo llevó de su casa sin más explicaciones que un seco “¿Vos sos Pablo? Vestite y vamos”. Él, de 25 años, obedeció. Besó a su hermano en la mejilla y salió con sus captores.

Pablo nació en 1951 y vivió siempre en su casa de Villa La Perla, en la localidad de Temperley, Lomas de Zamora. Es el primer hijo del matrimonio de Fernando y Norma Musso, desde pequeño supo lo que era una familia numerosa. Cuando cumplió cuatro años ya tenía tres hermanos; a Fernando, un año menor que él, le siguió Miguel en 1953 y Eduardo, el menor de todos, dos años más tarde.

La infancia y adolescencia de los hermanos Musso transcurrió en la Acción Católica, ámbito en el que forjaron un fuerte lazo con el cura del barrio y miembro del movimiento tercermundista, Juan Walter: “Él fue quien nos hizo ver que había otra forma de practicar el catolicismo, que tenía que ver con el contacto personal con la comunidad y con la realidad que nos rodeaba”, remarcó Fernando.

Así fue que la solidaridad, la familia y el trabajo colectivo se convirtieron en valores importantes en la vida de Pablo e ideales en los que se apoyó durante su crecimiento. Gran parte de su amistad con los chicos de su barrio se basaba en que Pablo y ellos coincidían en sus creencias y trabajaban mucho para ayudar a los vecinos que más lo necesitaban. Todos participaban en la sociedad de fomento Villa La Perla, y muchos, como él, hoy están desaparecidos.

Luego de terminar el colegio secundario en el Industrial de Temperley, ingresó a una fábrica de sembradoras en Lomas de Zamora. Allí lo sedujo Montoneros y fue donde vio el camino donde encauzar sus ideas. Se unió a la organización “por convicción” pero mantuvo su militancia alejada de su familia porque “quería protegernos”, según relató Fernando, que destacó la capacidad “innata” de su hermano para transmitir sus ideas y convencer “hasta a las piedras” con su oratoria; dueño de un habla pausada pero enérgica, con sus discursos lograba mantener la atención de un auditorio durante largas horas.

Así eran las charlas como presidente del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora (UNLZ). Pablo fue parte de la primera promoción y también uno de los que, prácticamente, inauguraron la Facultad de Sociales. En 1972, el mismo año en que debido a la Ley 19.888 se creó la UNLZ, ingresó a la órbita universitaria por el camino de lo social: comenzó a cursar la licenciatura en Comunicación Social.

Desde su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), participó en la lucha para que la UNLZ se convierta en una institución educativa “independiente, pública y libre”. Claro que esa lucha estuvo inmersa en una más grande, una que se daba en casi todos los ámbitos de la sociedad: la vuelta de Juan Domingo Perón al país.

Por aquellos primeros años de la década del 70 en los que se entremezclaban resabios del gobierno militar de Onganía y amplias expectativas puestas en el nuevo gobierno con la figura de Perón en la cima, las universidades eran ámbitos en donde el debate político y democrático no cesaba y se daba en todas sus órbitas.

La universidad de Lomas no era la excepción. Daba lo mismo si era en una peña, una asamblea, una mateada entre amigos o una guitarreada con vino de por medio. Pablo siempre las organizaba y era protagonista, siempre se encontraba un motivo para intercambiar opiniones sobre la vida política de Argentina y su destino como país.

Su presencia en la facultad hizo que en su camino se cruzara con otros tantos jóvenes que compartían su lucha y su convicción. Entre ellos estuvieron Hugo Hanssen, miembro del Centro de Estudiantes de la facultad y dirigente de la JUP lomense, que fue asesinado por la Triple A el 30 de marzo de 1974, durante la toma del Rectorado en repudio al reemplazo del rector Pedro Bustos, y de la que Pablo participó activamente.

También fue amigo de Ramón “Moncho” Pérez, con quien compartió la militancia en la JUP y estudiante de la carrera de Derecho de la misma institución, tal vez uno de los mayores referentes de la lucha por transformar el país desde un ámbito universitario.

El paso de Pablo por el Centro de Estudiantes estuvo lleno de compromiso, con movilizaciones, asambleas entre alumnos y docentes de las tres facultades (Sociales, Economía y Derecho), peñas y reuniones en casas particulares en las que los ideales por un país más justo se deslizaban entre charlas y canciones.

Quizás su participación en la organización política de la UNLZ en sus inicios haya sido el motivo de su secuestro. Sin embargo, su hermano también adjudicó los motivos al cargo de delegado gremial con el que cumplió Pablo durante el tiempo que trabajó en FIFA, una fábrica subsidiaria de AGFA ubicada en el centro de Florencio Varela, en la que se desempeñaba como encargado del sector de revelado.

Como delegado, Pablo peleó por los derechos de sus compañeros: organizó marchas en reclamo de aumentos salariales, reducción de la jornada laboral y vacaciones. Allí, recordó Fernando, “las palabras de Pablo desplegaban su magia: era increíble ver cómo sus compañeros de trabajo lo escuchaban con la boca abierta. En media hora los convencía a todos”. Una de sus primeras conquistas fue la de Roxana Victoria D’Onofrio, con quien compartió jornadas de trabajo y su actividad en el gremio. Ella corrió la misma suerte que Pablo y también esta desaparecida.

Fernando recuerda que con las únicas personas que Pablo tenía una mala relación en su lugar de trabajo era con los gendarmes de seguridad. “Él era una persona de blanco o de negro, que no aceptaba ninguna clase de matices. Eso y su carácter frontal le han valido muchas peleas, entre ellas con los de seguridad de la FIFA”. En su opinión, éstos fueron los que “vendieron” a Pablo.

Su actividad, tanto en la fábrica como en la facultad era cotidiana y personal. Estaba comprometido en el día a día, como lo estuvo toda su vida gracias a la influencia de su papá, Fernando Musso, un católico practicante que le inculcó a los cuatro hermanos la importancia de ser solidario y de “ayudar a los que menos tienen y están en peores condiciones”.

AMB-AFD
AUNO-26-10-07
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