Jorge Omar Castillo administra Punta Mogote, una de las ferias más grandes del complejo La Salada, ubicado en la ribera del Riachuelo, en Lomas de Zamora. Para él, “el fenómeno” de este lugar va más allá de las “acusaciones por venta de marcas truchas” que, por cierto, las justifica. En dialogo con AUNO afirmó que La Salada es “la verdadera revolución productiva”, enfatizó sobre el trabajo social que se hace en el lugar y adelantó que este mes abrirá una escuela primaria en el lugar con el propósito “de darle contención a los chicos inmersos en las drogas”.
—Como administrador de la feria Punta Mogote, ¿qué responsabilidad tiene frente a la venta de mercadería de marcas “truchas”?
—No tengo responsabilidad. No tengo poder de policía. Si saco los puestos que venden ropa “trucha” (los puesteros) me coaccionan con que no los dejo trabajar. Ya me lo hicieron. Soy administrador del predio y esta es una propiedad horizontal. Hagamos de cuenta que es un edificio, yo sería el conserje, el hombre que administra las expensas que en este caso es el reintegro de gastos. Administro los gastos que hay y luego los divido por la cantidad de dueños de los puestos. Ese es mi trabajo, yo no tengo poder de policía para sacarlos.
—Entonces, ¿quién es responsable?
—El dueño del puesto que vende ropa “trucha”. Por ejemplo, si yo tengo un departamento y lo alquilo, y mi inquilino pone un negocio ilegal, yo no soy socio, sólo alquilo el lugar. El delito lo hace el inquilino. No tengo una responsabilidad sobre lo que vende el puestero. Además, en el día pasan por el mismo puesto unos cinco negocios diferentes; cuando uno vende toda su mercadería se va y viene otro con otra distinta. Esto es muy difícil de controlar.
—¿Y quien tiene la responsabilidad dentro de la feria de controlar que eso no suceda?
—Nadie, el puesto es una propiedad privada. No hay una autoridad que diga cómo tiene que ser. Acá, dos más dos no es cuatro.
—Pero usted, conociendo la situación de venta de mercaderías “truchas”, ¿no hace nada al respecto?
—Hay denuncias penales de la administración. Pero la que tiene que sacar a los puesteros es la autoridad; yo no soy quien. Igual, los operativos los hacen por denuncias hechas por mí, pero hasta ahí llego. De ahí en adelante esa denuncia va al juzgado que decide qué se hace, pero después del operativo (policial y judicial) les devuelven la mercadería a los vendedores porque es muy vil la falsificación, no hay engaño. Y como la gente sabe que está comprando algo que no es original, no es estafa.
—La Unión Europea se refirió a la feria de La Salada como “un símbolo del comercio de mercadería falsificada en el mundo”. ¿Usted cómo entiende que a pesar de haber tomado repercusión mundial en ese sentido, la feria funcione sin problemas?
—Porque la Unión Europea miente, porque no es así. En principio, todo dentro de la feria no es marca “trucha”. El año pasado pagamos 2,8 millones de pesos en impuestos. Y este año vamos a pagar arriba de 3 millones. Entonces, Punta Mogote no es “trucha”. En cuanto a lo que dice la Comunidad Europea, tendrían que hablar las primeras marcas del mundo. Algunas venden, por ejemplo, carteras en (la calle) Alvear a 15 mil pesos y no son las originales de Francia. Éso es estafa. Acá te venden el mismo producto a 20 pesos, pero no perjudican a nadie. Las primeras marcas son socios de la Comunidad Europea, nosotros no. Somos un montón de morochitos que hemos logrado un negocio donde rompemos los mercados. Del productor al consumidor no hay intermediarios. Hay un libro que se llama “No Logo”, que habla de la explotación juvenil que hacen las primeras marcas del mundo en los países de Asia y centro América, donde trabajan niños de 8 o 9 años 18 horas por día por un dólar, y de eso no habla la Comunidad Europea.
—¿Usted no cree que la mercadería extremadamente barata en La Salada se deba a la posibilidad de que existan talleres clandestinos ilegales en ciertos casos?
—No. Son Pymes. Lo que pasa es que muchas veces el boliviano, el peruano, el paraguayo, el uruguayo, el que viene a trabajar a la Argentina, viene a trabajar, no a boludear. El argentino es un vago. El sindicalista, el medico, el empleado, cualquiera, no quiere trabajar. En cambio, el boliviano viene con su mujer y duermen sobre la máquina de costura, y no es que uno le esta apuntando con un arma diciendo que lo haga.
—¿Pero eso no se transforma en una situación de esclavitud aprovechando las necesidades de esas personas?
—¿Por qué? Si el hombre quiere tener su taller, quiere comprar sus propias máquinas, compararse su casa, ¿de qué forma la va a lograr?, ¿yendo a robar como hacen los argentinos? No. Algunos trabajan 15 o 18 horas por día para ganar más, después cuando termina la temporada se van con sus dólares para Bolivia y se compran su casa y se ponen sus talleres. Eso no es ser esclavo, eso es generar trabajo, matarse en producción por un porcentaje para tener algo. Ellos no saben de créditos o de préstamos, no saben nada de eso, es plata en mano y listo. Eso es ser esclavo del trabajo, de una de la ambición, no del patrón. Hay un montón de cosas en Argentina que están mal, entonces no vengamos a buscar las cosas malas acá en La Salada. Con las marcas truchas también. Nosotros no le decimos a nadie que venga a comprar ropa falsificada, porque en Punta Mogote sólo el 20 por ciento de los más de tres mil puestos son lo que venden ropa trucha, los otros venden su propia marca. Además, yo siempre aconsejo no hacer marca trucha.
—Aconseja que no, pero existen y se venden.
—Yo también aconsejo que los políticos no roben el país como lo roban lo hacen. También aconsejo que no se roben los hospitales como se los roba, y los roban. Y también recomiendo que haya educación y no existe. Faltan un montón de cosas. Entonces, si hablamos de “trucho”, vamos a la Cámara de Senadores o a la de Diputados o incluso aquí a la Municipalidad… ¿Y vienen a buscar todo lo “trucho” a La Salada? No es justo. La Salada es la verdadera revolución productiva. Para que vengan los brasileros a comprarnos ropa con el poder comercial que ellos tienen, estamos demostrando que el camino es éste. Aceptemos que tenemos una sociedad que esta enferma por culpa de los políticos que se llenan los bolsillos y no hacen lo que tienen que hacer.
—¿Cómo es su relación con la actual gestión municipal?
—La única feria habilitada es Punta Mogote, la que yo administro, pago mis impuestos y tributo mucha plata. Mi relación no es ni buena ni mala, tengo todo habilitado y acá no pueden venir a hacer nada. Además, Budge estaba en el mapa rojo del Conurbano, mataban a dos o tres personas por día y ahora eso no sucede más. La mayoría de los carreros que trabajan en la feria son todos drogadictos y borrachos. Pero gracias nosotros que les dimos trabajo y no a las autoridades ya no roban. Pero igual no tenemos la contención suficiente para esta gente.
—¿Usted no pensó una forma para poder contener a estos jóvenes?
—Yo me encargo de los bacheos de las calles, refacciono las escuelas, pinto las iglesias, hacemos lo que podemos. Además, pago más de 2 millones de pesos en impuestos por año y, ¿que hace el Estado con esa plata? Nada. Por otro lado, vamos a abrir una escuela primaria en el primer piso de la feria, donde además funciona un comedor. La idea es contener a los jóvenes drogadictos y ofrecerles otra opción. En la escuela también van a haber talleres de arte y oficios. El lugar va a estar abierto para todos los chicos pero a los más de 200 carreros que trabajan en la feria vamos a exigirles que cursen y obtengan el título para seguir en sus puestos trabajo, como una forma de obligarlos a estudiar. El Consejo Escolar ya se comprometió con nosotros para poner los maestros que sean necesarios.
DER-AFD
AUNO-06-03-09
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