“Alrededor de las 12.40 del 16 de junio de 1955, una escuadrilla de la Aviación Naval, comandada por el capitán de fragata Néstor Noriega, descargó sobre la Casa Rosada las primeras bombas, que destrozaron el jardín de invierno del viejo edificio”, así empieza el historiador Fermín Chávez su nota sobre aquellos sucesos, en su obra Perón y el peronismo en la Historia Contemporánea.
No fue el primer acto de terrorismo de Estado de la historia moderna, ni tampoco habrá de ser el último en la historia de la Argentina, país en el que se convive con un importante sector social inquietantemente violento.
Ese tipo de violencia sobre el ‘Otro’ se registró en la conquista española, durante la Revolución de Mayo, el golpe de Estado de Lavalle contra Dorrego, en el rosismo, luego de la caída de Rosas, el mitrismo usó el terrorismo de Estado (para esto último véase Los coroneles de Mitre, de Ricardo Mercado Luna), en el roquismo, durante la Década Infame y en las décadas siguientes hasta la última dictadura militar.
Los aviadores golpistas lanzaron nueve toneladas y media de explosivos, mataron a 350 personas y se registraron unos dos mil heridos. Setenta y nueve quedaron lisiados y los agresores huyeron hacia la República Oriental del Uruguay, donde reclamaron asilo político.
“Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad”, dice el diario Clarín, un medio insospechado de simpatías por el gobierno peronista, que estaba llegando a su fin porque unos meses después habrá de ser desplazado por un golpe de Estado.
De ese hecho se cumple el quincuagésimo cuarto aniversario. El año pasado se colocaron placas detrás de la Casa Rosada en memoria de las víctimas de aquel acto de barbarie.
Fue la segunda vez en toda la historia argentina que la ciudad de Buenos Aires era bombardeada. La primera ocurrió a principios del siglo diecinueve, durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807.
En aquella ocasión, a mediados del siglo veinte, no existía un estado de guerra, quienes atacaron por sorpresa vestían uniformes militares argentinos y las víctimas fueron civiles desarmados, también argentinos.
“El ataque a traición de los aviadores navales subversivos produce un terrible impacto emotivo en la población. Durante meses no se habla de otra cosa en los hogares de todo el país”, escribe Roberto Bardini, escritor y docente.
Chávez señala que “el impacto del 16 de junio, con sus atrocidades y desmanes, conmovió a la sociedad argentina en su conjunto”. Este mismo historiador destaca que “la UCR también fue afectada, ya que Miguel Zabala Ortiz [luego canciller de Illia] había sido uno de los protagonistas civiles del ataque para matar a Perón, y había fugado al Uruguay, en uno de los 39 aviones utilizados para ese fin por los rebeldes”.
En la noche, como reacción popular a los bombardeos, fueron saqueadas e incendiadas la Catedral Metropolitana y las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista, la capilla San Roque y templos de Olivos y Vicente López. Sin embargo, Perón rechazó que esos incendios hayan sido llevados a cabo por peronistas y Chávez sospecha que se trató de una provocación realizada por los mismos sectores golpistas.
Poco después, trascendió que el Papa Pío XII había excomulgado al general Perón por aquellos episodios, cosa que el sumo pontífice no hizo con Adolfo Hitler ni con Benito Mussolini.
Sin embargo, la situación había llegado a un punto sin retorno. Conservadores, radicales, comunistas y socialistas exigen la renuncia del presidente. El Ejército, la Marina y la Aeronáutica conspiran abiertamente y los ‘comandos civiles’, en los que militan muchos radicales, se organizan.
Los muertos el mismo día sobrepasaron largamente los trescientos, pero hubo personas que murieron uno o dos años después, por diferentes lesiones o dolencias cardíacas que sufrieron a raíz del terror sufrido por las cercanías de aviones, bombas y muertos, cuando se hallaban caminando por las calles céntricas.
“Las sombrías horas que ayer vivió la capital de la República no han de ser olvidadas fácilmente por la actual generación argentina”, se reflexiona en una editorial de Clarín.
Fuentes
Chávez, Fermín, ‘Buenos Aires bombardeada desde el aire’, en Perón y el peronismo en la Historia Contemporánea, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1988, T. II, cap. XIV.
Bardini, Roberto, Bombas sobre Plaza de Mayo, en: www.agendadereflexion.com.ar, Buenos Aires, 2009.
‘Monstruoso e inhumano’, Clarin, editorial del 17 de junio de 1956.
AUNO 16-06-09
HRC