Fue así que se cargó con una valoración positiva el término “Censura” con el argumento de que los argentinos no podían discernir con claridad en el universo de mensajes. Entonces, alguien, debía decidir por uno lo que se veía y escuchaba. Hasta los censores aparecían en los medios de comunicación con el objetivo de formar parte del paisaje cotidiano.
Bajo ese mismo principio, la palabra “Democracia” no fue borrada definitivamente, sino, según se decía, hasta que el país tuviera la madurez suficiente para gozar de sus beneficios. Mientras tanto, las urnas seguían “bien guardadas”, tal como afirmara uno de los olvidables presidentes de aquellos tiempos.
Algunos términos les traían muchos problemas a las uniformados, como “América Latina”, cuna de gran parte de los males que asolaban al país.
Allí recalaba otra palabra, “Revolución”, borrada del diccionario militar, aunque por aquellos días hacían malabares para aclarar que la Revolución Francesa fue producto de la burguesía y no del proletariado.
Les costaba analizar también la “Revolución Libertadora”, ya que no fue revolucionaria y mucho menos que haya tenido un espíritu liberador.
En las aulas, a este tema lo resolvieron con programas de estudios delimitados por las fronteras del fin del siglo XIX y la discusión filosófica se acababa en los clásicos.
Del habla fue borrada, además, la palabra “Subversión” , ya que no podía existir ningún intento de subvertir el orden político y económico que se quería imponer.
Algo parecido pasó con “Rebelión”, y en este caso el problema para los cerebros del “Proceso” (otra palabra robada) fue explicar que la obra cumbre de Ortega y Gasset, uno de los filósofos preferidos dentro de la ideología imperante, había sido “La Rebelión de las Masas”. Mal título para esos días.
Por aquellas horas de oscurantismo, “Solidaridad” debía ser patrimonio exclusivo de los credos, mientras que “Camaradería” pasó a ser un término puramente castrense.
Pero, el mayor atropello a la vida y al idioma resultó aquella terrible explicación de uno de los presidentes militares sobre qué significaba el término “Desaparecido”: “No está. Ni vivo, ni muerto, no está”. Otra de las grandes equivocaciones históricas de los represores.
(*) Daniel Casal. Subdirector de la Agencia AUNO / Jefe de Economía de la agencia Noticias Argentinas / Licenciado en Periodismo egresado de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora