“Uno busca lo que se pierde, nosotros pedimos aparición”

Reportaje a Nilda Eloy, ex detenida desaparecida y compañera de Julio López.

Nilda Eloy fue secuestrada en La Plata el 1 de octubre de 1976 por un grupo de tareas de la Policía de la provincia de Buenos Aires al mando del represor Miguel Etchecolatz, y estuvo como detenida-desaparecida hasta noviembre de 1978, cuando el Coronel Omar Riveros le explicó a la madre de ella que “en una fuerza siempre se cometen errores”.

Luego de años de silencio, en 1999 Nilda decidió “empezar a salir del centro clandestino” y declarar en los “Juicios de la Verdad”. Lo hizo junto con Jorge Julio López, ambos reconocieron a Etchecolatz como secuestrador y torturador. Esa compañía en ese momento de animarse a denunciar la clandestinidad y brutalidad de la última dictadura, hace que Nilda le diga a Julio López, simplemente, Jorge.

– ¿Qué posibilidades hay de que un hombre que estaba decidido a declarar y que lo venia haciendo desde 1999 haya sufrido un shock emocional o intentara esconderse? – Eso es algo que quisieron imponer, nosotros desde el primer día hablamos del secuestro. Por eso, el mismo día a las 14 presentamos un habeas corpus, planteando el secuestro. Nadie me puede convencer de lo contrario, porque se cómo es Jorge, lo responsable que es con la causa. Él sabía lo necesario que era su presencia ese día. Con su desaparición corría peligro la querella. Jorge no era ningún viejito “gagá” y no había antecedentes de que tuviera “lapsus” ni que se haya perdido.
– ¿Cómo hiciste para transformar en motor de lucha, el miedo de las amenazas que recibiste después de declarar? – La transformación de miedo en “motor” se da cuando a uno le permiten empezar hablar. Las amenazas fueron, en mi caso, 48 horas antes del secuestro de Jorge y había tenido una en 2001. Una vez que empezás a hablar y tenés claro por qué lo haces, ya no hay miedo. Cuando comenzó el juicio a (Christian Federico) Von Wernick, ex capellán de la Policía bonaerense, hubo toda una campaña por los medios de hablar de la cantidad de testigos atemorizados. La prueba de que no es así está en todas las audiencias que se hicieron, en donde los testigos no dejaron de declarar por miedo.
– ¿Y en el caso del juicio a Etchecolatz, que fue el primero? – Tampoco. Pero también hubo amenazas durante el juicio. Tal vez tuvimos la inconsciencia de que no pensamos que iban a tener todavía semejante capacidad operativa para llevar a cabo la desaparición.
– ¿Cree que puede volver a pasar algo como lo de Julio? – Hoy tenemos claro que siguen funcionando, sabemos muchas más cosas que cuando se inicio el juicio a Etchecolatz. Sabíamos que quedaba gente en actividad pero no teníamos, ni por asomo, idea de la cantidad. Por ejemplo, en el marco de la Policía de Buenos Aires, en la causa López se mostraron listados de 9.026 efectivos que están en actividad e ingresaron antes del 1983, y más de 3 mil han pasado por un centro de detención clandestino, porque han ingresado antes del 78. ¿Cuántos hay en la Federal, cuántos en el Ejército, cuántos en la Marina? Entonces, empezamos a tener una conciencia mucho más clara.
– ¿Y las purgas policiales que llevó adelante el ministro de Seguridad León Arslanián? – Eso no existe. A los cinco días de desaparecido Jorge, después de la primera marcha en La Plata, nos recibieron (el gobernador Felipe) Solá y Arslanián, y nos dijeron que ellos tenían identificados a 60 policías (de la época de la dictadura, aún en actividad), pero que “eran muy jovencitos, en ese momento. Una compañera y yo aclaramos a los gritos lo que eran los oficiales “jovencitos” en un centro clandestino: eran lo peor porque encima tenían que hacer merito. Lo que hizo el gobierno fue jubilar a 36 de esos 60. Pero las purgas no son otra cosa que luchas de poder dentro de la Policía, nunca han abarcado a represores.
– ¿Cómo se hace para convivir con la contradicción de que la Policía de la que sospechan investigue el caso y custodie a los testigos? – Hemos solicitado por escrito en el juzgado e incluso a la fiscalía el apartamiento de la fuerza policial. No se van a investigar a si mismos. Yo ya deje de creer en los Reyes Magos. Hace unos días hicieron un allanamiento y nos enteremos por una periodista que nos avisó. Fuimos al juzgado y nos encontramos con que el personal estaba en sus puestos y no había nadie en ese allanamiento porque la Policía no lo había notificado. Lo estaban haciendo ellos solos y era sobre una pista que involucraba a policías en actividad y retirados. Eso se llama “quemar una pista” porque todo lo que surja es nulo por las condiciones en que fue hecho.
– En un tiempo se instauro el “algo habrán hecho”. Y ahora, desde los medios, el gobierno y la sociedad se instauró… – El “puede pasar de nuevo” —se adelantó Nilda.
– Iba a decir “el nunca más”. ¿Creen que no se los acompaña a pesar de esa aceptación del “nunca más”? – La causa de Jorge creo que es la demostración más tremenda de la diferencia que hay entre los dichos y los hechos, entre el discurso oficial y lo que hace el Gobierno. El discurso habla de el “nunca más”, la aparición y la relevancia que tiene la causa en el país y el exterior. Los hechos son “seguimos teniendo una causa en la cual no hay un empleado designado exclusivamente aunque sea para leer la causa en un juzgado sobrepasado de causas. Y esto, además de la falta de medios que dice el juzgado, es una falta de determinación de política.
– ¿Cómo parte del conjunto de organizaciones que luchan por las injusticias pasadas y presentes, cree que el resto de la sociedad no acompaña, cree que eso tiene que ver con el miedo? – Esta sociedad es la sociedad que sobrevive de la dictadura, es una sociedad de sobrevivientes donde aceptar la figura de la desaparición es difícil; mucho más es salir a la calle a reclamarla. El modelo que se impuso con la dictadura y luego se profundizó apuntaba también al individualismo. El tema de Jorge está en la gente, uno para a cualquiera por la calle y sabe quién es López. Pero de ahí a movilizarse hay que superar mucho para lograrlo. Aún así hay que hacerlo sin miedos ni el manejo de los medios ni del discurso oficial que dice “Busquemos a Julio” como si fuera un perrito perdido. Nosotros no buscamos a Julio, nunca lo buscamos porqué no está perdido. Uno busca lo que se pierde, nosotros pedimos aparición que es una cosa muy distinta a buscar.
– ¿Qué conclusiones deja este año de lucha? – En un primer momento pensamos que la desaparición de Jorge atentaba contra el juicio, el miedo en los testigos o la continuidad de las causas. Hoy podemos ver que va mucho más allá, porque implantar la figura del desaparecido y fundamentalmente la posibilidad de la desaparición, es tratar de imponer nuevamente el miedo como una herramienta de control social. En dictadura se exterminó a miles de militantes de este país, no se podía exterminar a millones, pero lo que se hizo fue controlarlos por el miedo. Vivimos en un sistema político económico injusto. Para mantenerlo necesitas represión, pero no se puede reprimir toda una sociedad. Lo que sí se puede es controlar con el miedo. Por eso, cuando exigimos la aparición con vida de Julio y el castigo a los responsables estamos exigiendo mucho más: nuestro derecho a que no nos dominen de nuevo.
– Después de las marchas y el juicio, ¿qué pensás cuando recordás a Julio? – Todavía no asimile lo de Jorge. Me pregunto por qué fue él y no yo. Y fue porqué yo tenía más militancia. Estuve 22 años sin hablar, no participé en la Conadep ni en el Juicio a las Juntas. Pero una vez que me animé, empecé a salir del centro clandestino. Y cuando declara cualquier compañero, yo me meto con él en el centro de detención otra vez, aunque no lo hayamos compartido físicamente. Jorge siempre tuvo que declarar a espaldas de su familia. Sus hijos nunca lo habían escuchado hablar sobre su detención. Nunca. En cambio, yo recuerdo haber ido a declarar y ver en la sala a mi gente, tenía mil manos empujándome. Cuando llegó el juicio a Etchecolatz, Jorge tuvo que plantear la situación a su familia y se sintió liberado porque lo acompañaron, sus hijos estaban en el juicio y él estaba “chocho”. Y cuando volvió a desaparecer, la familia empezó a repetir el sistema de silencio. Los entiendo desde el dolor, es una familia que quedó destrozada y por eso pudieron operar más fácil con ellos.

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NL-AFD
AUNO-17-09-07
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