Lomas de Zamora, junio 5 (AUNO).-Los tambores suenan, los redoblantes, los pies en el asfalto. Todo tiembla. Los cuerpos, el aire, los dientes, los miedos más profundos de aquellos que no adhieren a la consigna “Ni Una Menos”. Lo hacen así de fuerte por las que ya no están, por las pobres que se desangraron en una mesa sucia durante un aborto clandestino, por las que mataron por considerarlas de su posesión, por putas, por usar una pollera corta, por las que dicen que se lo buscaron, por todas. Las pibas muertas no puede marchar, marchan por ellas.
“Acá está la concha de tu hermana y la puta que te parió exigiendo respeto”, dice un cartel que se sostiene en lo alto… así de visceral está la cosa.
Las chicas bailan, cantan (cada 10 metros hay un canto distinto), se ríen, disfrutan. ¿Será una nueva forma de lucha, luchar sonriendo?. Son las 17, y Avenida de Mayo ya está llena de mujeres, algunos pocos hombres y organizaciones de todos los colores, sobre todo de izquierda.
Las columnas comienzan a avanzar muy lentamente al ritmo de la batucada. El cielo espeso comienza a tirar las primeras gotas que acompañarán siempre, pero no vale la pena mencionar la lluvia, a nadie le importa.
A los costados, lo de siempre, cientos de puestos de choripán, de gaseosa y cerveza, remeras y símbolos de la lucha feminista. Hasta ahora, una marcha normal, como cualquier otra. Pero lo que sale del convencional es ese pañuelo verde que las identifica, que las hace una. Lo llevan en el cuello, en la muñeca, colgado en algún lugar de la ropa. Pero no lo llevan en la cabeza, por alguna razón entienden que ese lugar ya está ocupado por otras, mayores, locas de amor, que caminaron las mismas calles. Y tal vez ese sea el punto de encuentro entre dos generaciones que con el tiempo supieron ganar su personalidad y respeto, las madres y las cientos y cientos de adolescentes que marchan —podrían ser sus bisnietas—. No fue casual que más adelante las esperara Nora Cortiñas.
“Quien siembra rebeldes, cosecha revoluciones”, dice otra pancarta. Si se refiere a la nueva generación de jóvenes que marchan, está en lo cierto. Son mayoría por lejos la cantidad de adolescentes que hay en la calle, un gran porcentaje de ellas aún no votan. Pero están ahí, expectantes, impacientes, ardientes y feministas. Lo llevan en la piel, en la cara, desvergonzadas del qué dirán se escrachan la consigna en la piel. Se mueven en grupo, ruidosas, son el futuro, y como diría alguien por ahí, el futuro llegó hace rato y es éste.
La consigna que pisó más fuerte este año fue la legalización del aborto, tema que se debatirá la próxima semana en la Cámara de Diputados. Las agrupaciones destacan que Ni Una Menos es que ninguna mujer muera por ningún motivo, y actualmente en Argentina mueren casi 60 mujeres por año. Pero la cifra es relativa, se estima que son muchas más. También se estima que se practican entre 400 y 600 mil abortos por año, una cifra que alarma, que despierta. El resto de las consignas sigue las que iniciaron las movilizaciones hace cuatro años: basta de femicidios, de violencia machista, basta de vivir con miedo, basta de todo lo que les hace mal.
Un grupo de mujeres sostiene una bandera que cubre media avenida, otra va adelante con un megáfono en la mano: “Somos la raza negra que no pudieron exterminar”. Son mujeres negras, con rulos pequeños, pañuelos en la cabeza, dientes blancos como marfil, de sonrisa bocona. Bailan y cantan, son la pequeña porción de mujeres que no se destiñeron en la mezcla de colores que arremetió a la Argentina desde hace más de dos siglos. Son orgullosas y se nota.
– Varón, ¿tiene fuego? – Sí, tome. – ¿Usted está de acuerdo con todo esto?. – Claro que sí —contestó un muchacho de 20 años— – Yo entiendo que el cuerpo es de ellas, pero la decisión de garchar también. El Estado debería garantizarles aunque sea la mitad de la mantención, en eso estoy de acuerdo. – Usted no entiende por qué vinieron a marchar —el joven se dio media vuelta y dejó de hablar—.
Aunque parezca increíble estos personajes se encuentran en el medio de una fuerza imparable, de un mar de derechos, pero justo acá, esta noche, son menos una gota.
Además de las consignas tradicionales contra la violencia machista, este año se refuerza el reclamo por el #AbortoLegalYa pic.twitter.com/cnC5HNbjz2
— Agencia AUNO (@AgenciaAUNO) 4 de junio de 2018
En la marea verde hay trans, travestis, lesbianas, todxs bajo la bandera de la diversidad sexual. Otras miles que son víctimas de un sistema machista que las deja a la vera del camino en todo lo que se haga, pero se hacen presente, están, existen. Y celebran que después de tantos años pudieron encontrar un nuevo universo, un nuevo paradigma que las tiene en cuenta. Se imaginan un futuro que no les dé como única salida la explotación de su cuerpo, de su vida, a conformarse con las sobras, a vivir sin vergüenza. El machirulo las usa como burla, ellas exigen respeto y oportunidades, todo lo que cualquier ser humano merece.
Las postales que más conmueven son aquellas que recuerdan a las que ya no están, como las pancartas de Anahí Benítez, que cargan sus compañeros del ENAM. Asesinada y dejada en una reserva, tapada de tierra y odio.
Todos van llegando a la plaza de Congreso, el piso está embarrado y patinoso. Alguien dice “esto es woodstock”, y se parece bastante. Se acercan hasta donde pueden para escuchar la lectura del documento. La última en hablar es Nora Cortiñas, y ella grita, cierra el puño, exige. Se nota que tiene demasiada experiencia en esto, las más chicas miran y aprenden. Pide por los 30 mil compañeros desaparecidos, y reclama: “Basta de ajuste, basta de vaciamiento en nuestro país. Queremos que nuestra gente sea libre. Y le decimos a la señora Vidal que ‘no aceptamos ser pobres y vivir sin educación’”. Suena el aplauso tronador, contundente.
Por último, todas levantan el pañuelo para que se vea desde el Congreso. Son miles, llegan hasta donde da la vista. Esta noche la plaza les pertenece, sus gritos a modo indias, sus derechos, hasta la lluvia, todo les pertenece. Poco a poco se marchan, para pronto volver.
AUNO-05-06-2018
EEN-AFG