Una calle para no olvidar

A cuatro años del crimen del joven militante del PO, se realizó un festival solidario en la calle aledaña a la estación de Avellaneda, que a partir de hoy se llamará *Mariano Ferreyra*. “La lucha aún no terminó, porque hay que luchar por el fin de la tercerización”, sostuvo su hermano Pablo.

Marina Pandolfi

Lomas de Zamora, octubre 20 (AUNO).- En el colectivo imaginario del conurbano sur, el partido de Avellaneda conforma una marca imborrable de lucha social, y la estación ferroviaria es su epicentro. Cuatro años después del crimen de Mariano Ferreyra, el joven militante del Partido Obrero asesinado por una patota sindical durante una protesta de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca, la memoria y la verdad dejaron su huella en una de las calles laterales, que a partir de hoy se llama como él.

La calle Bosch, ahora Mariano Ferreyra, fue la última que recorrió el joven aquel 20 de octubre de 2010, antes de cruzar el puente homónimo para el lado de Barracas y de que se iniciara la persecución de un grupo de barrabravas que respondían a la Unión Ferroviaria hacia los militantes y trabajadores que se manifestaban en las vías del tren.

En diálogo con AUNO, su hermano Pablo contó que el cambio de denominación “es simbólico porque la calle Bosch confluye con la estación que hace menos de un mes logró cambiar su nombre a Darío y Maxi”, por Santillán y Kosteki, las víctimas de la “Masacre de Avellaneda”. También agregó que “si bien lo de Mariano tuvo un costo altísimo para la familia, (porque) visibilizó la cara más nefasta de los sectores sindicales para proteger negocios empresarios, como lo es la tercerización, y permitió condenar a un dirigente sindical histórico como José Pedraza”.

El día del crimen, el Partido Obrero, donde Mariano militaba desde que tenía 13 años, se había unido al corte de vías en apoyo a un grupo de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca que reclamaban el pase a planta permanente y mejoras salariales. Mientras caminaban por las vías hasta la estación Yrigoyen, en Barracas, se cruzaron con una “patota” de la UF integrada por barrabravas de Racing y de Defensa y Justicia. Primero, hubo pedradas. Luego, en medio de la emboscada, un hombre sacó un revolver y disparó. Dio en el pecho de Mariano e hirió gravemente a otros militantes. Dos años y medio más tarde, el autor de los disparos, Cristian Favale, sería condenado junto con otro barrabrava a 18 años de prisión como co-autor material del homicidio.

La Unión Ferroviaria, en aquel entonces, respondía José Pedraza, quien la dirigía desde hacía 30 años. En enero de 2011, fue detenido en su departamento de Puerto Madero y, desde entonces, aguardó la llegada del juicio en la cárcel de Ezeiza, a pesar de que en numerosas ocasiones había intentado salir, ya sea por medio de adulteración de pruebas que avalen la excarcelación o las coimas a la Justicia.

“Señora, yo no maté a su hijo. A mí me convocaron y fui”, le dijo Favale a la madre de Mariano en una audiencia previa a la sentencia. Es por ello que se dice que el asesinato de Ferreyra desentramó la estructura mafiosa de un sector de la burocracia sindical. Tras ocho meses de juicio oral, el TOC 21 de los Tribunales de Comodoro Py condenó a Pedraza a quince años de prisión por haber actuado en “concurso ideal con el delito de homicidio en grado de tentativa en calidad de partícipes necesarios”.

Aún con los culpables dentro de sus celdas, la familia Ferreyra sostiene que “la lucha aún no terminó”, porque “más allá de que hubo una condena, hay cuestiones que tienen que ver con la libertad sindical, con los ‘defensores de los trabajadores’ que están más del lado de los patrones que de los propios trabajadores y con el fin de la tercerización”.

MP-AFD
AUNO-20-10-14

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