Un Citroen de carrera: la herencia pasional de padre a hijo

Luis Raúl Mazzocchi volvió a correr con su Citroen 3 CV después de 20 años. El objetivo es que que su hijo Matías salga a las pistas con la máquina el año que viene. Un legado fierrero.

Alan Reynoso

Lomas de Zamora, diciembre 20 (AUNO).-Según la Real Academia Española (RAE), el legado es aquello que se trasmite a los sucesores, sea material o inmaterial. Lo que no te dice este enunciado es que tiene que ver con el sentimiento. Para ser más precisos, está involucrada la pasión. Esto sucede con Luis Raúl Mazzocchi, piloto de la monomarca Citroen 3 CV, que le va a dejar el auto a su hijo Matías, para que ruede en pista el año que viene.

“La idea es dejarle el auto a mi hijo (Matías). Vamos a ver si él año que viene corre él sólo. O en formato binomio conmigo”, analiza el corredor sobre las posibilidades para 2017.

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La monomarca de este auto emblemático y mítico, por su belleza y por su popularidad, contó este año con 12 autos que recorrieron varios circuitos en la Capital y sus alrededores. Luis corre con motor de la marca y llega a levantar hasta 160 kilómetros por hora en las carreras. Algunos de sus rivales usan el motor de Fiat Duna. En su vuelta tuvo el apoyo del Movimiento Evita, donde milita. El “bicho” del automovilismo volvió a picarle.

Matías, el que recibe la herencia, tiene experiencia en el Kárting. El padre lo alimenta de consejos automovilísticos que le van a permitir andar en las pistas. Saber donde frenar o los radios de giro que le van a permitir doblar en las curvas para salir mejor armado en las rectas. “Siempre acompaño a mi papá en cada carrera, estoy a su lado antes de largar”, cuenta el futuro piloto de la monomarca.

“´Por vos no lo vendo el auto’, me dijo mi padre. Este año iba arrancar yo, pero por motivos personales no pude, por eso él arrancó. Va a estar lindo el año que viene por mí y por él”, se ilusiona Mati.

El Citroen reposa en el taller de José Hurth para que lo ponga en condiciones luego de cada final donde la máquina es exigida al límite en cada frenaje y rebajada. No es el primer auto de Luis. Tuvo otro entre el ’92 y el ’96, cuando dejó de correr.

El fútbol, pasión entre los fierros

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La máquina lleva en el techo el escudo de Los Andes. “En el equipo de competición somos todos hinchas”, explica el piloto sobre la pasión futbolera, que se mezcla con el automovilismo. El otro hijo de Luis, Seba comparte ambos sentimientos, pero se va a dedicar al periodismo deportivo.

Mati siempre va a la cancha a ver al CALA con Luis. “Se podría decir que la pasión por Los Andes va de la mano con el automovilismo”, se alegra el heredero.

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