Saborido: «El humor es la combinación de dos cosas que tenemos en el cerebro»

El socio de Capusotto presentó su libro en el Club Peretz. Bocadillos judíos de entrada, fútbol de plato principal y, para terminar, el hit a coro.

Leo Torresi

Kniches de papa, en combo a 55 pesos con la lata alta de Schneider; un homenaje al Loco Houseman (qué justo el día), y un aluvión: Pedro Saborido, el Peter de Peter Capusotto, con sus videos para ver o revivir; uno de Micky Vainilla, otros más, y el mejor de todos: uno (o_ ese,_ si ya sabés cuál es) donde el partido de Lanús se corta del mapa del conurbano como una pizza y se eyecta, se va volando para transportar hacia todo el mundo los defectos y virtudes de tan incomparable distrito.

La mancha que la nave va dejando a su paso es granate, como el color del subcampeón de América. Pero el video lo estamos viendo en otro club, no tan lejos, el Centro Cultural Israelita Isaac León Peretz, a un par de cuadras de la estación.

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Mi suegro, José, decía: “Lanús tiene un gran movimiento cultural”. Y mi amigo Teté: “Por algo a la película le pusieron Made in Lanús y no Made in Lomas de Zamora”.

Además, bancaba Teté, Lanús es mejor porque pasan muchos colectivos que van al centro.

José era del Peretz. El otro club judío de la zona era Bet-Am. No existe más: el edificio lo compró Lanús, “el club de barrio más grande del mundo”.

Cuando Peter mencionó esa frase, hubo varios “bue…”: unos hinchas de Banfield.

En aquella época, algunos del Bet-Am (esto Peter ya lo contó en otras oportunidades) pintaban en las paredes: “Digan adonde están los judíos de Rusia”. Era para los judíos comunistas del Peretz.

Y sí, secretea uno del Peretz (pero de Banfield): “Acá había dos cosas que no se podían hacer. Hablar mal de la Unión Soviética y sentarse contra la pared adonde está el mural.”

El mural, en el hall de entrada, es una maravilla. Una maravilla. En el medio está Isaac León con sus bigotazos y alrededor hay campesinos, trabajadores, costureras judías. Es de 1956 y el autor, Jorge Gnecco, se fue hasta un hogar de la comunidad para copiar los rasgos de las personas. A los pibes que apoyaban la espalda contra el mural, los sacaban corriendo. Despues le pusieron una baranda abajo para protegerlo. A veces atan unas bicis a la baranda ess. Guarda el manubrio.

Peter, que es de Gerli, también venía al Peretz, porque tenía amigos. Judío no, pero medio comunista por ahí sí era.

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Conoce bien y por eso se ríe cuando por alguna razón nombra al club Hacoaj y le obsequian unos elegantes silbidos.

En marzo de 2018, Peter está acá de vuelta para presentar su libro, Una historia del fútbol. De las primeras cosas que dice es: ojo que yo de fútbol tampoco sé tanto.

Con ese resguardo, va para adelante: el barrio, las canchas del ascenso construidas por tramos, o en lugares extrañísimos, como la de Victoriano Arenas en la península de la rectificación del Riachuelo; los cuñados que lo saben todo sobre el fútbol y la vida y lo arrojan cada fin de semana en la mesa familiar.

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No se hace el fino y contesta preguntas sobre su relación con Diego Capusotto: “Cada unos respeta su rol. Estamos muchas horas juntos y somos un matrimonio. Un matrimonio creativo.”

Pero no puede, eso no puede quedar así: “Una vez tuvimos sexo”.

Esto, la verdad, se parece más a una stand up que a una charla.

El sociólogo y comunicador, Julián Scher, autor del libro Los desaparecidos de Racing, se las arregla para meter algunas preguntas en medio del Katrina de Peter.

Así salen unas definiciones:

“En una combinación de dos cosas que tenemos en el cerebro, de pronto surge algo que no es lógico. Eso es el humor.”

“Algo que pensás que no iba a ocurrir y ocurre* ¿No vieron que en las películas de Pixar siempre hay un pedo o un eructo?”*

“El humor no tiene ningún misterio. Lo único que necesita el humorista es estar midiendo todo el tiempo lo que está pasando. Lo peor que le puede pasar es que no se dé cuenta de que es gracioso.”

Y bueno, Peter termina y se canta el Hit del Verano y del Otoño.

Esperemos que el Invierno no sea malo y no olvidemos la sombra en un subterráneo, nena.

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