Preocupa el avance de la desertificación en la Argentina

A partir del auge de la soja en el campo argentino, que con su rendimiento, facilidad de cultivo y altos precios internacionales se convirtió en la vedette económica actual, surgió con nuevas fuerzas la preocupación por un tema que afecta a alrededor del 75 por ciento del territorio nacional: la desertificación. Ante esto, desde el área de Medio Ambiente se intenta combatir sus efectos negativos y lograr que se tome conciencia que Argentina “es un país vulnerable”.

Por Daniela Capano

(AUNO*) En el país, afecta la totalidad de las tierras secas zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. En ellas la desertificación avanza aceleradamente, determinando que más de 60 millones de hectáreas estén afectadas por procesos erosivos de moderados a graves, según datos oficiales. El director de Conservación del Suelo y Lucha contra la Desertificación de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Octavio Pérez Pardo, explicó que este fenómeno, que se expande año a año, afecta en consiguiente la pérdida de productividad y deterioro de las condiciones de vida de la población.
“No solo interesa revertir los procesos de desertificación por su connotación ambiental sino porque la desertificación es un hecho social que acentúa las condiciones de pobreza”, destacó el funcionario.
Pérez Pardo destacó que la visión en general que el argentino tiene de su territorio es que “la pampa es interminable, húmeda y con inagotables recursos de tierra”, aunque señaló que si bien es cierto que hay áreas muy ricas, son sólo “el 25 por ciento del territorio”.
“Entonces, éste es el primer problema de la desertificación: que entiendan que vivimos en un país vulnerable, con altos peligros de degradación de tierras, porque no vivimos en un país similar a Canadá, que tiene casi su noventa y pico de tierras en zonas húmedas. Tenemos un país bastante parecido a Australia y a China, que tiene desiertos y que tiene zonas altamente vulnerables”, indicó.
Pérez Pardo dijo que al aceptar que vivimos en un país que tiene alta vulnerabilidad a la desertificación, todas las políticas de ampliación de la frontera agropecuaria “tienen que ser bien observadas, cosa que creemos que en este momento está faltando”.
“Hay una rentabilidad oculta detrás de las decisiones en estos temas”, advirtió el funcionario. “En un país en que el 75 por ciento de sus áreas son áridas y semiáridas hay que tener mucho cuidado con lo que se hace, porque la rentabilidad de hoy puede ser el abandono de las tierras dentro de poco”, consideró.
“Esto no es competir contra el futuro, ni no querer que en el país entren ingresos. Lo que se pretende es que en este país entren ingresos de aquí hasta las próximas generaciones, no en los próximos cinco años y que después suframos las consecuencias”, observó.
Pérez Pardo informó que desde la secretaría se están realizando diversos proyectos contra la desertificación que se enmarcan en el Programa de Acción Nacional (PAN) de lucha contra la Desertificación y la Degradación de Tierras.
En el inicio del proyecto PAN se elaboró un diagnóstico a partir del cual se pudo comprobar que grandes extensiones del territorio se encontraban irrecuperables y en algunas otras, el costo de recuperación era tan alto que dejaba de ser rentable.
“Nosotros enfocamos a la prevención y a frenar el proceso para que no continúe el avance de la desertificación, y en algunos casos específicos poder revertir esa dinámica destructiva”, subrayó Pérez Pardo en declaraciones a la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión (AUNO).
En la Patagonia se está avanzando fuerte en el tema “porque hay mucha más conciencia”, indicó. Allí se le propuso a los pequeños productores mejorar el sistema de pastoreo, el método de mejoramiento de la rentabilidad traducidos en la cría de guanacos, de choiques y engorde de ganado, para que no se continúe presionando el campo.
También se diseñó un sistema de parición controlada, para que no se perdieran corderos por el azote del zorro colorado, destinado al 85 por ciento de pequeños productores que no tienen más de 5 mil ovejas cada uno, precisó.
Una preocupación adicional es lo que presentan las represas patagónicas que, una vez llenas, y tras ser dragadas, dejan de funcionar acelerándose el proceso de colmatación debido a la falta de pasto producto de la desertificación.
“Hay un exceso de animales comiendo, el pasto no alcanza a reproducirse, a semillar, por lo que muere y desaparece dejando el suelo desnudo, donde la escorrentía producto de las lluvias arrastra sedimentos al río”, explicó Pérez Pardo.
“El río Limay tenía 500 kilómetros con una vegetación fenomenal que sostenía una enorme cantidad de fauna silvestre que ya no existe, lo que demuestra que la desertificación no fue solamente producto de los cultivos intensivos, sino también de las represas y de la explotación petrolera, entre otros, concluyó.

AUNO

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