La escuela secundaria N°5 Doctor René Favaloro de El Zaizar, Esteban Echeverría, como más de 200 otros establecimientos educativos públicos de la provincia de Buenos Aires, brinda a sus estudiantes un servicio que va más allá de la enseñanza curricular. “Patios Abiertos”, el programa de socialización, juegos y aprendizaje de la escuela, funciona los sábados de 9 a 13, y hace 18 años es un espacio de encuentro para niños y adolescentes.
En “Patios”, a los que suelen asistir jóvenes con sus novios o novias, también se dan clases de lecto-escritura, porque muchos estudiantes aún presentan dificultades en ese área. También se trabaja un proyecto de reciclaje y cocina denominado “Sembrando nuevos caminos”.
En diálogo con AUNO, la coordinadora del espacio, Inés López, contó: “La mayoría de los chicos y chicas vienen por el desayuno que se les da, pero ‘Patios Abiertos’ es de todo un poco. Hay días que llegamos y si nos enteramos de algún problema familiar lo charlamos con ellos. ‘Patios’ es un poquito de todo. Un lugar para trabajar e incluir a todos».
Por su parte, la docente Sofía Salazar, que trabaja en en el espacio desde 2018, resaltó que los chicos “aprenden a cuidarse entre ellos” y “siguen viniendo porque les gusta la dinámica”.
Mientras la “profe”, como la llaman los chicos y chicas, hablaba con AUNO, bajo el fresco sol de septiembre se jugaba un partido de voley mixto, a la vez que en el potrero se lleva a cabo un partido de fútbol donde no importaba la edad ni el género.
En ese momento, en otro sector, los más chicos armaban tapas de cuadernos con papel reciclado con sus manos llenas de plasticola.
Un lugar de historias
Para Inés “una marca muy fuerte” en su experiencia en el programa fue la historia de dos hermanos. Según la directora de Patios, los chicos solían entrar y mientras los demás jugaban a la pelota, ellos “les robaban algunas pertenencias o la pelota misma y se escapaban por el paredón”. Recuerda que un sábado al entrar temprano para abrir, uno de esos chicos llegó con una camiseta llena de sangre y al preguntarle qué había pasado, él le respondió: “Nada. Mi hermano, mi hermano”. Cuando López volvió con un vaso de agua para él, el chico se había ido.
Ella no le preguntó qué había pasado ni él se lo contó, pero tiempo después se volvieron a encontrar. “Me dijo que yo siempre lo había acompañado”, contó Inés con emoción. Hoy los sobrinos de ese muchacho asisten a Patios. Sobre esta historia y otras similares, remarca que “los chicos son muy buenos”, pero que a veces “viven una realidad muy difícil”.
Al hablar de los buenos momentos, Inés celebró que muchos jóvenes que han asistido a Patios a lo largo de los años hoy traigan a sus hijos al espacio, y de esa manera sigan en contacto con ella y con la institución.
Otro momento que compartió la educadora con AUNO ocurrió durante el confinamiento por el Covid-19. Durante las cuarentenas el programa no funcionó y como López vive a dos cuadras del colegio los chicos iban a su casa a pedirle que abra “porque querían jugar a la pelota”. “Entonces yo me quedaba afuera de mi casa un rato, nos sentábamos y charlábamos. Siempre trataba de tener algo para ellos: unas cartas, unos cuadernitos, unos lápices”, contó la docente.
Asimismo, antes del aislamiento Inés recibía donaciones de una panadería vecina, y preparaba bolsitas con facturas que los chicos iban a buscar a su casa. “Gracias a Dios luego de la pandemia se mantuvo la relación”, afirmó.
En el momento en que López contaba esto a AUNO en una pared del colegio, los chicos y chicas pintaban unas alas de mariposa de muchos colores para sacarse fotos junto a ese mural hecho con sus propias manos.
*Fotoreportaje producido en el taller «Construirnos como Fotoperiodistas» dictado por AUNO. Agradecimiento especial a Jeremiah Bogert, editor de fotografía del New York Times.
JV / JJR