Lomas de Zamora, octubre 7 (AUNO).- Nicolás Tognola es un bandoneonista de Burzaco que rompe con todos los estereotipos del músico de tango tradicional. Tiene 29 años y se define como un “artista politizado”. Piensa que la nueva etapa del tango sumará al folklore, la cumbia y la música académica, que reflejará al “movimiento popular”.
Antes de tocar en el Festival de Tango de Almirante Brown y en el Centro Cultural Kirchner (ver recuadro), dialogó con AUNO sobre su mirada del 2×4 y la cultura, la política, su proyecto musical “progresivo” (Pampa Trash) y los futuros paradigmas. En este último sentido, cree que “no van a existir más los géneros, sólo fusiones”.
Tognola es parte de una orquesta muy tradicional y reconocida como la Juan D´Arienzo, pero al mismo tiempo incursiona en la transgresión con Tanguetto o Pampa Trash, que representa “un género en sí”. Considera “una virtud” estar en lo típico y en la vanguardia.
Cree que la clave para que el tango vuelva a ser un fenómeno cultural masivo como en la década del ’40 son las influencias del rock y la cumbia, pero que a veces “el conservadurismo es más fuerte”. Con Pampa Trash propone un híbrido de varios estilos: tango, milonga, cumbia, rock y samba brasilera.
A su edad, tiene una destacada trayectoria. Recorrió el mundo y tocó junto a grandes exponentes del tango y la música en general como: Amelita Baltar, Lidia Borda, Fabio Hager, Pedro Aznar, Peteco Carabajal y la orquesta de Beba Publiese. Algunos de sus maestros fueron Néstor Ibarra, Alejandro Barletta, Rodolfo Mederos y Carlos Lazzari (arreglador de D’Arienzo durante dos décadas), con quien compartió escenario durante un año.
A los 10 años empezó a tocar el piano con su abuelo como profesor. Después, a los 12, llegó al fuelle, porque descubrió a Piazzolla y lo “flasheó”. A los 13 ya formaba parte de Cerda Negra, un semillero armado por Julián Peralta e integrado por varios músicos que ahora siguen tocando. En 2008, con 19 dirigió su primera orquesta: Hojarasco. En este grupo incorporó una batería, “instrumento que está en la mayoría de la música que se escucha”. “Nos haríamos millonarios con un híbrido entre grupo cumbiero y orquesta típica”, bromeó Tognola, en alusión a la Juan D’Arienzo, que no tiene batería porque no se lo permiten. “A veces el conservadurismo es más fuerte”, argumentó.
—¿Qué representa el tango para vos?
—Es el lenguaje musical y cultural de excelencia de la Argentina como pueblo unificado. Piazzolla, músico de nuestro país más reconocido en el mundo, termina de confirmarlo. Es la expresión máxima de la argentinidad, la más elevada metafísica y artísticamente: es música, danza y poesía. También, un patrimonio cultural sagrado para la humanidad. Yo divido su historia como la Biblia: el antiguo testamento es Gardel y el nuevo, Astor. Son los referentes de nuestra cultura.
—¿Por qué crees que el tango no siguió siendo masivo o popular?
—Hubo un agujero generacional. La generación de mis viejos no lo curtió. En esta se pudieron rescatar reliquias, se las volvió a lustrar y darle uso con nuevo significado, un poco gracias a la globalización. En el ’55, cuando se derroca el peronismo, empezó un plan hegemónico mundial de instaurar una cultura de los Beatles y el rock and roll para poner a la gente en otra sintonía. El tango acentúa el uno y el tres, que son tierra, y el rock, dos y cuatro, que son aire. Me pongo metafísico, pero para mí es eso. Cuando el tango empezó a caer, el rock empezó a emerger y mis padres lo tomaron como cultura e identidad.
—¿Surgirá otra época de oro del tango?
—Vamos a vivir una parecida a la del 40´. Lo añoro. En su momento, el tango se fundó con la mezcla del criollismo, los burdeles, los gauchos y los europeos. Pero luego no emergieron nuevas figuras auténticas; la frescura estaba en las banditas de rock. Y encima, a fines de los setenta, se reprimió una movida cultural muy copada. En los ochenta hubo mucho yanqui y cultura de afuera. A partir de 2001 hubo una necesidad de mirarse las manos y decir: “¿qué somos nosotros?”. Y a partir de eso volver a las raíces, a la tradición, pero para mutarla, transformarla y hacerla nuestra hoy. Así como una generación y su juventud surgieron con el tango, otra surgió con el rock. La de ahora va a tener un poco de las dos, sumando al folklore, la cumbia y la música académica.
—¿Entonces, en esta nueva época de oro reinará una fusión de tango con otros ritmos?
—No va a ser sólo una época de oro del tango, sino una época de oro cultural. Un nuevo paradigma donde todo se va a unir. Hoy voy a la milonga y escucho una tanda de Ricardo Tanturi y una de D´Arienzo, y después un tema del grupo de cumbia Mala Fama. Están separados, pero creo más adelante todo se va a juntar: el tango con la cumbia y el rock. Esa nueva etapa va a ir más allá, va a ser más grande que el tango, porque en sí va hablar del movimiento popular. Hoy venís en el tren y la mayoría de la gente viene escuchando “te ponés loquita de noche” y eso es tango para mí. Como también el rock y otros géneros. Porque entran en el concepto de lo que es popular, que es pueblo.
—¿Qué representa para vos la Juan D´Arienzo?
—Soy parte de la orquesta hace cinco o seis años. Ahora estoy componiendo. Representa el contacto con la raíz y los cimientos de una torre (el tango) que han destruido bastante a partir del ‘55, con el fin del peronismo y la globalización. No por Perón como figura (N. de R.: señala una foto pegada a la heladera), sino por el movimiento popular en auge. Actualmente estamos en un proceso inverso: reinan la elite, los medios hegemónicos, los pro Europa y por eso todo lo popular pasa a ser sospechoso, empieza a ser marginal e invisibilizado como dice Máximo Kirchner.
—¿Crees que la política está relacionada con el tango?
—En TN musicalizan con música yanqui. No digo que esté mal… pero todo el tiempo es así. Es una decisión política. Y estoy en contra porque genera en la gente una confusión de identidad. Mauricio Macri dijo hace algunos años que el tango era “la soja porteña”. Es una visión mercantilista, una mirada válida. Pero está a las antípodas de lo que pienso de la cultura. Y eso que laburé muchos años en los cruceros… me prostituí con la música. Pero qué me importa, no va a dejar de existir porque yo no lo haga. No estoy en contra de eso, pero el tema está en lo que quieras hacer con eso, si querés hacer guita está perfecto. Yo soy un ser político, un artista politizado. Todos deberían estar politizados porque tomar partido por algo habla de una sensibilidad, de un deseo para el mundo.
—¿Por qué el nombre de tu conjunto es Pampa Trash?
—Pampa Trash es medio volado, hasta metafísico. Un sentimiento de las palabras que le pongo a lo que emana el conurbano en forma de música. Es como un ser medio errante, el cumbiero, el tanguero y el gaucho. Sumado al obrero mezclado con el patrón y su ostentación con la guita. Con la influencia foránea en las raíces nuestras en la pampa. Es Pablo Lezcano tocando en el Teatro Colón o Piazzolla tocando en una villa. Es como un concepto visual. El nombre se me ocurrió cuando estaba en una playa en Hawai, laburando en un crucero y escuchando Atahualpa Yupanqui. Ahora todos los integrantes tiramos ideas, compartimos la mirada de tango progresivo pero yo soy el más consciente porque toco tango. Los otros no tanto. Y por eso va más allá del tango y del rock: es un género en sí. Es el grupo más transgresor que hay en el tango.
—¿Cómo te definís?
—Soy D´Arienzo, Piazzolla y Pugliese. Son los que más toque. Pero es muy loco, porque estoy en una (orquesta) típica pero al mismo tiempo, componiendo “la cumbia milonguera”, en la que mezclo cumbia con milonga. Estoy en lo típico y en la vanguardia. Creo que es una virtud, estar en lo tradicional y en lo transgresor. Ahora lucho un poco con mis propios molinos de viento, para creerme todo esto que estoy haciendo y no quedar en el anonimato. Creo en mi ser artista más allá de los referentes y de las épocas. Mi manera de ver es mi mambo.
AUNO-07-10-2017
FL-MDY