El escritor Osvaldo Bayer murió este lunes a los 91 años en la ciudad de Buenos Aires. Centenares de notas periodísticas y entrevistas, sus libros, sus películas, sus testimonios en charlas y conferencias, su ejemplo de lucha contra las injusticias permanecerán al alcance de cualquier interesado en conocer el protagonismo de los sin voz en la historia argentina, de desarmar los relatos oficiales que atentan contra la construcción de una sociedad más igualitaria.
Bayer nació en la ciudad de Santa Fe el 18 de febrero de 1927, el mismo año que Rodolfo Walsh, Raúl Alfonsín, David Viñas y Mirtha Legrand. Fue periodista, historiador, guionista de cine, luchador por los derechos humanos, entre tantos otros oficios y profesiones, pero le hubiera encantado ser poeta y marinero. La poesía lo atrapó desde pequeño y en la juventud navegó el Paraná como aprendiz de timonel.
Ya no abrirá la puerta de “El Tugurio”, su casa en el barrio porteño de Belgrano, a los jóvenes inquietos que quieran conocerlo, a llevarle un libro para que les haga el prólogo o para que les presente su primera obra. Pero quedarán los cuatro tomos de Los vengadores de la Patagonia trágica, la biografía de Severino Di Giovanni, la película La Patagonia rebelde, sus notas desde el exilio para desenmascarar a la última dictadura cívico-militar, su campaña para “desmonumentalizar” al general Roca por el genocidio contra los pueblos originarios, las críticas a los gobiernos democráticos surgidos a partir de 1983.
Desde el socialismo de su juventud, inculcado por su padre –técnico de Correos y Telégrafos–, hasta su “socialismo libertario” –denominación que prefería a la de “anarquista” a secas–, este rebelde esperanzado nunca abandonó la militancia y el compromiso por lo que consideraba justo y noble para que las clases menos favorecidas pudieran salir de la miseria. Un ejemplo fue su participación en el Sindicato de Prensa a comienzos de la década de 1960, del que llegó a ser secretario general.
Todos conservaremos algo de Bayer, aunque no lo hubiésemos conocido en persona, aunque sólo lo hayamos visto a la distancia en una charla, en uno de sus últimos trabajos –el documental televisivo “Mundo Bayer”, por ejemplo– o leído en alguno de sus textos.
Bayer no nos podrá abrir la puerta de “El Tugurio”, pero caminará junto con nosotros cada vez que un “¡basta!” salga de nuestras bocas para condenar las injusticias y tratar de construir un mundo mejor.