Rebeldía y carnaval: una tarde con las murgas feministas

«La de al lado no es competencia, es compañera y juntas somos poderosas», dicen las chicas. Vivimos el ritual con ellas en la plaza de Escalada.

Flor Ojeda

Cuando anochece comienza el ritual para las nietas de las brujas a las que no pudieron quemar. Entre el ruido de bombos y trompetas, gritan fuerte que “la Revolución se baila, se transpira, no se calla”. Espuma, pintadas y banderines decoran la plaza de Remedios de Escalada, mientras participantes de todas las edades ven a las murgas llevar al feminismo como estandarte del carnaval.

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Unas manos manchadas de verde sostienen firme el pincel y tratan de no salirse de las líneas. Unas nenas, de siete a nueve años, continúan el trabajo de sus hermanas, madres, o compañeras. “Será Ley”, titula el pisal (un mural en el piso) de la plaza Mariano Moreno, en sintonía con los pañuelos verdes que usan las murgueras y muches de les espectadores.

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Con un sol de 27 grados, desde chiques a personas mayores, se acercaron a disfrutar del FemiCorso de Escalando sin Remedio, que tiene como consigna: “Un carnaval libre de violencia”. De a poco los grupos van desfilando y cada cual a su ritmo, festeja una tarde a puro arte y festival.

“Poder compartir esto es super enriquecedor, nos enriquece como personas, nos enriquece en el feminismo, en lo social y en lo cultural; de mirar al otre como verdaderamente parte de mi y parte de esta cultura que estamos construyendo”, celebra Charo Cottier, una percusionista de la murga que lleva adelante el evento.

Zancos y banderas son parte del color de la jornada y refuerzan el aire circense en el maquillaje de les protagonistas. Mientras que las familias, entre mates y cervezas, piensan quedarse hasta que a la noche los malabares con fuego contrasten mucho más.

El reconocido grito de las brujas opaca el ruido del tren. Una murga se destacan por el brillo de sus trajes y las sonrisas pícaras al bailar un tres saltos, acompañado de una percu que exige libertad con rebeldía. Mientras se pasean con alegría, no sacan la mirada del público, a quien no solo hacen testigo, sino cómplice de la crítica que están por transmitir.

La conciencia social también es parte del escenario. La murga platense Flores del Desierto levanta una bandera en contra de Monsanto, mientras todos los grupos hacen presente a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel; acompañan a las abuelas en un grito de “Nunca Más”. Con guardapolvos, el grupo artístico Piel de Gallina no dejaba pasar que “Docente luchando, también está enseñando”.

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“La murga es un espacio donde se manifiestan los signos de este neoliberalismo feroz”, sostiene Ana Hegel, una de las bailarinas del grupo protagonista. Explica que las problemáticas del contexto actual que se visibilizan a través del carnaval, se debaten previamente en la Regional Sur de Murgas Independientes.

“En un momento muy particular, muy parecido al de ahora surgió Escalando sin Remedio, allá por el año 2001”, cuenta una de sus integrantes. A pocas semanas de cumplir sus 17 años, la murga se redefinió como “Transfemininja”, luego de un largo proceso donde “el contexto actual empuja, puntualmente a las mujeres, a resignificarse y seguir”, destaca Ana Hegel.

Entre luchas y deconstrucción, la noche se despide con unas matanzas, el baile final que hermana e invitaa a cualquiera a a sumarse a bailar. Las murgas se empoderaron y se apoderaron de Escalada, para dejar claro que “la de al lado no es competencia, es compañera y juntas somos poderosas”.

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