Caso Melisa Tuffner: el femicidio que para la Justicia no es tal

La joven caminaba por la calle cuando fue apuñalada hace dos años. Su familia asegura que el asesino, un vecino del barrio, quiso abusar de ella. Sin embargo, la causa está caratulada como homicidio simple. Mañana se conocerá la condena para Oscar «el Buey» Sosa.

Martina Jaureguy

Lomas de Zamora, octubre 30 (AUNO).- Domingo de asado en familia, como cualquier otro domingo, como cualquier otra familia. Lorena Tuffner invitó a sus hermanos y padres a comer a su casa en Glew, partido de Almirante Brown. 19 de julio de 2015. Sobremesa, cae la tarde y baja la temperatura de pleno invierno.

“¿Me llevás a casa?”, pregunta Melisa Tuffner a Lorena, su hermana mayor. Son las 18 y se tiene que ir al centro cultural Gringo Viejo a ayudar a cobrar las entradas de un evento de acrobacia. Ella solía entrenar en el lugar, pero tuvo que dejar para dedicar todo su tiempo a una carrera que la apasiona: es estudiante de Psicología.

Lorena lleva a sus hermanos a lo de sus padres, donde viven todos juntos. Vuelve a su casa, se prepara para ir a la cancha y vuelve a buscar a sus hermanos y su papá para ir a alentar a Temperley. Melisa ya se fue caminando al Gringo Viejo; los va a cruzar más tarde en el estadio.

El partido empieza y la familia está eufórica, como siempre que juega el Cele. A los cinco minutos el teléfono de Marcelo Tuffner, el padre, suena. Es Hebe Cuenca, su esposa y madre de sus hijos, que están casi todos ahí, con él. Menos Melisa. Melisa está internada en la Unidad de Pronta Atención (UPA) de Longchamps, le avisa Hebe, desesperada.

La chica de 22 años nunca llegó al centro cultural. Nunca llegó a hacer esas dos cuadras. Vecinos del barrio la encontraron inconsciente en la calle, herida y con todas sus pertenencias encima. En la UPA dicen que está estable. La trasladan al Hospital Sirio Libanés, del barrio porteño de Villa Devoto, y el diagnóstico cambia: Melisa tiene muerte cerebral. “Investiguen, ella no se cayó por sus propios medios. Acá pasó algo raro. A Melisa la atacaron”, dice el primer parte médico.

“Ahí empezó la pesadilla”, recuerda Lorena, dos años después, cuando termina un relato que ya repite casi de memoria. A los tres días, el 22 de julio, Melisa muere. Y la pesadilla no hace más que empeorar.

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¿Qué pasó con Melisa? Sólo saben que fue atacada de sorpresa y recibió una puñalada, fatal y certera, en la sien. Luchó hasta el último segundo de su vida: por las heridas que tenía, los peritos de la causa concluyeron que se defendió. “A Meli no la ibas a doblegar como nada”, asegura a AUNO Marcelo Tuffner, con un atisbo de sonrisa melancólica que se esfuma cuando recuerda a su hija.

El único que puede responder la pregunta que inicia el párrafo anterior es Oscar “el Buey” Sosa, vecino del barrio, conocido de la familia, compañero de partidos de fútbol de toda la vida, que pasaba día por medio por la casa de los Tuffner y compraba cigarrillos en su almacén, cuenta Marcelo. Denunciado por violencia de género por su exesposa y madre de sus hijos. Denunciado por intentar violar a su sobrina. Estuvo preso por robo; drogadicto, alcóholico. Sosa se entregó a la policía el 17 de agosto de 2015, a un mes de la muerte de Melisa, al otro día de darle su pésame a Marcelo, después de haber ido a una marcha para pedir justicia por la chica.

Dijo que iba a hablar cuando Dios lo dispusiera y desde entonces está en prisión preventiva, actualmente en el penal de Florencio Varela. En todo ese tiempo sólo contestó a la Justicia preguntas sobre su relación cercana con la familia y evadió contar qué fue lo que pasó ese día, afirma Marcelo. El jueves pasado comenzó el juicio oral en su contra y, aunque estaba presente, tampoco declaró. Parece que Dios todavía no dispuso que hable.

El crimen está caratulado como homicidio simple, lo que podría sentenciar a Sosa a entre ocho y 25 años. La fiscalía y la familia tenían las esperanzas, aunque mínimas, de que se cambie la carátula a “agravado” y se le diera cadena perpetua, pero los jueces no accedieron. El padre de Melisa espera que al asesino se le dé la mayor pena posible para estar “más tranquilo” y que “no quede impune”. Pero nunca podrá estar conforme: “esto no te devuelve a una hija”.

La falta de pruebas hace que lo que pasó en esas cuadras que Melisa no terminó de recorrer quede en la incógnita y que no se pueda encerrar al asesino por el crimen que realmente cometió: un femicidio. Lo único que la fiscalía tiene en su contra son videos de seguridad de cuatro cámaras del barrio que la captan caminando rápido y a Sosa aparentemente siguiéndola, con actitud de “querer agarrar a alguien”, cuenta el mejor amigo de la chica, Pablo Rodaniche.

Hay un bache en los videos entre la caminata de Melisa con Sosa detrás, y unos minutos después, cuando se la ve tirada en la vereda. Ninguna cámara captó el ataque, nadie vio nada, nadie escuchó nada. “Yo estoy segura de que él quiso abusar de ella y Meli se defendió”, afirma Lorena. “Suponemos que él la mató porque se reconocieron mutuamente. Lo hizo porque era un baboso, se sobrepasaba con las mujeres y era un violador. Un violador suelto. Pero para la Justicia eso hay que comprobarlo, y es difícil”.

Marcelo asegura que nunca se hubiera esperado que Sosa hiciera algo así. “Ni él ni nadie. Uno cría a los hijos para que te entierren, no para enterrar uno a los hijos. Es la ley de la vida. Pero se cruzó justo con uno que andá a saber qué le quería hacer…”, se lamenta. En su declaración a los jueces, aseguró que Sosa “siempre fue una persona rara” y que sus hijas “le tenían miedo”, e incluso la familia aseguró que es “una persona peligrosa”, según publicó el portal Cosecha Roja.

En la audiencia declararon 13 testigos. Entre ellos, Lorena, Marcelo, uno de los vecinos que encontró a Melisa tirada en la calle, un policía, un bombero, la exesposa de Sosa que lo había denunciado por violencia de género y la prima del asesino, cuya hija él intentó violar. Aunque Sosa estaba ahí, en la sala de los Tribunales de Lomas de Zamora, no rompió su promesa de silencio. Entre todos esos testimonios lograron armar un perfil psicológico del femicida que coincide con el de “un psicópata”, aseguró Rodaniche, que compartió una vida de amistad y militancia con la víctima desde sus 13 años.

Mañana se leerán los alegatos finales y los jueces Nicolás Amoroso, Gustavo Ramilo y Alejandro Garlata, del Tribunal Oral Criminal nº8 de Lomas de Zamora, darán la sentencia final a Sosa. El fiscal Pablo Pando, que representa a la familia Tuffner, pedirá que le den 22 años por el crimen de Melisa, una sentencia insuficiente para una muerte causada por la violencia de género que no pudo ser juzgada como tal. Las expectativas de la familia y amigos, sin embargo, “son relativas”, dice Rodaniche. “La condena no va a solucionar nada, pero por lo menos sirve para que Sosa no siga suelto”, se resigna.

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El femicidio de Melisa, junto con el de Anahí Benítez, es uno de los que han tenido más repercusión a nivel nacional dentro de los cometidos en zona sur. Los casos son prácticamente réplicas de los que se escuchan todos los días: chicas jóvenes, con sueños, con una vida llena de expectativas cortada de un plumazo por hombres que creyeron que podían ser sus dueños.

Con cientos de casos que se replican a diario en la zona pero que pasan desapercibidos por los medios y la sociedad local, Rodaniche espera que la condena al asesino pueda sentar un “precedente” para el conurbano sur, a pesar de no haber podido obtener la carátula legal de femicidio, por la cual podría haber sido condenado a perpetua.

“Aunque el caso de Melisa tuvo mucha repercusión en su momento hay muchísimos casos diariamente en el conurbano y en todo el país. Ojalá que esto sirva como bandera para visibilizar muchos casos más de violencia del hombre contra la mujer”, expresa Rodaniche. Una bandera que él y todos los amigos y familiares de la chica ya hicieron propia en su lucha por justicia y que llevan en cada concentración, en cada instancia legal, en cada marcha. “Justicia por Mel”, rezan sus remeras con fotos de ella sonriente, feliz. Viva.

Así la recuerdan ellos: Melisa era “especial”, cuenta Lorena. “Muy sociable, muy amable, muy respetuosa con todo el mundo, muy bondadosa, muy comprometida con lo que hacía. Todos la querían”, la describe. Rodaniche coincide. Él también la recuerda comprometida y apasionada por lo social, por enseñar a los chicos con los que trabajaba en el programa interescolar de la ONU del que era parte, por escuchar a las personas desde su sueño de ser psicóloga.

Melisa se interesaba tanto por los problemas de los demás que incluso se preocupaba por los de quien sería su verdugo. Rodaniche recuerda algo que, para él, es muy fuerte pensar ahora: “Dale Oscar, rescatate, no te drogues más”, le decía Melisa al asesino. Mañana, en los Tribunales de Lomas, el mismo hombre escuchará la lectura de su sentencia por asesinarla.

AUNO-30-10-2017
MIJ-MDY

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