Martín Ron: “No hay nada más lindo que pintar cerca del hogar de uno»

El reconocido muralista conversó con AUNO sobre los murales que realiza para el cincuentenario de la UNLZ y su vida como artista. «La obra del artista va cambiando, hay siempre nuevas búsquedas», asegura.

Fragmentos de apuntes, mate, bizcochitos, lapiceras y muchas manos ya pueden vislumbrarse en los murales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). El que plasma la realidad con pintura y atrae las miradas de los estudiantes en el interior de la Biblioteca Central es Martín Ron, uno de los 10 mejores muralistas del mundo. 

Oriundo de Tres de Febrero, los muros de la localidad de Caseros fueron los primeros en mostrar su arte. Hoy, con más de 20 de años de trayectoria y casi 400 obras que impactan a los transeúntes alrededor del mundo, conserva aún la fantasía de “qué pensará la gente cuando ve esa imagen plasmada en la pared que el día anterior no estaba”.

El artista urbano, autor de La nena armando la pared, el mural más alto de Argentina, ubicado en la localidad de Banfield, es reconocido por su estilo hiperrealista a gran escala, con técnicas 3D, colores y texturas que generan impacto, vértigo y hasta incredulidad. En un descanso de su trabajo en los murales de la UNLZ, dejó a un lado sus auriculares y sus pinceles para conversar con Agencia AUNO. 

-Del artista que pintó su primer mural a gran escala al de hoy, ¿qué cosas conservas todavía como artista?

-Lo que más conservo es el motor y las ganas. Esta sensación de adrenalina y de que estás conquistando espacios, porque tiene algo de egocéntrico la pintura del mural, más allá de la pared, hay mucho de apropiación, de decir “esta pared me gusta acá”, porque vos sentís que estás irrumpiendo con la cotidianeidad y con la rutina de la gente que pasa, haciendo visible espacios. Entonces, sigue estando todavía la fantasía de qué pensará la gente cuando vea ese dibujo, esa imagen plasmada en la pared que el día anterior no estaba.

«Es mucho más importante la obra como entidad. Pintaste y
la obra tiene ya brillo propio, disociada del artista»

¿Qué cosas cambiaron?

-Con el tiempo uno tiene más consciencia de que está interviniendo los espacios, antes parecía algo más violento decía “lo agarro y no me importa nada”, ahora uno tiene más empatía con los entornos y trata de que la obra no sea tan ‘acá estoy’ sino de que armonice con el lugar y de llevarle algún valor. Si pinto es para mejorarlo, no por qué sí. Cedés en la consigna porque entendés que el tema es mucho más relevante que tus ganas de pintar, sabés que estás cumpliendo una función. Cuando hay mensajes no te pones tan egoísta, es la obra al servicio de la causa. Es mucho más importante la obra como entidad. Pintaste y la obra tiene ya brillo propio, disociada del artista

-¿Sentís que buscás permanencia cuando pintas?  

-Creo que eso le pasa a todo ser humano, es como la ambición de cada uno, todo el mundo tiene esa necesidad de, no te digo trascender porque es mucho, de dejar huella. Yo le digo que tenga un sentido la acción de cada uno y que no sea irrelevante. Sentís que va a cumplir una función, le va a llegar a quien tenga que llegar y con algo de tu impronta, sentís que le estás poniendo un sentido y es una manera de permanecer porque estás aportando tu mirada. Estás interviniendo y modificando el espacio, cambiando los entornos, estás llevando la atención de aquel que pasa distraído hacia donde vos querés. Estás generando un impacto, decís ‘che, mírenme y hagan algo con esto’.

¿Qué buscás generar entre las personas y tus obras? 

-Yo lo que busco cuando pinto es que el mural tenga brillo propio y, de última, si quieren dar con el artista que se fijen la firma. Es la única manera de tomar de forma responsable esta actividad. Por la mayoría de mis murales pasé una sola vez, son más de los vecinos que tienen que convivir con el mural. Entonces trato que ese vínculo sea más importante que mi vínculo con la obra, porque, más allá de que yo no vuelva a pasar, por ahí el contexto no tiene nada que ver conmigo. Tengo que comprender qué está pasando alrededor o cómo es ese tipo de sociedad para ver qué pintar, porque después me voy y eso queda. Eso es buscar cuál es el ADN, esa cosa que parece irrelevante pero que compartimos todos, que es tan visible que pasa inadvertida pero nos une a todos.

Pinta tu aldea y pintarás el mundo

-Al haber hecho tantas obras, ¿buscar el ADN de la situación es tu forma de reinventarte?

-No, eso es lo que más me motiva y es lo más difícil también porque a veces no está. Es ver qué se te ocurre, qué dispara el lugar que vas a pintar en el momento y cómo lo unís. Es ver en qué estado de ánimo estoy y qué me regala el lugar, cada obra es única e irrepetible y, por más de que la quieras hacer en las mismas condiciones, va a salir otra cosa porque es según cómo conectaste.  Es como los encuentros, creo que es un encuentro entre el artista, quien te convoca y la pared. 

La última obra que compartiste fue Olivia mira el cielo 2 en Seúl, Corea del Sur, y  pertenece a  la serie Reflejos. ¿Cómo continuarás esta propuesta?

-La obra del artista va cambiando, hay siempre nuevas búsquedas. La serie Reflejos, es la última en la que estoy trabajando. Estoy utilizando como protagonista al reflejo y buscándole un anclaje al concepto que quiero transmitir que guarde relación con el entorno. Creo que va a seguir hasta un punto. Yo no quiero forzarlos, no es que digo que el reflejo lo tengo que poner siempre, pero sí lo tomo como un común denominador porque encuentro que desde la metáfora puedo relacionarlo con los contextos y las consignas en donde trabajo. Por otro lado, puedo desplegar todo mi potencial técnico. Los globos metalizados funcionan muy bien en el hiperrealismo y en el fotorrealismo, y desde ese lugar, me siento cómodo. Puede ser versátil, me puedo ir acomodando y siempre desde la metáfora. 

«No hay nada más lindo que pintar cerca del hogar de uno,
porque también hay feedback»

-¿Qué te hace seguir haciendo murales en el conurbano bonaerense? ¿Qué te hace volver?

-Creo que tiene que ver con mi personalidad, a mí me gusta echar raíces a donde voy, no me siento tan nómade. Siempre fui de todo lo que encuentro, que considero que se puede mejorar, tomar nota y volver a hacerlo. Son personalidades, no tiene que ver con la pintura. Me dio fuerza para empujar proyectos en Caseros adonde empecé y contagiar a otra gente. También porque es un lugar de pertenencia, es tu casa, tu barrio y siempre lo querés modificar.

Me di cuenta de que no hay nada más lindo que pintar cerca del hogar de uno porque también hay feedback, las obras te quedan cerca, vos terminás generando un vínculo después de que la pintaste con tu obra y ya no como él que la hizo, sino como el que las disfruta. Me sorprendo hasta de mí mismo o puedo ser crítico de mi obra, pero convivo. Tengo ese vínculo como tiene el vecino. ¿Pinto afuera? Tuve la oportunidad y está buenísimo, pero es frío, no estoy relacionado con el lugar. Hay mucha gente que le gusta viajar y se olvida. ‘Ay es mejor Europa, yo me voy’. Bueno, a mí me pasa que vuelvo.

AUNO-30-5-22
PRF-SAM

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