Lomas de Zamora, abril 27 (AUNO) – Hace más de un mes que Tatiana Gargano, de 18 años, y Rodrigo Villalba, de 17, fueron asesinados en Villa Fiorito. Sus familiares y amigos los extrañan. Pero ante la impunidad de un verdugo libre marcharon hacia los Tribunales de Lomas de Zamora para exigir justicia y que detengan a los culpables.
La calle cortada. Los más chicos bailando murga al ritmo de los redoblantes, algunos cantando. Se escucha un grito. El de uno amigo de los jóvenes hacia un policía: “¡Todos los días pasa lo mismo y ustedes no hacen nada!”.
Tristeza, bronca, miedo. Tristeza por dos chicos que quisieron juntarse una noche con amigos y hoy sus amigos se juntan a extrañarlos. Bronca por la justicia que parece no estar, que parece mirar para otro lado, que no aparece. Miedo a los culpables que siguen sueltos y que pueden aparecer en cualquier momento. “Preferimos no dar nuestros nombres en público por seguridad”, explicó una de las chicas presentes en la marcha.
El motivo del asesinato de los jóvenes es confuso. Los testigos aseguran que un grupo de chicos en la esquina de Recondo y Morazán, Villa Fiorito, discutió con una persona en un auto y le arrojaron piedras. “Los voy a matar”, aseguró el conductor del auto antes de irse. Tatiana, por un lado, y Rodrigo, por otro, se sumaron al grupo de 10 personas minutos más tarde. Fue cuando el conductor del auto cumplió “su promesa”. Llegó en una moto junto con otra persona y comenzó a disparar. Más de 10 tiros. Los chicos corrieron, menos Tatiana y Rodrigo. Fueron alcanzados por los proyectiles y fallecieron horas más tarde. Una familiar de Rodrigo explicó que una de las chicas sobrevivió porque cuando la persona “bajó de la moto para matarla, no salieron las balas”.
La madre de Tatiana no tiene a su hija hace más de un mes. La impotencia de no poder recuperarla no le impide luchar por conseguir justicia, pero no considera que la Policía esté actuando como corresponde. “¡Estamos reclamando hace un mes! ¿Vos me vas a decir que no encontraron nada? ¿Qué están buscando? ¡Me mataron a mi hija con 18 años!”, le recrimina al comisario que sólo responde en tres palabras: “Decíselo al fiscal”. Ella está rodeada de la contención de sus amigos y familiares, pero abandonada del respaldo de las instituciones.
“Hace más la familia que la policía. Nosotros hemos buscado lugares y datos, pero la policía dice que no los pueden agarrar. No descanso buscando domicilios, corriendo de un lado para otro, ayudando a la policía pero ellos no me dan respuesta. Estoy en la nada. Todos los allanamientos que hizo la policía supuestamente dieron negativo. Ya no sé qué pensar”, piensa y explica M entre el dolor y la indignación.
Los chicos también formaron parte de la protesta. No tienen más de 8 años, pero necesitan ser escuchados. Quisieron que su voz llegue a lo más alto, y lo lograron. Subieron al puente peatonal con fotos y banderas. Solos. Sin que ningún adulto les dijera qué decir. Sobre el lienzo blanco de nubes levantaron sus carteles y cantaron sobre el redoblar de los tambores al grito de “justicia por Tatiana, justicia por Rodrigo”.
Tatiana integraba una murga: “Los Inquietos”. Solían reunirse a ensayar en el barrio de Villa Caraza, al noroeste de Lanús. La comparsa como herramienta de expresión popular les ayudó a sus ex compañeros a alivianar su dolor. Un amigo de la joven contó que conoció a Tati desde que eran niños. “Era mi hermana”, expresó con dolor y anheló que su forma de reclamar justicia sirva para que ella “pueda descansar en paz”.
Al ver a los chicos bailar, pero a la vez reclamar, el joven supo explicar enseguida lo que sucedía: “Esto que hacemos es también para despertar la mente de los chicos porque están viviendo algo muy feo. Se dan cuenta de cómo andamos nosotros todas las noches”.
¿Quiénes son los sospechosos?
Los más allegados a las víctimas están seguros de quiénes fueron los responsables: acusan a Nahuel Corvalán de disparar contra los chicos. También apuntan contra su primo, Jorge Torres, quien habría llevado a Nahuel en la moto hasta la esquina donde Tatiana y Rodrigo recibieron las balas.
Desde la Fiscalía, ordenaron allanar la casa de los chicos de 20 años en varias ocasiones, pero nunca encontraron nada. Ni siquiera a los sospechosos. Existe una orden de captura nacional e internacional para Nahuel, pero no logran encontrarlo. Desde el grupo de manifestantes le gritan al comisario: “Lo están tapando porque pusieron platita”, seguido de varios insultos.
“Justicia por Tatiana y Rodrigo”, piden su familia. “Hablen con el fiscal”, responde el comisario. Pero la Fiscalía no dice nada. El caso no avanza. El asesino sigue libre. La murga no se calla. La murga aflora sobre las calles para hacer ruido. Y sí que hace ruido, porque saben que es la única manera de luchar para que no ocurra nunca más algo así. Porque B lamenta que hoy les ocurrió a ellos, pero “mañana le puede pasar a cualquiera… Hoy le puede pasar a cualquiera”.
AUNO 27-04-2018
EZ-AFG