Lomas de Zamora, septiembre 20 (AUNO) – Allá por la década del ’80, en un club de Jazz de Chicago, nacía una nueva forma de recitar poesía: el slam. Un torneo en el que los participantes recitan su texto en no más de tres minutos y medio frente al público y a un jurado conformado por esa misma concurrencia, que es el que elige en dos rondas a un ganador. Este tipo de competencia se ha extendido por el mundo, sobre todo, en bares under.
A unas siete cuadras de la estación de Banfield, alejado ya del centro, las casas no se distinguen unas de otras. Y menos de noche. Construcciones de no más de dos pisos, calles solitarias atravesadas por algún transeúnte y algunas paredes con pintadas. En una esquina hay una casa que no parece diferenciarse de las demás, tiene las ventanas cerradas y una única puerta que da a un pasillo oscuro. Se oye un murmullo jovial dentro de la edificación y un ruido poco común: chasquidos de dedos. Allí es el Espacio Asterisco, epicentro del Slam en zona sur.
– Chasqueamos los dedos en vez de aplaudir porque los vecinos se quejan si hacemos mucho ruido – explica So Sonia, coordinadora del espacio e impulsora de esta movida literaria en el conurbano, mientras recibe al público que pasa a un salón con un improvisado escenario bajo un reflector.
Sonia cuenta que solía ir a los slams de Capital Federal y quedó deslumbrada al ver la vehemencia con la que se podía recitar un poema y cómo el cuerpo y la voz juegan un papel crucial. Por esa razón, en 2014 decidió incorporar la actividad al Espacio Asterisco, y tuvo tal éxito que desde entonces se hace una vez al mes. Su sueño es que cada barrio tenga su propio Slam: “Así podemos hacer torneos interbarriales”, se entusiasma.
A medida que pasan los minutos, la sala comienza a llenarse de poetas, músicos, raperos y actores. El lugar no es muy espacioso, puede que las sillas no alcancen para todos y algunos tengan que sentarse en el piso. Algunos se apoyan en las paredes llenas de coloridos posters de imágenes psicodélicas y vintage.
Un personaje de baja estatura, de ojos achinados y de chaleco amarillo con lentejuelas se para frente a la multitud y lee un poema de tinte bizarro y surrealista, con voz tímida, a modo de apertura de la contienda. Es Facundo Kishimoto, un integrante del equipo del Espacio Asterisco.
– Los poemas pueden hablar de cualquier cosa. Hay muchos poemas que hablan de la realidad social. Hay quienes escriben sobre Santiago Maldonado, el feminismo, Ni una menos, la violencia de género. Otros hablan más de lo cotidiano, del viaje en tren, del barrio, y hay quienes eligen abordar cosas personales, sentimientos, sensaciones… Lo que se juzga es la manera en que se recitan, no tanto el contenido. El manejo del público, del tiempo, del cuerpo. Si tienen carisma y logran hacer que el público empatice con ellos – entiende Kishimoto.
Con cuatro torneos a cuestas, Tiago forma parte de “la nueva generación de slamers”. Relata que la primera vez acompañó a un amigo y lo que vio le “voló la cabeza”. Él escribía cuentos, pero ahora le tiró más la poesía en las que intenta escribir sobre cosas que siente. Debido a su timidez, lo ve “como una forma de sacar afuera todas las cosas de adentro”.
Esta corriente de Banfield es una de las muchas expresiones literarias de las calles del conurbano en las que se cuentan historias y realidades. Movidas que pasan inadvertidas entre casas que no se distinguen unas de otras, que buscan ser descubiertas y llevarse todos los chasquidos.
(*) Nota realizada para la materia Taller de Periodismo Gráfico
AUNO 20-09-2017
AC-AFG