Lomas de Zamora, abril 30 (AUNO).- El cielo violeta contiene la furia de la lluvia pronosticada para el fin de semana, sin embargo la fila de personas que espera entrar al Teatro Maipú, de Banfield, se extiende hasta la esquina. El horario de la función de Desencajados, con el filósofo Darío Sztajnszrajber junto a la banda encabezada por Lucrecia Pinto, está anunciado para las 21.30, pero la puntualidad no va a ser la clave de la noche.
Pasadas las 22 el público ingresa a la sala: no hay lugar que quede vacío. Sólo el humo se ve sobre las tablas. No hay telón que tape la escenografía del living de una casa: un sofá en una punta, un sillón en la otra, una mesa con dos sillas en el medio, una maceta, libros tirados y entre ellos la guitarra de Martín Capici, el bajo de Juan Finger y la batería de Lucas Wilder. Dos voces se escuchan por los parlantes, las de Darío y Lucrecia, que piden que los celulares sean apagados. En una confusión de conceptos terminan con Pinto pidiendo “por favor, apaguen al filósofo”.
Las luces del teatro se apagan. Unas sombras fantasmagóricas se acomodan en el escenario, una en una punta y la otra en la opuesta. La iluminación se atenúa y la guitarra de Capici comienza a sonar. “¿Cuándo fue la última vez que te escapaste de lo cotidiano y te abriste a la pregunta?”, pregunta Darío cuando sale a escena con un paraguas. Es uno de los tantos cuestionamientos que hace. Se aprecia la voz de Lucrecia que canta “¿A dónde van?”, de Silvio Rodríguez.
Así es cómo la obra filosófica abre la noche frente a los espectadores ávidos por escuchar, por cuestionarse sobre varios temas que Darío, junto a la banda, se dispone a desandar durante más de dos horas. Cada tópico se anuncia con el típico silbidito de un Samsung y cierra con un cover del rock nacional. El tiempo, el amor, la otredad, el poder, los vencidos, dios, la existencia individual son los ejes que recorren el espectáculo con un hilo común: la crítica a lo impuesto por el sistema capitalista y el poder del Estado.
El tema central y del que se desprenden los demás, por ser el impulsor de los vínculos, es el amor. Ese momento empieza con la lectura de un tweet que sentencia “el amor duele”. Darío se para en medio del escenario con todas las luces sobre él y los chistes afloran.
“Como hoy llenaron la sala, ustedes se merecen que les revele por qué el amor duele: les voy a contar un mito”, exclama y el público estalla en risas para luego participar del relato de la teogonía de Afrodita, la diosa del amor. Mientras, la banda sale y se acomoda para interpretar “Tu amor”, el clásico de Charly García y Pedro Aznar. Darío y Lucrecia juegan, bailan, se enamoran para el público. Ella enamora con su potente voz.
A través del relato sobre lo que expuso el filósofo francés Jean-Luc Nancy en una conferencia europea sobre extranjeros y su experiencia personal con la operación de corazón que le permitió seguir con vida, Darío, para explicar la otredad, concluye con la reflexión: “lo propio lo estaba matando, lo extraño lo salvó. Abrirse lo salvó”.
Es imposible escapar al tema de la relación de pareja y cómo siempre se entiende a través del “me”, del “me completa”, “me armoniza”. El otro es una posesión. “¿Cómo se tiene una novia? Para vos una novia ¿Es una posesión?”, se pregunta. El motor de la obra es movilizar al público a través de preguntas imposibles de responder y que Darío aclara que seguramente no resolverá en la función.
Pero el amor no sólo se traduce en las relaciones de a dos, sino con todos. Desde esa perspectiva analiza el poder y sus estructuras a través del discurso de los vencidos. Darío está nuevamente en el centro del escenario, pero esta vez con un libro en la mano. “Voy a leer un poema de Bertold Brecht: ‘Preguntas de un obrero que lee’”. Más que leer, recita de memoria. Su voz se eleva más y más al llegar el verso final. Suena un tecno tango. La voz aterciopelada de Lucrecia acompaña el ritmo del bandoneón de pista hasta que grita “ensayo general para la farsa actual, teatro antidisturbios”. Es “Vencedores vencidos”, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Dos horas pasaron, la función finaliza con un público extasiado y feliz. Al saludar y agradecer Darío dice “como es sábado nos vamos bailando” y el cierre es con “Vete de mi lado”, del popular grupo de los noventa Los Chakales. Unas personas esperan a Darío para saludarlo, quien les comenta: “Es raro un espectáculo de filosofía a sala llena un sábado. Hay evidentemente una necesidad de pensar y filosofar, más cuando se nos quiere hacer creer que pasó de moda el pensamiento crítico”.
A pasitos de él, Lucrecia le comenta feliz a un amigo que la fue a ver: “Esto es una comunión, una interacción, un vínculo. Es hermoso que esto suceda”. Afuera la lluvia cae con fuerza, como todas las preguntas de la noche.
AUNO-30-04-2018
AEB-MDY