Larga vida al Emperador

Julio César Falcioni firmó contrato por dos años más y extendió así un vínculo que, pase lo que pase, será para toda la vida. «Hay que trabajar día a día para hacer un club más grande. El objetivo es crecer para darle más alegrías al hincha», señaló el entrenador que dejó su firma en la página más gloriosa en la historia de la institución del Sur del Conurbano bonaerense y que desde hace tiempo es amo y señor en el «Taladro».

Mariano Verrina

Dentro de muchos años, el abuelo le hablará a su nieto de él. Le dirá que aquel hombre con rasgos bien marcados y cara de malo hizo feliz a mucha gente. Intentará explicarle al pibe que lo de ese señor y ese club fue amor a primera vista, que no hubo ningún antecedente entre ellos que invitara a soñar con un futuro juntos. Y que con el tiempo se convirtió en amo y señor. Le contará de su primera etapa, pero profundizará en la segunda. Hablará del campeonato. Y remarcará ese 13 de diciembre de 2009, que hoy se ve tan cerca en el retrovisor pero que cobrará su justa dimensión cuando se vaya alejando. Aquella tarde en la Bombonera, ese tipo que se hace el malo estaba llorando como un nene, miraba el cielo, agradecía y dedicaba. Revoleaba su abrigo entre un abrazo y otro. Hace rato que Julio César Falcioni dejó grabado su nombre en la historia de Banfield. El título conseguido en el Apertura –el primero en 113 años de historia- le agregó una pátina indeleble a la relación. El lunes, JCF extendió su contrato dos años. Todos saben que, pase lo que pase, el vínculo será eterno.

“En la primera etapa estuvimos dos años, ahora llevamos un año y medio al frente del equipo y esta renovación nos gratifica como grupo. Es un reconocimiento al trabajo que venimos haciendo”, afirmó Falcioni, que en su primer paso llevó a Banfield a los cuartos de final de la Copa Libertadores 2005 la mejor participación internacional del club y en paralelo consiguió el subcampeonato en el torneo argentino.

Pero el Emperador ya mira hacia adelante. “Hay que seguir creciendo y buscando darle más alegrías al hincha. De cara a lo que viene será importante mantener la base del equipo, ya lo conversamos y a este grupo se debe hacer un retoque. Hay que trabajar día a día para hacer un club más grande”, señaló.

En su regreso, Julio demostró que las segundas partes también pueden ser buenas. Y en su caso, mejores. Según sus propias palabras volvió “diferente” porque le sacó jugo al tiempo que disfrutó lejos del fútbol. Sus dirigidos cuentan que ahora está más abierto al diálogo, que escucha mucho al jugador y que es simple a la hora de bajar líneas.

Hace casi un año, cuando pegó la vuelta tras saldar viejas deudas con el presidente del club, Carlos Portell, tomó a Banfield cerca del precipicio y con la Promoción asustándolo como hacía tiempo no ocurría. Falcioni lo enderezó. El cierre del Clausura 2009 le sirvió para saber con quiénes quería seguir contando y con quiénes no. Armó su dupla de ataque con los uruguayos Sebastián Fernández y Santiago Silva. Los resultados son conocidos. Pidió que no dejaran ir a Walter Erviti, algo que, por ese entonces, pretendían los dirigentes. Y en el receso eligió refuerzos con poco cartel y mucho rendimiento. Así se gestó la estrella que llegó en diciembre.

Para este año se ganó el premio de la doble competencia. Ese que, en paralelo, trae el dolor de cabeza de intentar hacer dos cosas al mismo tiempo, con un plantel corto y el riesgo latente de no llegar a buen puerto en ningún frente. En el medio, perdió a Silva en una maniobra desprolija que, seguramente, hubiera causado otra reacción en el “anterior Falcioni”. En este caso, fue a buscar a Rubén Ramírez, que llegaba con exceso de kilos y escasez de confianza. Los resultados también están a la vista.

Y ahí anda Banfield. Falcioni lo va llevando de la mano. Elige cuándo poner a los habituales titulares, cuándo rotar, cuándo arriesgar más de la cuenta, cuándo quejarse de los arbitrajes… Le regala todo el mérito a sus jugadores y tiene gestos de grandeza como el del miércoles contra Deportivo Cuenca, cuando dejó que Cristian Lucchetti recorriera 100 metros para patear un penal, a pesar de sus preferencias futboleras.

Disfruta a su manera. Elige no histeriquear con un posible coqueteo de Boca, el mismo club que lo dejó con las ganas hace unos años. Y extiende su relación con Banfield. Tanto el club como el entrenador saben que llegaron a lo máximo de sus historias juntos. Y que, pase lo que pase de ahora en más, la huella será imborrable y el vínculo será eterno.

AUNO-22-04-10
MV-LDC

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