Lágrimas de tinta

El humorista gráfico y dibujante argentino falleció esta madrugada a los 63 años luego de darle batalla a un cáncer. Su obra cumbre fue Clemente, uno de los emblemas de la historieta argentina junto con Patoruzú, Inodoro Pereyra y Mafalda. Pero también fue un importante promotor del arte de la animación y de la industria cultural.

Lomas de Zamora, mayo 8 (AUNO).- El humorista y dibujante argentino Carlos Loiseau, conocido por todos como Caloi, murió esta madrugada a los 63 años tras permanecer internado en delicado estado de salud en el Instituto del Diagnóstico luego de darle batalla a un maldito cáncer.

Caloi quedó grabado a fuego en la memoria colectiva de los argentinos de la mano de su legendario personaje Clemente, con el que cautivó a varias generaciones desde las páginas del diario Clarín. Sin embargo, su aporte a la industria cultural fue mucho más allá, ya que además fue un continuo divulgador del arte de la animación y todo lo referido al mundo del dibujo humorístico.

Nacido el 9 de noviembre de 1948 en Salta, Loiseau se afincó en Adrogué y publicó sus primeros trabajos como profesional en 1966 en la revista Tía Vicenta, uno de los íconos del humor gráfico en el país. Un año más tarde, su obra se pudo seguir en María Belén, donde colocó una serie llamada Artista, Flor, Ejecutivo.

A partir de 1968 comenzó a colaborar con el diario Clarín –donde trabajó hasta la actualidad con su tira Clemente y su página de humor en la revista Viva-, al mismo tiempo que oficiaba como dibujante de las secciones política y humor de la revista Análisis. Entre 1976 y 1982 también engalanó las páginas del semanario deportivo El Gráfico.

El año 1973 marcó una bisagra en su carrera, ya que fue entonces cuando nació Clemente. Sin embargo, el personaje –una especie de ave, sin brazos ni alas, “sin lugar en la escala zoológica”, como él mismo definió- era la mascota de Bartolo, un motorman de tranvía que arrancó como frontman de la tira.

Clemente, porteño por excelencia, fue ganando protagonismo con el correr de las viñetas y se transformó en la nave insignia de Caloi. A tal punto que fue el responsable de la lluvia de papelitos que quedó como marca indeleble del Mundial de Argentina 1978, ganándole una guerra dialéctica al entonces relator de fútbol –y de la triste historia oficial- José María Muñoz.

Además, la tira dejó para el recuerdo un colectivo de personajes que incluyó a la entrañable Mulatona, una morocha despampanante que desvelaba al bípedo amante de las aceitunas, el inefable Jacinto y el inolvidable Hincha de Camerún, que tuvo su pico de fama durante el Mundial de España 1982.

Clemente jamás ocultó su fanatismo por Boca, a pesar de que Caloi era hincha de River y diseñó el león que lució el club de la banda roja en su camiseta en 1986, año de su apogeo deportivo.

Ya instalado en el corazón de los argentinos, Loiseau siguió trabajando y se destacó como un incansable promotor del arte de la animación a través de su multipremiado “Caloi en su tinta”, un envío que tuvo pantalla durante varios años en Canal 7.

Su última obra puede verse todavía en cines, ya que unas semanas atrás se estrenó el largometraje “Anima Buenos Aires”, donde se puede disfrutar de un corto de su autoría.

Tan generoso fue para el mundo del humor que no sólo entregó sus inoxidables viñetas como legado, sino que también dejó un gran discípulo: su hijo, Matías Loiseau, conocido como Tute, que desde hace tiempo surca su propio camino, aunque con la marca distintiva del gran Caloi.

AUNO 08-05-12
MFV

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