Mía Fedra, actualmente es la primera –y única- tenista transexual en el mundo. Ella compite en la categoría senior +35 y hoy está número dos en el ranking nacional. Desde joven jugó al tenis, pero el correr de los años la hizo tomar una decisión. A los 18 llevó adelante su transformación. La Ley de Identidad de Género la devolvió a su pasión que aún hoy disfruta.
Nacida en Adrogué hace 31 años, Mía nunca imaginó que hoy iba a poder disfrutar de su primera pasión con la libertad que lo hace. Desde siempre el deporte la acompaña: probó con atletismo, taekwondo y fútbol, pero en el tenis encontró su deporte. A los 8 años, comenzó dándole a la pelotita amarilla con la paleta de pintor de su papá. La curiosidad la llevó al Club Village de su ciudad natal, donde dio sus primeros pasos. Llegó a ser 26 del ranking nacional con 14 años. Su gusto por la raqueta y su nivel hacían creer que tendría un gran futuro por delante en el mundo del deporte, pero a los 18 años se dedicó a darle vida a Mía.
Antes de su cambio de género, su imagen no le cerraba a varios. Ropa neutra, pelo largo y vincha hablaban de un jugador andrógino. Ella cuenta que a los 16 ya se veía femenina y que los chicos la miraban raro. Claro, no se podía vestir de chica contra sus rivales y optó por vestirse como la tenista Martina Navratilova: short y chomba.
Sin chances en el tenis -–por cuestiones obvias de género– decidió dedicarse a la indumentaria y se fue a vivir a Capital y a estudiar a la Universidad de Buenos Aires. Al año de estudiar Diseño su vida cambió, llegó la noche y modificó rotundamente el vivir de Mía Fedra. Tomaba alcohol, fumaba y su vida, según ella, “era un brindis continuo”. Ojo, para ella era una fiesta, la gente la conocía, la quería, tenía popularidad y ganaba muy bien. Para Mía “el mundo del Jet-Set» era su única salida.
El 2012 fue el cambio rotundo de Mía Fedra. Llegó la Ley de Identidad de Género y con eso su regreso al tenis. Le costó alejarse de la noche, no supo cómo reintegrarse al mundo de la raqueta y mucho tiempo convivió entre el tenis y los boliche. Hasta que se dispuso hacer un profesorado.
A Mía le encanta la noche, el modelaje y los boliches, pero no la llenan. Desde que se puso en pareja, se mudó a Temperley y regresó al tenis, dejó la vida de fama y reconocimiento para, como dice ella, “reencontrarse con el verdadero amor”.
Fedra da muy pocas clases particulares cuando se lo piden, porque está “metida” en su carrera tenística. No le gusta “chapear” con sus alumnos, y prefiere ser una profesora de bajo perfil. Actualmente da clases a más grandes, que, según ella, tienen más facilidad para aprender, ya que no tiene mucha paciencia.
Ella se define como una persona coqueta, divertida y simpática. No le gusta contar su historia, a menos que se lo pidan, y mantiene su bajo perfil durante la noche. Vive vestida con ropa deportiva, porque nunca sabe “cuándo puede haber una cancha de tenis disponible”. Se define como una mujer familiera que le gusta pasar mucho tiempo con sus sobrinos y que necesita de alguien que la organice, para no estar “tan a la bartola”.
Se bancó económicamente sola desde los 18 años, y no se reconoce como una persona adinerada. “Mi viejo laburo toda su vida para bancar que yo juegue al tenis. Fuimos siempre una familia de clase media que la lucho para tener todo lo que tiene”, cuenta.
Hoy es número dos del ranking nacional y entrena en el Darling Tenis Club, ubicado en Capital Federal. Ahora se encuentra buscando sponsors para poder mejorar y llegar no sólo a ser la primera en el ranking, sino también poder viajar a competir a otros torneos en el exterior. Ya compitió en Croacia, donde ganó una gran cantidad de puntos que le sirvieron para el ranking. Además, jugará el Mundial este año por el gran 2019 que tuvo.
¿Su sueño? Mejorar el saque y el revés.
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