La generación rodada

En la localidad de Ministro Rivadavia entrena todas las semanas el equipo de básquet sobre sillas de ruedas del municipio, que disputa por segundo año consecutivo la Liga Nacional. Los entrenadores expresaron que el objetivo para esta temporada es llegar nuevamente a la final y que los jugadores avancen a un “un nivel de federación y de selección”.

Marcos Stábile

Lomas de Zamora, sep. 07 (AUNO)- Embocar una pelota de básquet en un aro es un desafío difícil, inclusive para deportistas profesionales. Hacerlo desde una silla de ruedas parece imposible. Pero hay chicos que lo hacen, y bastante seguido. Se trata del equipo de básquet adaptado de Almirante Brown que entrena en el Polideportivo Municipal ubicado en la localidad de Ministro Rivadavia. Se prepara para los encuentros de la Liga Nacional de Básquet Sobre Silla de Ruedas, que transita la tercera división.

“Abrí, abrí”, ruge Denise Lestón, una de las entrenadoras del equipo, ante la duda de uno de los jugadores e intenta que su voz se alce por encima del zumbido de las sillas que aceleran y los gritos que retumban en el Polideportivo. El entrenamiento es duro, pero Lestón se justifica y comenta que están buscando “un nivel de federación y de selección”.

Con respecto a la forma en que los jugadores toman contacto con la actividad, Denise sorprende: “A la mayoría los paramos en la calle y los invitamos a jugar. Ellos quizás conocen otro amigo, o a gente con la que han compartido rehabilitación, y es también bienvenida a participar”.

El combinado de Brown asiste por segundo año consecutivo a la Liga Nacional, e intenta reiterar la gran performance con la que debutó en la temporada pasada y que lo llevó a disputar una reñida final por el ascenso contra Newell´s Old Boys de Rosario.

Desde el costado de la cancha se respira el esfuerzo y la voluntad de los participantes que persiguen y disputan la esfera naranja como si de ello dependiera su vida. Porque a veces chocan las sillas y algún jugador pierde la estabilidad y cae. Es consciente que cualquier accidente implica un riesgo, pero en menos del tiempo que le lleva a uno sorprenderse, se levanta con la fuerza de quien sabe que ningún obstáculo, ni siquiera una distinción física, le impide lograr sus objetivos y volver al ruedo.

El valor de cada silla se acerca a los 20 mil pesos, por lo que cada día de entrenamiento se vive con la consciencia de saber que el acceso a disfrutar de estas actividades no ocurre en todos lados. “La sensación de ver que los pibes se van comprometiendo cada vez más es buenísima”, comenta Martín Flores, otro de los entrenadores del equipo.

El ímpetu de los jugadores tiene que ver, para Flores, con que ellos “no tienen la posibilidad de levantar el teléfono y organizar un partido”. La oportunidad de practicar el deporte no se da en todos lados y los recursos con los que hay que contar no son para cualquiera. En Brown la actividad se hace posible a través de la donación de sillas adaptadas por parte del municipio o la gestión de las obras sociales.

El programa deportivo incluye también otras actividades adaptadas para personas con capacidades diferentes, entre las que se destacan handball, atletismo, torball y clases de natación, fútbol y gimnasia aeróbica.

Un silbatazo apaga el griterío del juego y señala el fin del entrenamiento. Entre los murmullos que se escapan por la ventana del vestuario se eleva un repertorio de chistes, consejos técnicos y repasos de jugadas destacadas, que refuerzan entre los participantes la idea que los obstáculos pueden pasarse por arriba a fuerza de brazos para mover las ruedas.

*Nota realizada para la materia Taller de Periodismo Gráfico
07-09-2015
ME-AFG

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