Lomas de Zamora, mayo 26 (AUNO).- El barrio donde se encuentra el club San Martín, de Burzaco, está copado de pibes y pibas. En el microestadio, los Gardelitos van a presentar su nuevo tema “Sortilegios de arrabal”. Birra en lata, fernet en botellas cortadas, camperas Adidas oscuras con líneas blancas, zapatillas Topper al borde de la desintegración son muestras de que el público stone no ha desaparecido del mapa urbano. Son menos, pero aún existen y fuman, un montón. El olor de las flores se siente al respirar el fresco otoñal.
“Somos pocos, no trajeron la seguridad que dijeron”, se queja una de las cuatro oficiales que están en la esquina con apenas una vallita. Se miran nerviosos cuando los cánticos “yo no soy careta” o “Mauricio Macri la puta que te parió” se escuchan nutridos de muchas voces.
A eso de las 22, la calle empieza a quedar vacía. La fila para entrar es lenta y más cuando los que no tienen entrada son rebotados. Algunos se resignan y pegan la vuelta, tal vez más tarde lo vuelvan a intentar, pero otros con más alcohol en sangre causan tensión y gritos.
El microestadio se llena rápidamente, hay al menos 1.500 personas. Las luces se apagan y de los parlantes salen tres temas para calentar la fiesta popular: uno de Callejeros, otro de La Renga y cierra uno de Patricio Rey y sus Rendonditos de Ricota.
Los saltos están a la orden del día. Las canciones terminan. Las risas, los gritos y los “vamo´ los garde” son los sonidos que toman el lugar por unos minutos, los que dura el tango cantado por Carlos Gardel que suena de fondo.
La oscuridad se rompe. Los cuatro con sus trajes y sombreros negros, bien tangueros, se apostan en sus lugares: Yamil en la guitarra; Eli en la voz y la otra viola; detrás de él Jero en la batería y por último Ponch en el bajo.
“Sortilegios de arrabal” suena y dos colosos inflables se corporizan lentamente a los costados del escenario: uno es un compadrito de sombrero que toca una guitarra; el otro un ángel parado debajo de una típica luminaria porteña. Mientras la letra de la nueva canción pasa en la pantalla de atrás, los muñecos se mueven al ritmo de la música y cuando la oscuridad los envuelve fugazmente parecen zombies por el verde flúo de sus ojos.
El contenido político de la noche comienza a vivirse cuando Eli grita con fuerza “si allá, por Constitución, la yuta obliga a las putas a vender milonga”. Otro momento parecido se asoma con “Dueños del poder”, dónde el cantito contra el presidente Macri se escucha más fuerte que en la calle.
“Subcomandante Marcos” es uno de los temas más queridos y cantados. El neoliberalismo actual contrasta con la figura del revolucionario del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional mexicano que la banda pinta en la letra.
Las banderas, en un círculo cercano al escenario, ondean suavemente entre el humo. Las luces se prenden y apagan detrás de los trapos. Tienen diferentes inscripciones, sobre todo de los lugares que vinieron: Córdoba, Santiago de Estero, Tucumán. Sin embargo, la que se lleva todas las miradas es la que reza “Macri gato”.
Los gardelitos no tienen un gran despliegue musical, todo lo contrario, la simpleza del sonido es su fuerte y es admirable porque el público festeja cada canción. Las más sentidas son las que hizo el difunto Korneta, quien fuera el papá de Eli. “Vamos copando las villas argentinas, de la mano del Korneta y su familia”, cantan en los descansitos que se toma la banda. La imagen del ídolo mítico puede más que la denuncia por abuso en su contra que salió en julio de 2016. Ese mismo ídolo que su hijo repudió.
Hay lugar para la nostalgia cuando suena “Monoblock”, la historia de un provinciano que deja el campo para vivir en la ciudad donde son muy grandes las posibilidades de que el amor se destruya por la soledad, el Estado, la religión, el miedo. Ésta “es para los que vinieron de lejos”, recalca Eli. En “Cobarde para amar” las manos de los pibes y pibas se levantan para señalar ese alguien invisible a quien se la dedican. Extrañamente también suscita besos y abrazos poderosos en las parejitas.
La noche se hace larga. Sorprende por lo visual, pero por momentos se vuelve demasiado simple. Tal vez los fusibles se quemaron en los primeros temas. Pero el público disfruta igual la fiesta popular al sonar “Anabel” o “Mezclas raras”, en los que se reactivan los saltos de los cuerpos borrachos y cansados.
Pocos minutos antes de la 1 termina el recital. Muchos no saben dónde tomar algún colectivo así que preguntan para guiarse, mientras cantan con emoción algunos de los temas que sonaron en la noche gardelera en Burzaco.
Fotografía: Amanda Ferro
AUNO-26-05-2018
AEB-MDY