Junio, un mes elegido para golpes de Estado, masacres y fusilamientos

Junio fue el mes elegido para cometer actos de violencia y terrorismo de Estado, en el siglo XX. Los golpes de 1943 y de 1966. Los fusilamientos y la masacre en Plaza de Mayo.

Junio puede ser visto como un mes de clausura de etapas políticas e inicio de otras; un mes de fríos que recuerda hechos trágicos, colmados de violencia.

El 4 de junio de 1943 se puso fin a la Década Infame, que se había iniciado en septiembre de 1930, el mes de la política de la Argentina que en algunos casos contradijo a la primavera, aunque ese gobierno de facto jamás se haya propuesto generar el 17 de octubre de 1945.

La Década Infame había dado comienzo con el derrocamiento del gobierno popular y constitucional del radical Hipólito Yrigoyen, golpe que contó también con el apoyo mediático de los principales diarios y revistas.

A raíz de aquel golpe de 1943 el coronel Juan Domingo Perón inicia su carrera política como secretario de Trabajo. El resto de la historia es sobradamente conocida.

Sin embargo, junio, que en aquel caso dio vía libre a un movimiento político con la jornada popular de octubre de 1945, otras veces fue el mes que dio nacimiento a la noche. Por ejemplo, el golpe del 28 de junio de 1966 contra el presidente Arturo Humberto Illia.

En esa ocasión, lo derrocó la dictadura del general Juan Carlos Onganía, quien había llegado a semejante acción luego de una intensa campaña mediática en contra del gobierno constitucional de ese presidente de origen radical.

Illia, que había sido electo en medio de la proscripción del peronismo y de Juan Domingo Perón, a quien se le impidió su regreso a la Argentina en 1964, aplicó varias medidas progresistas, entre ellas la no aceptación de negociaciones con el FMI y una ley de Medicamentos.

El 16 junio de 1955 fue otro día desgraciado para el pueblo argentino y especialmente para los inocentes peatones que cruzaban la Plaza de Mayo. Poco más de trescientos muertos provocaron las bombas tiradas por militares de la Marina. Se había planeado matar o derrocar a Perón.

Por ese ataque terrorista se había pedido el año pasado a la Justicia que se investigase el hecho por considerar que fue un crimen de lesa humanidad, es decir que no prescribe. El caso quedó en manos del juez federal porteño Ariel Lijo.

Oficialmente se consignó el año pasado que los muertos fueron 308, aunque no se contaron a los quedaron heridos o los que a raíz de la sorpresa les generó problemas al corazón y luego murieron. Por ese motivos no es un error señalar que el número de víctimas sobrepasaría largamente los 300.

El hecho generó la investigación Bombas sobre Buenos Aires, Vergara, 2005, un libro de Daniel Cichero. En esa acción tomó parte, entre otros, el radical Miguel Zavala Ortiz, como parte de los comandos civiles que se dedicaban a cometer atentados terroristas o poner bombas en concentraciones peronistas.

“La UCR también fue afectada, ya que Miguel Zavala Ortiz había sido uno de los protagonistas civiles del ataque para matar a Perón, y había fugado al Uruguay en uno de los 39 aviones utilizados para ese fin por los rebeldes”, asegura Fermín Chávez en su documentado libro Perón y el peronismo, Buenos Aires, Oriente, 1988.

Ese mismo Zavala Ortiz fue canciller de Illia, 1963-1966, gestión que impidió volver a Perón a la Argentina en 1964.

  • Carta al verdugo, la leche y los medios*

El 9 de junio de 1956 un grupo de militares con apoyo de algunos dirigentes gremiales protagonizo un levantamiento armado contra la dictadura de la autodenominada ‘Revolución Libertadora’, que no dudó en fusilar a los militares y civiles que pretendían restablecer el orden democrático.

“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado”, escribe el general Juan José Valle, en su carta que le enviase a su camarada golpista, el general Pedro Eugenio Aramburu, el 12 de junio de 1956.

Luego Valle puntualiza: “Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo”.

El general a fusilar le dice a su verdugo algo significativo y parece ser una política de Estado en la Argentina: el apoyo mediático al terrorismo de Estado y a la violencia.

“Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes”, señala Valle.

“El odio hacia el peronismo no sólo se daba en el Ejército y la Marina, los partidos políticos que integraban la Junta Consultiva apoyaron y felicitaron los fusilamientos. Una frase tristemente celebre de aquellas horas la dijo el dirigente socialista Américo Ghioldi: ‘Se acabo la leche de la clemencia’”, escribe Alfredo Silletta en su libro La Patria Sublevada. Una historia de la Argentina Peronista, Buenos Aires, Latinoamericana Editora, 2002.

Esos hechos dieron lugar a unos textos periodísticos luego convertidos en libro: Operación masacre, de Rodolfo Walsh, quien a su vez había escrito a favor de lo aviadores golpistas de la base aeronaval Comandante Espora, en Bahía Blanca, quienes también se habían sublevado en junio para bombardear Buenos Aires.

Waslh, aunque años después hace una autocrítica, le canta a los golpistas en dos notas: ‘2-0-12 No vuelve’ y ‘Aquí cerraron sus ojos’, escritos para la revista Leoplán. A pesar de ello, después la misma Marina habría de rechazar el homenaje que el escritor había hecho a los marinos sediciosos.

AUNO 04-06-10
FL-HRC

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