No llores, porque no ibas a llevar a tus hijos al Italpark

Del parque de los sueños que terminó en tragedia, la mejor versión 2017 es una novela que lleva su nombre como poderosa etiqueta ¿Es o no es? Fijate en esta nota si eso tiene importancia.

Leo Torresi

Todo lo que termina, termina mal:

En el artículo de Wikipedia está todo (dentro de lo que se puede considerar “todo”); los juegos viejos y los nuevos; lo que fue y lo que pasó.

Fotos aéreas, hay una de 1978:

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Pero videos del Italpark hay algunos más, por suerte. El más lindo, el que transmite mejor el clima de la época, es este (“Filmando a las nenas”, se podría llamar):

Pero no llores, porque nunca ibas a llevar a tus hijos ahí: con el paso de los años el Italpark iba a ser inviable. Hoy es otra escala ¿Adónde ibas a estacionar el auto?

Así que la versión posible para 2017 es una novela. Ahí el parque es o no es. En la tapa hay una Vuelta al Mundo que no estaba. El Pulpo se parece al tren fantasma.

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Con este tipo de interrogantes, le mandamos unas preguntas por mail a Mariano Favier, el autor de Italpark.

1 ¿Calculaste que el nombre de la novela funciona como etiqueta y pone mucho peso sobre el recuerdo del parque?

2 Dijiste que (la novela) no habla sobre el parque sino sobre la manera en que se lo evoca ¿Eso cómo es?

3-¿Ibas mucho al Italpark o para vos es algo más narrado?

4 ¿Qué encuentra en la novela alguien para quién el Italpark no representa mucho?

1- Supuse que el nombre funcionaría así. Quería jugar con la evocación, con las expectativas a través del título y ver qué pasaba después: decepción, interés, confusión, etc. Las etiquetas cumplen esa función de nombrar o referenciar de manera directa una cosa, el sentido es uno solo. Fijémonos si no en internet, en la televisión. Entonces, sabía que el título era ese: al revés de lo que se suele decir, acá el título fue lo primero.Por otro lado la tapa, que está muy lograda, cumple un poco también con esa función: lo que muestra es y no es el Italpark. Más allá de una cuestión de diseño, de la estética editorial, se podría haber tomado una fotografía cualquiera de los años de apogeo del parque. Hay muchas imágenes de ese tipo, pero se optó por esta ilustración de un paisaje como en ruinas, desolado, que no se corresponde necesariamente a la imagen de decadencia del Italpark, es otra cosa.

2- Eso está ligado al juego con el nombre. Si nombrar algo es evocarlo, ya en los primeros capítulos puede verse que hay una especie de obsesión por narrar o evocar al parque desde perspectivas a veces contradictorias, incompatibles. En algunos casos está muy claro que ese Italpark no existió nunca, en otros podría tratarse de una anécdota verídica. La novela juega con esa estructura de falso documental y las voces tratan de construir un relato, no siempre lineal, de lo que fue el esplendor, del accidente, del cierre, desde un presente indefinido.

3- Fui pocas veces, tres o cuatro, porque no me quedaba cerca y era bastante chico. Tengo algunos recuerdos desdibujados, que de poco me sirvieron para la novela. Sí tomé una idea de inocencia, de aparente simplicidad que sentí siempre sobre esa época. El resto es invención.

4- Se va a encontrar con una historia coral que le puede llegar a gustar o no. Muchos jóvenes que no llegaron a vivir los ochenta tienen de todas maneras curiosidad sobre esos años porque oyeron comentarios de sus padres o porque los vinculan con el rock y el pop, géneros que han definido o moldeado la idea de juventud. Hoy ser joven es otra cosa, pero hay algo en ese mundo arcaico y desconocido que los llama. Y ahí está el Italpark, con esos juegos y esa estética.

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El Italpark empezaba adonde terminaba el paredón de Retiro. Mejor dicho, empezaba con el paredón: quería decir que ya llegabas. Venecia, la calesita con barcos que giraban sobre el agua, pagaba con creces el viaje en la etapa infantil. La montaña rusa vieja, la_Súper 8 Volante, estaba del lado de allá, las tazas del lado de acá, la montaña rusa nueva, el Corkscrew (nombre difícil que, al final, quería decir “sacacorchos”), estaba atrás de todo.

Adonde está el busto de Botero ni idea qué debía haber (“Ni idea” es algo que uno dice para no pensar: siempre hay alguna idea).

Debía hacer calor.

Queda un sentimiento:

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