Lomas de Zamora, mayo 24 (AUNO).- El frío de los últimos minutos del sábado y los primeros del domingo había provocado que tiritaran las personas en la fila de la puerta del Auditorio Sur, donde se realizó el festival “El Cumbión de La Delio Valdez”. Sin embargo, a medida que entran al boliche de Temperley el calor de sus cuerpos comienza a subir con el ritmo de las clásicas cumbias latinoamericanas que Dj Sonido Parrandero hace sonar en los parlantes. Las parejas bailan más pegadas y a algunos solitarios, blandos de corazón, ya se les pianta un lagrimón. Repentinamente, el ambiente cambia de manera radical cuando las luces se apagan.
En la penumbra se puede distinguir que ocho figuras invaden el escenario. Se acomodan en sus puestos y, con furia, las timbaletas rompen el silencio. Las luces de colores dibujan círculos sobre la gente y dejan al descubierto a la banda. En los grupos de cumbia más tradicionales los integrantes usan los mismos trajes, cual uniformes que reafirman su identidad. Pero quienes están sobre las tablas visten todos diferentes prendas deportivas de los equipos a los que siguen. Hay una corista, que lleva puesta una remera animal print. Los demás son todos hombres que comienzan a tocar con todas sus fuerzas los instrumentos. El cantante, que empieza a agitar el ánimo del público, anuncia el nombre de la agrupación: FANTASMA. Al hacerlo, su voz, que arrastra la última “a”, se torna gutural, y por un segundo pareciera que Cannibal Corpse está frente a la audiencia.
La escena queda iluminada por los colores saturados de las imágenes psicodélicas que proyecta Vj Nectar en la pantalla de leds detrás de la banda, mientras los instrumentos suenan con potencia y dan comienzo a la primera canción en vivo de la noche: “Tas re fantasma”.
El teclado suena a cumbia villera indiscutidamente, sin embargo no se lo puede encasillar en ese género porque también hay sonidos que remiten a la cumbia clásica. Se distingue un remix que la banda logra en vivo mediante un sintetizador, y la posibilidad de encasillar a los Fantasma se desvanece. El Negro, cantante de visera y capucha, despliega movimientos bruscos y da la impresión de que el punk y el nü metal supieron anidar un tiempo en su corazón. Pero también mueve las manos con furia, cual MC del Bronx. La mezcla resulta explosiva: quienes todavía no se sienten convencidos dejan de gritar para escucharse en sus conversaciones y giran la cabeza hacia el espectáculo.
Cada segundo que pasa en el escenario está caracterizado por la fuerza que pone la banda. Los coros, a cargo de Caro Li y Peluche —quien además se encarga de darle vida al bajo eléctrico—, se escuchan como un susurro que le brinda un peso diferente a la potente voz de El Negro. Huguillo es quien, con su sintetizador, está detrás del arte del remix en vivo. El artífice de la frenética música del güiro es Iván. El piano roller, que por momentos lleva al público a la psicodelia pura, está en manos de Karlitos. Del marcado sonido del octopad está encargado Itu, que sonríe a las chicas que lo miran desde abajo. Por último, Joni Wan da vida a la timbaleta con fuertes y precisos golpes que marcan los pasos del bailoteo de los espectadores.
El público se deja guiar por la intensidad que pone el cantante y cuando no se da cuenta se encuentra envuelto en el sexto tema que los Fantasma proponen: un popurrí de danzas del conurbano compuesto por “La danza del tablón” y “La danza de los barrios”. En la primera los pibes que están más cerca del escenario cantan “dale dale dale Bo” o aluden a otros equipos de los que son simpatizantes. Durante la segunda se nombran diferentes localidades de zona sur y en el Auditorio los concurrentes explotan en gritos en diferentes focos de la ocasional bailanta, que reafirman que son de esos lugares. El Negro grita que “el que no hace palmas es un aburrido” y los presentes levantan sus manos y las golpean. En ese momento la pantalla de atrás empieza a ser el complemento a través del cual la banda expresa su posición política.
Al sucederse las canciones, los cascos de los stormtrooper de la icónica película Star Wars son formados por los leds de la pantalla. No parece ser más que una referencia a la cultura pop. Sin embargo, los Fantasma le dicen al público que ellos son parte de la resistencia cultural ante un Estado que ve a la cultura, valga la redundancia, como un gasto. En la batalla ellos muestran que sus instrumentos hacen las veces de los sables láser que los jedis usan para luchar contra el lado oscuro de la fuerza. Y la fuerza, que se encuentra en todos los seres vivos de la galaxia, es la cumbia.
Suena “Two Pamelas” y en los grupos de mujeres se acusan entre ellas con risas y miradas cómplices. Los muchachos conocedores de las letras corean con fuerza “one Pamela, Two Pamela”. Rápidamente el ambiente vuelve a cambiar cuando los Fantasma interpretan “Danza negra” como homenaje al músico colombiano Lucho Bermúdez. La melodía desprende el calor del caribe y, al mezclarse suavemente con el humo del lugar, sume a sus espectadores en un trance alegre. “Una buena cumbia colombiana”, recalca El Negro con orgullo por la versatilidad de su banda.
El show se extiende a once temas. El cantante ya está agitado de tanto movimiento, resultado de estar incitando al público a la fiesta constantemente. Sus compañeros están transpirados, pero se los ve contentos. Las luces se apagan y dejan el escenario en penumbras. Unos muchachones saltan y piden “una más y no jodemos más”. En la oscuridad una de las siluetas comienza a moverse y nuevamente las timbaletas estallan con fuerza. “El último”, promete El Negro, y el bis comienza tal cual lo hacían las bandas en el pasado: con la repetición del tema que la banda considera que la representa. “Tas re fantasma” vuelve a sonar.
“¿Uno más?”, pregunta el cantante al público, que asiente con gritos. Entonces El Negro mueve las manos y comienza a cantar “cumbia cabeza y con cerveza”. Así, el show llega al final con “La cumbia de los vagos”, de Flor de Piedra. La gente baila hasta el último segundo, en el que el cantante y líder de la resistencia intergaláctica Fantasma agradece y anuncia que pronto sube al escenario la siguiente banda. Las luces del escenario se apagan. Las cumbias de los vinilos de Dj Sonido Parrandero vuelven a sonar. Y en una de las esquinas próximas al escenario se escucha que un pibe dice “qué buena onda… ¡encima les gusta Star Wars!”.
AUNO-24-05-2016
AEB-MDY