El dibujo de Esteban Podetti es sucio, poco elegante. Él lo define como “desprolijo, abigarrado, barroco; con detalles innecesarios”. Incluso sus guiones son un cúmulo de elementos narrativos que se amontonan sin preocupación por el equilibrio en las palabras o el texto.
Si no tuviera tantos detalles, se podría decir que es un estilo punk.
Podetti comienza con un plan: un boceto o una sinopsis; luego le da un cierre. En ese proceso de llegar al acabado final, disfruta de la libertad de cambiar y agregar cosas. Su prioridad está en el placer de dibujar. Se suelta y libera las líneas, los manchones y la suciedad que se le ocurra en ese momento.
Su cualidad: dejar las líneas del lápiz después del entintado. A su estilo le servía, parecía que sin las marcas de lápiz el dibujo empeoraba.
–Tanto odio borrar que me pregunté “¿qué pasa si lo dejo?”
–¿Y qué te dijo tu editor?
– Lo empecé en ¡Suélteme!, que era mi revista propia, así que nadie podía decirme nada. Lo seguí en el blog de Clarín, donde nadie lo controlaba. Luego en Barcelona iba con su estética y con lo bestial que es su humor.
En trabajos a pedido, más profesionales, no lo hace. Y actualmente ya abandonó ese estilo y borra más de lo que deja. Siente que mejoró su entintado y ya no necesita disfrazarlo con la desprolijidad del lápiz.
Sin dejos de culpa o inflexiones de adicto recuperado, cuenta que hace dos meses abandonó la tinta china. “Uso fibras y marcadores porque son más prácticos, gano en velocidad”, remarca. Lo que logra con las fibras le da más impulso para borrar las líneas del lápiz.
Su mayor fuerte* es darse libertad para crear*, aunque advierte que la gente y los colegas prefieren lo que escribe a sus dibujos. “Hay algunos pocos que respeto mucho y que me apoyan en mi forma de dibujar”, rescata.
El tema de los personajes con situaciones está incorporado en su genética creativa. Cosas que quedan de haber seguido las publicaciones de la editorial Novaro y otras parecidas. Nunca fue amante del chiste cerrado. Es mejor ver a los personajes en su existencia, inmersos en situaciones, en comedia, saber cómo se desenvuelven ante lo que les pasa.
Pero la vida da vueltas y no le importa si sobrevienen mareos. Hasta el año pasado hizo chistes unitarios, junto a Diego Parés, para Télam.
“Disfruto mucho cuando logro un trasfondo; que se pueda leer una situación por detrás; que se entienda que algo ocurrió para que se llegue al escenario del cuadrito”, revela Podetti. Las temáticas de los chistes* pasan por la política y temas relacionados a los medios de comunicación*. Para no salir disparado por la fuerza centrífuga de las vueltas de la vida tuvo que hacer un entrenamiento rápido para adaptar el estilo a ese formato.
–¿Cómo fue ese entrenamiento?
– Tuve que aprender a lograr el impacto único. Siempre fui de las historias con cuatro cuadritos y un desarrollo. Aprendí que para conseguir algo parecido a una narración hay que traslucir lo que hay detrás y lo que pasó antes.
Hubo un momento en que no podía dibujar sin copiar a Peter Bagge. No era adrede, era algo que no podía evitar. Después se liberó. Soltó la muñeca para usar líneas no intencionales, manchones y suciedad. Hasta que se alejó de esa influencia con forma salvaje, volúmenes y masas exageradas, pero con una prolijidad que no iba con Podetti, no le permitía disfrutar con su dibujo.
Tiene un trabajo de ocho horas en una oficina. Por lo tanto, crea cuando puede. Si está en su casa, corre el teclado de la compu y dibuja. En bares, bastante. La rutina sería: parar de camino al trabajo, veinte minutos para hacer un dibujo.
–¿Cómo ves a la historieta nacional?
–Es difícil hacer ese análisis. Si comparás con lo que había hace 30 o 40 años, parece que desapareció la historieta como profesión. Hay pocas revistas, pequeños espacios en otras publicaciones. No se si los medios digitales les pagan a los artistas. En esa perspectiva se ve una decadencia total. Fierro, la última publicación profesional, va a dejar de salir después de marzo [N. del E.: la revista saldrá en forma trimestral desde junio]. Al menos en Argentina, la historieta como profesión está muerta. Hay un movimiento independiente muy grande, con mucha variedad de estilos que se desarrollaron en libertad. Pero no sé si pueden vivir de la historieta y eso es siempre malo para el artista. Es malo para el arte que no puedan ni siquiera poder ganar un poco de plata con sus creaciones. Empeora el cuadro si se tiene en cuenta lo ardua que es la historieta. La historieta representa mucho trabajo. Es una tarea doble para contar una historia: lo textual y lo gráfico.* Es un trabajo que te absorbe cuando sos apasionado.* Hay quienes están encerrados días o semanas dibujando. Entonces es terrible que no se pueda vivir de la historieta. Es una cosa espantosa y trágica. Hay muchos artistas buenísimos, pero en la medida en que no se pueda vivir de esto, se va a ir reduciendo la cantidad. La gente madura y necesita trabajar. Y también está el entretenimiento corporativo, que casi siempre le va a ganar al ámbito independiente.
FN-GDF