Érica Soriano tenía 30 años cuando desapareció el 21 agosto de 2010. Cursaba un embazada de tres meses y hacía seis que estaba de novia con un hombre 15 años años mayor, con quien se había ido a vivir a Lanús. Ese mediodía tenía que ir a la casa de su madre en Villa Adelina, pero ante la demora, su familia trató de ubicarla por teléfono. Érica nunca contestó ni llegó a su destino.
Cuando se comunicaron con su pareja, Daniel Lagostena, les dio su versión de los hechos y les contó que esa mañana habían discutido, sin darles mayores detalles. “Alcanzó a agarrar el celular y algunas monedas y se fue a Villa Adelina”, diría más tarde.
A pesar de que pasaron casi ocho años, el recuerdo de aquellas primeras horas de desesperación permanece latente en ellos. Durante todo ese tiempo, llevaron adelante una lucha incansable para sentar en el banquillo de los acusados a Lagostena, de quien desconfiaron desde el principio.
El entorno familiar de Érica siempre sostuvo la hipótesis del femicidio, a pesar de que su cadáver jamás apareció. Esa teoría fue fundamentada en base a que varios de sus allegados eran conscientes de que la relación entre ambos no era la mejor, debido a los celos injustificados del hombre. Incluso, algunos testigos, que la notaban angustiada, afirmaron que en más de una ocasión confesó en privado que “su vida era un infierno desde que se mudó con él”.
La Justicia de instrucción dio por acreditado que el 20 de agosto de 2010 ambos fueron a visitar a un ginecólogo a Capital y desde allí regresaron a su casa. Gracias a la palabra de una testigo clave, la causa, que estuvo a punto de ser archivada, dio un giro inesperado y se elevó a juicio. Por esa razón, se lleva adelante desde el lunes 4 de junio en los Tribunales de Lomas de Zamora el proceso judicial contra Lagostena, acusado de “homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género”, delito que prevé la pena a prisión perpetua.
Se conocieron de casualidad. No compartían entorno, ni el barrio, ni tenían personas en común. Ella iba a ir a un programa de televisión y él había conseguido una changa armando la tribuna y contactando a la gente. Ella le dejó su celular, al tiempo él le empezó a escribir. Hablaron, se conocieron, salieron. Empezaron la relación en diciembre de 2009 y en abril ya estaban viviendo juntos.
Días antes de irse a Lanús, había ocurrido un hecho particular que significaría un antes y un después en su vida. En el mes de marzo, su padre había fallecido a causa de una enfermedad que lo tenía postrado hacía varios años. Justo cuando comenzaba su última relación amorosa. “Yo sé que ella no se quería ir a vivir con él, pero estaba muy vulnerable por lo de su papá. Él la convenció y la llevó”, contó su madre, María Esther Romero, en su testimonio ante el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 9 de Lomas que lleva adelante el proceso judicial.
Una vez allí, su actitud ya no sería la misma, según la descripción de sus amigas. Ellas la recuerdan todavía como “una persona alegre que siempre lucía impecable”. Según Laura Rama, integrante de su entorno íntimo, “días antes de su desaparición, se mostraba triste y angustiada”. “La razón de ese cambio en su actitud eran los celos de él, que la controlaba todo el tiempo y no la dejaba ni maquillarse”, relató durante su testimonio, parte de los 60 aportes orales que pasaron por la sala de juicios durante las dos semanas de jornadas declaratorias que concluyeron hoy.
Este miércoles 11/7 tenemos veredicto y sentencia si corresponde en el juicio por el homicidio de mi hermana Erica Soriano a las 10 30 en tribunales de lomas de Zamora. Esperemos que se haga justicia pic.twitter.com/1nzA0Vp0RW
— brendasoriano (@brendasoriano3) 8 de julio de 2018
Además de la palabra de Rama, el resto coincide en la razón que terminó en el cambio en la conducta de Soriano: Lagostena no sólo influiría en su manera de actuar con los demás, sino que también en su apariencia. Érica ya no se maquillaba y no se vestía elegante como solía hacerlo antes, al contrario. “Había veces que llegaba demacrada y se quedaba dormida en el trabajo. Estaba sin dormir por discutir toda la noche con Daniel, que le hacía planteos de celos”, aseguró una compañera de trabajo, mientras trabajaron juntas en la planta de TSU Cosméticos de San Martín.
Érica tenía una nena de 12 años llamada Florencia, fruto de un matrimonio anterior. Juntas vivían en la casa de su madre hasta que se mudaron a Lanús. Pese a que en principio los tres se llevaban bien, esto cambió de manera repentina con la convivencia. La relación entre su hija con su nueva pareja fue de mal en peor en un corto periodo hasta que la primera optó por irse a vivir con su padre, a pesar de los intentos de su madre por evitarlo. Sería un conflicto que afectaría sus emociones, visiblemente expuestas en distintas oportunidades. Una de las cuales fue descripta por la mamá de Soriano durante su declaración: “Érica lloraba, pero no me quería decir por qué. Yo sabía que la ida de Florencia con su padre la había afectado, pero lo que me lamento es no haberme dado cuenta de que había algo más”.
Actualmente, Florencia tiene 19 años y está embarazada de siete meses. Ella fue la segunda testigo en la audiencia desarrollada el martes pasado, cuando se quebró durante su relato: “Teníamos una buena relación. Era una relación de confianza.
Cuando fuimos a vivir con Daniel era todo lo contrario, cambió todo”. Su madre no soportaba la distancia con ella. Por ello planeaba, a escondidas de Lagostena, irse a vivir solas a Villa Adelina. Sin embargo, esto nunca lo concretó, aunque hay pruebas de que llegó a comunicarse con una agencia inmobiliaria en busca de un departamento en alquiler en esa zona.
Para el abogado Marcelo Mazzeo, quien maneja la hipótesis del asesinato, este podría ser el motivo que derivó en la discusión previa que habrían tenido la madrugada del 21 de agosto. Estas sólo serían especulaciones si no fuera por el testimonio clave de Viviana Correa, quien el miércoles aportó un dato fundamental en la causa. “Ellos discutieron esa mañana y él le pegó un sopapo. Ella se golpeó la cabeza con una mesita al caer y así fue que se murió”, contó la mujer, quien llegó a esa versión por medio de una ex pareja, que en ese momento le había confesado cómo fue el final de Érica. El hombre era amigo de Leonardo De Simone, quien le alquilaba el crematorio de Lanús al padre de Lagostena. “A la madrugada, Daniel lo llamó a De Simone para quemar el cuerpo de Érica y hacerlo desaparecer en el cementerio de Lanús”, agregó.
Más allá de las declaraciones, lo cierto es que la joven reflejaba su malestar por los celos de su pareja a través de los correos electrónicos que intercambiaban y que fueron incorporados como pruebas en la causa. Se trata de una carpeta en su casilla de mail llamada “crisis”, que encontraron durante la investigación. Ahí se guardaban cientos de mensajes que intercambiaba con su pareja. Peleas vinculadas a los celos, explicaciones, charlas y discusiones interminables, mezcladas entre mensajes de amor. Entre otras cosas le manifestaba la posibilidad de una separación, aunque esto nunca llegó a concretarse, tal como hubiera querido su familia.
“Queremos que se sepa la verdad de lo que pasó con mi hermana y que se lo condene al culpable”, indicó Verónica Soriano, que junto a su madre aseguraron que “hay cómplices” en la causa, en referencia a que el imputado no habría actuado solo la noche en que se presume que hizo desaparecer el cuerpo de Érica. De hecho, hay pruebas que confirmarían esa teoría.
En enero último, Érica Soriano hubiera cumplido 38 años. Así como tantas otras víctimas de femicidio, ella ya no está presente, pero sí su familia, que en estos casi ocho años de espera nunca bajó los brazos en busca de justicia.
AUNO 08/07/2018
LG/AFG
Nota realizada para la materia Taller de Periodismo Gráfico