El próximo 18 de agosto, se cumplirán ocho años del regreso de Banfield a Primera División. Aquél equipo, que había vencido en las finales a Quilmes, debutó en el Apertura 2001, contra el Newell`s que entonces dirigía Juan Manuel Llop. El Florencio Sola estaba de fiesta y poco importó el 0-5 en contra, en un partido donde un flaco mediocampista que iba y venía por el carril derecho (Maximiliano Rodríguez) y un petizo con alma de wing (Mauro Rosales), cumplieron destacadas actuaciones.
El primer torneo fue muy duro para el “Taladro”. Sólo sumó 18 puntos y terminó en el último lugar en la tabla de los Promedios. Todo hacía prever un rápido retorno a la B Nacional. Pero llegó el uruguayo Luis Garisto y lo que todos conocen: cambió la mentalidad del grupo, ajustó algunas piezas del equipo y consiguió resultados tan inesperados como positivos. No hubo descenso directo, se evitó la Promoción en la última fecha y, de yapa, se consumó un triunfo histórico: un 5-0 a River.
El mapa seguía apuntando al norte y entonces se buscó “un salto de calidad”. Para eso llegó Julio Falcioni, un entrenador que seducía por su sólido trabajo en Olimpo, pero cuya contratación se definió luego de que Marcelo Bielsa se lo recomendara a Carlos Portell, en el marco de una gira de la Selección Argentina. Por ese entonces, el presidente de Banfield solía ser el dirigente elegido para encabezar las delegaciones de la AFA que viajaban hacia el exterior.
La llegada “del César” revolucionó todo. Los frutos del semillero comenzaban a madurar y el flamante entrenador decidió darle a Carlos Leeb ya retirado y dentro del fútbol amateur de Banfield– un rol central: director técnico de la Reserva y foco de consulta cotidiana para conocer la evolución de los juveniles. Resultado: el equipo finalizó 3º en el Apertura de 2003; 4º en el siguiente torneo y se ganó un lugar en las copas Sudamericana y Libertadores. Así llegaría el primer semestre de 2005, el período más glorioso en la vida del club, que comprendería una ajustada eliminación en cuartos de final de la Libertadores contra River y un subcampeonato en el Clausura.
Se alejó Falcioni, seducido por Independiente, pero antes dejó en claro que pretendía dejarle su legado a Leeb. Los dirigentes pretendían a Nery Pumpido, pero el ex arquero de la Selección se negó y el “Gato” terminó sentado en el banco. Una maniobra que salió casi sin querer, pero que, en el fondo, guardaba cierta coherencia dirigencial en pos de continuar por el mismo camino. Leeb ya había sido campeón con la Reserva y extendió el buen paso en el certamen local, y en la Sudamericana, aprovechando el envión que traía el equipo que había armado su antecesor.
SE TORCIO EL TIMON
El “Gato” dejó el club en medio de un papelón mediático con Portell. Por ese entonces, ya se habían ido Renato Civelli, Gabriel Paletta, Daniel Bilos, Emiliano Armenteros, Rodrigo Palacio, Andrés San Martín, Mariano Barbosa y Cristian Leiva, entre otros.
Sobre el cierre de 2006, Banfield llevaba más de cinco años en Primera y sólo cuatro entrenadores habían pasado por el club: Ramón “Mané” Ponce; Garisto, Falcioni y Leeb. En cinco de esos diez torneos, el “Taladro” logró llegar, o superar la marca de los 30 puntos. Sólo en dos no pudo alcanzar los 25. Además, jugó copas; vendió jugadores por todo el mundo y acumuló recursos como para mejorar sus instalaciones. La entidad lucía sólida y las Elecciones presidenciales de 2005 (en las que empezó a asomar la oposición) arrojaron un cómodo —y hasta lógico— triunfo del oficialismo liderado por Portell.
Luego de la salida de Leeb, el club pasó a tener puerta giratoria. Planteles renovados en su totalidad, técnicos que desfilaban con mucha más pena que gloria y una política dirigencial que empezaba a mostrar serias falencias. En la cancha, el equipo comenzó a perder identidad. Los experimentados que llegaronn (Matute Morales, Carlos Galván, José Chatruc, Mario Grana, Daniel Quinteros, Julián Maidana, por nombrar sólo a algunos) nunca se hicieron líderes. Y en ese contexto, los juveniles no pudieron lucirse como antes.
Desde mediados de 2006 hasta este presente pasaron ocho entrenadores, el doble de la etapa mencionada anteriormente: el propio Leeb, que no llegó a terminar el Apertura, Raúl Wensell, Patricio Hernández, Pablo “Vitamina” Sánchez, Juan Manuel Llop, Miguiel Jerez, Jorge Burruchaga y actualmente Julio Falcioni.
Sólo con Llop —en el Apertura 2007—, Banfield logró terminar por encima de la mitad de tabla: esa vez fue 3º, con 32 puntos en el certamen en el cual se consagró Lanús. En el resto de los campeonatos no llegó a la línea de los 25 puntos. La clasificación a las copas ya se miraba de lejos; la dirigencia comenzó a ser cuestionada y, mientras Lanús mantenía un crecimiento constante, en Banfield no se podía distinguirse con un proyecto.
Otra vez eran los chicos del club los que sostendrían al plantel. Primero lo hizo Jesús Dátolo, después Cristian Maidana, más tarde Luciano Civelli y, últimamente, Darío Cvitanich. Y nuevamente, resultó un 5-0 (en el clásico ante Lanús, como visitante, en el Clausura 2008) el que quedó grabado en la retina de los hinchas.
Hoy Banfield sufre el dolor de ya no ser. Ya vendió a Nicolás Bertolo al Palermo de Italia en cinco millones de dólares, de los cuales recibirá sólo dos. Ya no asoman tantos chicos con potencial. Es más, de los once que perdieron ante Huracán, sólo Cristian Lucchetti y Emmanuel Pío (habitualmente suplente) surgieron del semillero.
La vuelta de Falcioni significó el manotazo de ahogado que necesitaba la gestión oficialista, luego del ajustado triunfo en las Elecciones de 2008. La tarea que tienen ahora es mucho más difícil. Deben enderezar el timón, porque los promedios ya hicieron sombra y las mieles del pasado perdieron el gusto hace rato.
AUNO-04-06-09
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