Lomas de Zamora, noviembre 28 (AUNO).- Hace cinco años, Lanús estaba por vivir, quizás, el momento más trascendente de su historia: el 2 de diciembre de 2007, el equipo que conducía Ramón Cabrero iba a empatar en la Bombonera con Boca y se consagraría campeón por primera vez en la máxima categoría del fútbol argentino. Ese punto cúlmine, de mayor esplendor, hizo delirar a un público granate que no sólo fue hasta La Ribera para ver a su equipo, sino que colmó la Fortaleza de Guidi y Arias para seguir paso a paso el trámite de la definición a través de una pantalla gigante.
Y aquel tanto de José Sand —el goleador correntino— que estampó lo que finalmente sería un empate 1-1, inmortalizó el 2D en la ciudad de la Zona Sur del Conurbano bonaerense. Pero ese hito fue sólo una estrella –la que más reluce, es cierto-, en el cielo que rodea al club, pues para alcanzar el objetivo deseado de la vuelta olímpica, la institución que le da vida al plantel profesional, tuvo que transitar un camino lleno de obstáculos por sortear; complicaciones que evadir; vaivenes que despejar y dificultades que soportar.
No fue sencillo el recorrido, y mucho menos si se tiene en cuenta que Lanús es el único elenco que milita hoy en Primera División, con una coronación bajo el brazo, y que supo trajinar la Primera C, que actualmente es la cuarta categoría del fútbol nacional. Sí, 34 años atrás, “El Grana” bajaba después de una deslucida campaña a lo que en aquel entonces (no estaba estipulada la B Nacional) era la tercera división.
Los años de crisis y oscuridad
¿Cómo explicar que tres décadas distanciaron panoramas completamente opuestos? En 1977, mientras corrían los años más oscuros de Argentina, en plena dictadura militar, el club se sumergía en la que, tal vez, fue su mayor crisis institucional, tanto a nivel económico y dirigencial, como su corolario en la faceta deportiva.
En esa temporada, el conjunto de la Zona Sur caía a la B después de una final con polémica incluida ante Platense. El 16 de noviembre, el Viejo Gasómetro de la Avenida La Plata —que hoy está en la mirada de todos por la factible recuperación del lugar por parte de San Lorenzo— cobijó una definición sin igual: El Calamar y el Granate dirimían quién mantenía su plaza en la máxima categoría.
El duelo decantó en los penales y allí patearon todos, excepto uno. Sin haber un ganador, la serie llevó a que los arqueros tengan que disparar desde los doce pasos. Pero el portero de Lanús, Rubén Sánchez, falló su ejecución. Era el turno de Abel Miguelucci, el guardamenta del conjunto de Vicente López, pero en su lugar, ejecutó y convirtió Miguel Juárez. Y aunque se trató de un error reglamentario cometido por el árbitro del cotejo, Rubén Barreiro, ese remate fue convalidado y determinó el descenso de Lanús. El pedido posterior de los dirigentes granates no surtió efecto. Y se Inició una caída estrepitosa.
Un año más tarde, la Selección Argentina daba la vuelta olímpica con la Copa del Mundo, y el Grana tropezaba de nuevo, para derrumbarse hacia la C. Lo futbolístico era casi anecdótico, ya que en lo institucional el pozo de vislumbraba sin fondo: deudas por 2 millones de dólares; más de 200 juicios en contra con perspectivas de perder y con el sostén, apenas burocrático, de dos mil socios. Un panorama desolador.
En 1979, con una base de jóvenes surgidos de la pequeña cantera de entonces, Lanús luchó hasta el final por el ascenso a la B, pero Deportivo Español le dio un mazazo en el final. En tanto, el club corría el peligro de desaparecer por la compleja trama económica, algo que sirvió de piedra fundacional para que un grupo de dirigentes cambiaran la perspectiva y optaran por erradicar diferencias. Había que arremangarse y remar contra la corriente.
El largo camino del resurgimiento
En ese sentido, se decidió formar una especie de unidad entre todas las fracciones políticas, ya que el presente del club y sus urgencias estaban por encima de cualquier opinión particular. Las esperanzas dieron sus frutos, pues allí empezó el despegue. Un dato certifica ese accionar para despertar la vida social de la entidad: en 1981, año de gloria porque salió de la soledad de la C, multiplicó por cinco sus socios al punto de pasar de los escasos 2 mil a los considerables diez mil. A su vez, se comenzaban a sanear las finanzas y el deporte de vislumbraba como el factor de escape de los problemas, al diversificar su ponderación hacia otras especialidades.
Aquella campaña de principios de los 80´ hoy está en boga por una cuestión estadística. El equipo actual que conduce Guillermo Barros Schelotto rompió las barreras y concretó siete triunfos en fila, el registro más importante en Primera División. ¿Detrás de qué racha quedó? De la del 81’. Allí, en la C, con un equipo que tocaba y le sacaba brillo a la pelota, Lanús acumuló 15 festejos de forma consecutiva, algo difícil de igualar.
Ese índice cuantitativo brinda el salto para despejar el terreno a lo cualitativo y comparar dos momentos opuestos distanciados por más de 30 años. Es que desde esos finales de los 70’ hasta el presente, el Granate transitó un camino extenso y pedregoso, que tuvo sinsabores al por mayor y disfrutes en cuentagotas. Sin retornar a la C, el club deambuló en la faz futbolística entre los últimos lugares de la máxima división y los primeros de B.
En una especie de ascensor, el plantel no se asentó en lo más alto hasta los ’90. Allí, de la mano de Miguel Russo, “El Grana” dio el último golpe de cincel para edificar su mote de conjunto de elite, pues desde 1992 que no baja a las profundidades del mundo del ascenso. Mientras, el plano social crecía, lentamente, pero sin pausa, hasta concretar objetivos que en otros tiempos hubiesen parecido imposibles.
La cantidad de socios aumentaba sin freno y las chances de fomentar más disciplinas se erigían como estandartes. Hoy es el básquet el que toma las riendas, la batuta detrás del poderío del fútbol, pero a lo largo de las últimas décadas las posibilidades se multiplicaron para radicar el fortalecimiento del handball –al seguir los pasos de dos entidades de la región muy exitosas como Sedalo y Cideco-.
Y también el abanico perfecciona el rendimiento grupal en el hockey, donde el Grana busca recalar en las divisiones superiores, o el vóley, elenco, especialmente el femenino, que quiere dar el gran salto a la brevedad. A su vez, el puntapié individual se sostiene: el patín artístico o el judo –con medallas ganadas a nivel continental-, están en la mirada de los especialistas.
De ese cúmulo, el que merece un párrafo aparte es el básquet. Con la pelota naranja, Lanús se adueñó de una plaza en la máxima categoría hace un puñado de años y no la soltó más. Desde allí, con el mismo entrenador, Silvio Santander, conformó un plantel competitivo que desea brindar la sorpresa. Ya amagó en dos oportunidades al arribar a los play-off pero sufrir las caídas antes de alcanzar las semifinales. Hoy, por lo pronto, marcha en lo alto de la tabla de posiciones de la Liga Nacional.
Las chicas, en tanto, no se quedan atrás. Campeonas el semestre pasado, mientras los varones sumaban experiencia en el Interligas con los mejores equipos de Brasil –clasificación que consiguieron por estar entre los cuatro de mayor nivel en Argentina- intentan repetir la historia en el Torneo Metropolitano.
En el plano internacional, no se puede escapar la obtención de la Copa Conmebol en 1996, trofeo que coronó una etapa plagada de glorias con Héctor Cupper como entrenador. Y que dio el puntapié inicial para una trayectoria granate por el continente con participaciones en Copa Libertadores y Sudamericana.
Sin embargo, no todo fue color de rosa. Hace diez años Lanús vivió el momento más traumático de las últimas temporadas. Fue en la Promoción contra Huracán de Tres Arroyos, en una final para mantenerse en el fútbol grande. Zafó y no dejó desmoronar un edificio que venía en construcción desde los ’80.
Ese llamado de atención no se dejó escapar y, cautela mediante, acolchonó su promedio y actualmente está en lo más alto para evitar zozobras. Con las finanzas y la vida política en orden (el viernes se realizará la Asamblea Anual Ordinaria en la que participarán los socios para elegir al futuro presidente, puesto que ya se sabe que ocupará Alejandro Marón en reemplazo de Nicolás Russo), Lanús marcha en aguas tranquilas.
Además, su labor social se expande, con la educación como argumento, ya que su estructura escolar, que se había posibilitado con los niveles primarios y secundarios para cientos de chicos, ahora se vislumbra con el terciario, para darles opciones a los jóvenes de la ciudad.
El panorama es bien distinto a lo que sucedía hace tres décadas. Aquellos primeros pasos en una restructuración evidenciaron la chance de que hoy se saque el rédito. El plano futbolístico, a fin de cuentas, es la punta de iceberg de un club que padeció el sabor amargo de una derrota más profunda que la que ocurre dentro de una cancha, y que el presente lo muestra dulce, disfrutando de las mieles del éxito.
AUNO-28-11-12
MRQ-LDC