Lomas de Zamora, abril 18 (AUNO) – La biografía escrita por Palacios sobre Carlos Robledo Puch tiene como fondo la trágica realidad política de la Argentina: el contexto de los crímenes en la dictadura de Lanusse, torturas policíacas, jueces defensores de dictadores; y abogados y detenidos desaparecidos durante el proceso cívico militar de 1976.
Iluminado por el soplete (la frase es de Osvaldo Soriano) y ensombrecido por los asesinatos, entre el 15 de marzo de 1971 y el 3 de febrero de 1972, Robledo Puch mató a balazos a once personas por la espalda o mientras dormían.
El escritor dice que Crónica le dio al caso hasta seis páginas por día y que los periodistas no ahorraron adjetivos para definir a Robledo Puch. Lo llamaron “siniestro personaje”, “despiadado asesino”, “chacal”, “fiera humana”, “asesino pelirrojo”, “niño muerte”, “carita de ángel”, “gato rojo”, “el maleante del pelo ensortijado” y “asesino unisex”, entre otros.
“La caída de su hijo devastó también a Elías Robledo Puch. Se separó de su esposa, Aída Josefa, lo echaron del trabajo y terminó viviendo en una pensión. Una vez confesó a una vecina que su hijo le había escrito”, asegura Palacios. (313)
¿Te escribió Carlitos? Qué buena noticia- le dijo la mujer. Leela, no es ninguna buena noticia, le respondió Víctor. La carta decía: ‘Lo primero que voy a hacer cuando salga es matarte a vos’. Desde ese día, lo que más quiso en la vida fue que su hijo no saliera nunca más de la cárcel”.(313)
“Robledo Puch tuvo lo que buscaba: dinero, autos, vértigo; para ello tuvo que matar una y otra vez, entrar en un torbellino que lo envolvió hasta devorarlo. Cuando mató al primer hombre, ya se había aniquilado a sí mismo”, escribe Soriano, en 1972, en el diario La Opinión.
Palacios dice que fue ocho veces a la cárcel de Sierra Chica, para entrevistar al asesino y reunir material para el libro: “En cada visita que hacía, los olores y los ruidos se volvían más familiares. El olor a encierro (esa mezcla de humedad, papa hervida con cáscara, vaho, transpiración y grasa recalentada) era insoportable y se impregnaba en la ropa como humo”. (31).
Dictaduras
La biografía tiene como fondo la trágica realidad política de la Argentina: el contexto de los crímenes durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, torturas policíacas, jueces defensores de dictadores; y abogados y detenidos desaparecidos durante el proceso cívico militar del setenta y seis.
Un preso apodado ‘Caballo’ cuenta y dialoga con el autor y con Robledo Puch: “Fui torturado en la época de la dictadura. Y desaparecieron a muchos compañeros. ¿No, Carlos? –Sí, Caballo. Después los hacían aparecer ahorcados, como si se hubiesen suicidado. En Sierra Chica mataron como a ciento cincuenta”. (217)
Robledo no quería ir a juicio oral. Le había dicho a su abogado, Rodolfo Gutiérrez, que prefería un juicio sumario por escrito, como se acostumbraba en esa época.
“Pero en 1979, cuando estaba detenido en la prisión de Olmos, recibió malas noticias. Su abogado se había convertido en una de las miles de personas desaparecidas durante la dictadura que se inició el 24 de marzo de 1976 (…)”, enfatiza el escritor. (193)
El juicio comenzó el 4 de agosto de 1980. Los jueces de la Sala I de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de San Isidro fueron José Ignacio Garona, Bernardo Rodríguez Palma y Roberto Borserini.
Nacido el 19 de enero de 1952, en Capital Federal, e hijo de Víctor Elías y Aída Habedank, fue condenado a la pena de reclusión perpetua con accesoria por tiempo indeterminado. (202)
“Según se dice, el 27 de noviembre de 1980, Robledo Puch se paró ante los jueces que lo condenaron y dio su veredicto: ‘Esto es un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos’”. (203) Estaba preso desde el 4 de febrero de 1972.
Mejor olvidar
Palacios entrevistó a Garona en su estudio jurídico en 2009. “No tengo mucho para decir porque he olvidado bastante”, le dijo el ex juez. Garona, en el juicio a las juntas de la dictadura defendió a Orlando Ramón Agosti.
“Antes de presidir el tribunal que juzgó a Robledo, Garona había integrado el ‘Camarón’, la Cámara Federal en lo penal creada en julio de 1971 por Lanusse para juzgar a los opositores políticos y guerrilleros”, destaca Palacios. (197 y ss.)
El escritor le pregunta al ahora ex juez: ¿Nunca se arrepintió de haber defendido a Agosti? ‘No. Uno, en el fondo, es un técnico’. ¿Defendería a Robledo Puch? ‘Claro que los defendería. No tendría problemas. Vivo de esto’. Garona, en el reportaje, responde a varias preguntas: “No me acuerdo”. El ex juez dice una frase final sobre el caso Robledo: “Fue un juicio histórico, pero como le dije, hay cosas que es mejor olvidar”. La cara opuesta de memoria por la verdad y justicia.
Psicópata desalmado
“Robledo Puch no es ni un sujeto normal ni un alienado (…) Es de la raza de los psicópatas desalmados. Es indiferente ante el sufrimiento ajeno. (…) Es absurdo pensar que pueda ser readaptado por la catarsis, la transferencia y los buenos consejos”, escribió el perito Osvaldo Raffo, citado en el libro. (186).
La pericia que le hizo Raffo formó parte luego del expediente de la causa. “Veamos brevemente su biografía: en la niñez, insociabilidad precoz, educación difícil, conflictos con padres, maestros, compañeros, malicia en las relaciones con el grupo y primeros delitos”, escribe Raffo y cita Palacios.
La biografía cuenta además sobre la falta de cariño del padre, la sobreprotección de la madre y de una abuela, que sus amigos en la adolescencia le decían “afeminado” o “putito”, los delirios de Robledo sobre que quiere ser sucesor de Perón, el estado de la cárcel de Sierra Chica, que Raúl Matera le quería hacer una lobotomía y que su primera novia se convirtió en monja.
Cine
Palacios asegura que Robledo Puch le propuso escribir un libro sobre su vida, firmado por los dos, y que quería ponerle como título El desafío presente de cara a nuestro devenir histórico. Es decir, un ensayo político.
“Poco tiempo después se olvidó el proyecto. Me dijo que quería ganar un millón de dólares y compartir una parte de su fortuna conmigo. Su plan era seducir a Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Quentin Tarantino o Martín Scorsese para que filmara su historia. Robledo quería ser interpretado por Leonardo Di Caprio y se postulaba como doble de riesgo y guionista”, escribe Palacios. (35)
En 1987 el cineasta Juan Carlos Desanzo y el guionista Eduardo Mignona visitaron a Robledo en la cárcel. Le ofrecieron firmar un contrato para obtener sus derechos cinematográficos. “Querían filmar su historia. Estaba dispuesto a firmar contrato si en la película no aparecía como un asesino. No hubo acuerdo”, dice Palacios.(259)
No se pudieron cumplir los deseos imaginarios hollywoodenses del asesino, que varias décadas después se le fue la “carita de ángel”. Sí lo hizo el cineasta Luis Ortega. Palacios dice en el libro que en el filme Ortega se aleja del “Robledo monstruo”. (313)
Se trata de la película El Ángel presentada recientemente y que fue realizada por medio de una co producción hispano-argentina entre Underground, KSFilms y El deseo. La obra competirá en el Festival de Cine de Cannes, que se realizará del 8 al 19 de mayo, próximo.
Bibliografía
Rodolfo Palacios, El Ángel Negro. La feroz vida de Carlos Robledo Puch, Buenos Aires, Sudamericana, 2017. Prólogos de Osvaldo Soriano, Andrés Calamaro, Jorge Lanata, Indio Solari, Enrique Symns y Luis Ortega. La primera edición la hizo Aguilar en 2010 y contiene sólo el prólogo de Lanata y un capítulo menos de los trece de aquella última.
AUNO-19-04-18
HRC-SAM