El adiós a un intelectual clave en la cultura argentina del último medio siglo

David Viñas estaba internado desde febrero en un sanatario de la Capital Federal. Perteneció a la llamada Generación del 55, alrededor de la cual se nuclearon varios escritores de signo antiperonista. Escribió novelas realistas y ensayos. Tenía 83 años. Un dios cotidiano y Literatura argentina y realidad política, acaso son sus escritos más populares.

El escritor y crítico de literatura David Viñas falleció el jueves a los 83 años en un sanatorio de la Capital Federal donde estaba internado desde hace varios días a raíz de una neumonía.

Viñas nació el 28 de julio de 1927, estuvo exiliado durante la última dictadura militar y sus dos hijos María Adelaida y Lorenzo Ismael permanecen desaparecidos.

“En la Revista Contorno de 1953 nace la crítica literaria moderna argentina. David Viñas no sólo fue uno de sus fundadores, sino visto desde nuestros días su emergente paradigmático”, escribe Alfredo Rubione, docente de literatura argentina de la Universidad Nacional de Lomas Zamora, en el prólogo a una de las novelas más importantes de Viñas: Un dios cotidiano, publicada por el Centro de Editor de América Latina en 1994, aunque la primera edición es de 1957.

A partir de esa publicación y en libros posteriores, Viñas promueve una revisión sistemática de la literatura argentina.

A Viñas, para insistir con esa escuálida categoría de ‘generación’, se lo puede ubicar con la del ’55 junto a Beatriz Guido, Héctor Murena y Adolfo Prieto, entre otros. Los unía un profundo antiperonismo, abrevaron en la estética norteamericana de los años 20 del siglo pasado y en el realismo.

Viñas escribió Cayó sobre su rostro (1955), Un dios cotidiano (1957), Los dueños de la tierra (1958), Dar la cara (1962), los cuentos del volumen Malas costumbre (1963), Hombres de a caballo (1968), Cosas concretas (1969) y Los fusilamientos de Dorrego (1973)

Cada una de ellas contiene su respectivo fondo histórico y político: Un mandamás de pueblo, la guerra civil española y la Iglesia Católica, los conflictos de trabajadores en la Patagonia, los miedos al fracaso hacia los finales de la década del ’50, los aspectos negativos del peronismo, la decadencia de los grupos del poder económico de la Argentina y los conflictos y las desgracias de un grupo de intelectuales argentinos que adhieren a la izquierda, entre otros.

Otro de los escritos famosos de Viñas es_ Literatura argentina y realidad política_ (1964), cuyas ediciones suelen estar precedidas por el epígrafe: “Hay que quitar a la literatura su aire sacramental y liberarla de sus tabúes sociales aclarando el secreto de su poder”, que es una cita atribuida al escritor francés Robert Ecarpit, lo cual configura una meta fundamental, un programa.

Y eso fue lo que hizo Viñas con la literatura argentina: desacralizarla. Le quitó las ligaduras para no llevar a cabo una crítica cómplice. Otro de sus escritos fundamentales son Grotesco, inmigración y fracaso: Armando Discépolo (1973) e Indios, ejército y fronteras (1982) y Tartabul o los últimos argentinos del siglo XX (2006).

Rosas, romanticismo y literatura nacional

Con ese subtítulo comienza su fundamental libro Literatura argentina y realidad política. Allí condensa en diez puntos su visión acerca del nacimiento de la literatura argentina. Escribe que la literatura argentina empieza con Rosas.

Asegura que son varias las coordenadas que se entrecruzan y superponen en el período rosista y que inciden en la aparición de una literatura con perfiles propios. Se refiere a la Generación del ’37, cuando gobernaba Rosas:

-La presencia, unidad y desarrollo de una constelación de figuras de cronología, nivel social y aprendizajes homogéneos; y que se trata de la primera generación que surge luego de 1810.

Su inserción en las tensiones que provoca el rosismo que los crispa, motiva y moviliza, alejándolos del país y otorgándoles distancias para verlo en perspectiva.

La abundancia de tiempo para escribir en el exilio, la exigencia voraz del folletín que exige una continuidad en la difusión y la convicción de contar con un público reducido pero a la vez fervoroso y en crecimiento esparcido en los centros de exilios: Lima, Santiago de Chile, La Paz, Montevideo y Río de Janeiro.

El impacto de la figura de Rosas, fenómeno totalitario y mucho más intenso, próximo y prolongado, que rechaza y fascina a la generación de 1837.

El impacto y difusión del romanticismo de escuela con su énfasis sobre el color local y sus explícitas postulaciones a favor de una literatura nacional y ua proclamada necesidad de lograr una independencia cultural como complementación del proceso iniciado en 1810.

El paulatino pasaje desde lo típico primero y luego lo regional hasta alcanzar lo patriótico y luego lo nacional; y la hispanofobia, la acentuación de escenografías propias y el manejo del idioma con comodidad, soltura, desenfado y hasta con arbitrariedad.

El progresivo abandono de las pautas escoláticas identificadas como apego a lo tradicional y genérico dentro del aprendizaje realizado en el neoclasicismo rioplatense que no posee la densidad cultural de otras regiones coloniales.

AUNO 11-03-11
HRC – EV

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