Domingo de carnaval

Comenzaron los corsos y festejos por los carnavales. En Remedios de Escalada hubo un festival contra la violencia de género y las políticas neoliberales.

Antonella Baldi

Febrero es carnaval. La murga, resistencia. Este género nació como una crítica y manifestación ante las injusticias y desigualdades. Los esclavos retocaban los harapos heredados de sus amos y en los ratos libres organizaban danzas y canciones para imitar y burlarse de los patrones. En la actualidad son vividas como un festejo barrial que no pierde su esencia burlesca y de denuncia. Hoy cantan contra la violencia de género y el gatillo fácil, por la educación sexual integral y para enfrentar el avance de las políticas neoliberales. Así quedó demostrado en el corso de Remedios de Escalada que inauguró el domingo la temporada de carnaval en la región.

Vecinos, amigos y familias llegaban al corso y se acomodaban en el palco de pasto de la plaza Mariano Moreno, una lomada natural al costado de la pasarela delimitada con banderines. Las escalinatas oficiaron de escenario con parlantes y micrófonos en la cima. Los más chicos jugaban con sus aerosoles de espuma en la mano mientras el primer colectivo de murgueros estacionaba sobre Hipólito Yrigoyen.

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Mientras los artistas terminaban de preparase, una vocera de «Escalando Sin Remedio» —la murga anfitriona y organizadora del evento— invitó a todo aquel que tuviera un pote de espuma a acercarse al centro de la pista y a desatar una guerra de blanco que dio pie al festival. Grandes y chicos disparaban los pomos y esquivaban las espumas hasta que Benjamín de cinco años fue declarado el gran ganador de la batalla.

El corso es “un espacio que promueve la cultura popular porque puede venir cualquier persona sin necesidad de pagar para entrar, es abierto, al aire libre, y es importante seguir manteniendolo, porque estamos en un momento donde están intentando privatizar todo, donde no podamos disfrutar de estas cosas”, aseguró Malena Díaz Pascielli, integrante de Escalando Sin Remedio. También valorizó “el encontrarse frente a frente y mirarse a la cara para seguir luchando por un mundo mejor y distinto”, ideal de la murga.

La consigna del evento fue aclarada por micrófono reiteradas veces durante toda la tarde: se trataba de un festival libre de violencia, en el que una “comisión de cuidado” circulaba por el sector de murga para prevenir y atender cualquier situación de incomodidad. Los jóvenes integrantes estaban distinguidos con una cinta blanca en las muñecas y eran voluntarios que ayudaron a Escalando con la organización y el despliegue del encuentro.

Ningún detalle fue librado al azar: el buffet con precios económicos tenía hasta opciones de menú veganas y la venta de espuma estaba a cargo de puestos, auspiciados por los anfitriones. Lo recaudado de las ventas ayudó a la financiación de las actividades y el mantenimiento de la murga, que es autogestiva.

En contra de todos los pronósticos de tormenta, el festival le hizo frente al calor incesante que acompañó la jornada. La pesadez del día no se notó en la sonrisa de cada bailarín y bailarina, sonrisas casi tan brillantes como la purpurina en sus mejillas. Los integrantes de «Cachengue y Sudor», murga de arpillera, de la ciudad de Buenos Aires abrieron el desfile a todo ritmo y color.

Cachengue sorprendió con las coreografías y la producción del despliegue. Las intervenciones invitaban al público tanto a seguir el compás de la percusión como a reflexionar sobre las problemáticas sociales. Su paso por la Mariano Moreno dejó vibrando las conciencias de los presentes entusiasmados por la empatía con la que fueron transmitidos los mensajes que impulsaban la legalidad del aborto, la equidad de género y denunciaban la corrupción, el sindicalismo y la práctica policial.

Los valores pregonados por las murgas se demostraban en los apliques de los trajes de los danzantes como los bordados en lentejuelas de un pañuelo de Abuelas de Plaza de Mayo o el de la silueta de los tres grandes exponentes del socialismo internacional (Marx, Lenin y Trotsky) o flecos con los colores del orgullo LGBTIQ. Los adornos también hacen alusión a gustos y aspiraciones personales de cada murguero, por lo que nombres de bandas y cuadros de fútbol no faltaron.

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El festival que cada fin de semana de febrero toma las calles de Escalada es independiente. La convocatoria y logística está a cargo de los mismos protagonistas que durante todo el año no solo ensayan sus coreografías sino que también se ocupan de conseguir todo lo necesario para ofrecer el mejor de los espectáculos. Además, a diferencia de los corsos de la Ciudad de Buenos Aires, en la región son autogestivos, por lo que no cuentan con el auspicio ni intervención del gobierno local.

“Acá no se baja plata del Gobierno”, aclaró a AUNO Camila Braude, integrante de Cachengue y sudor. Su compañera Yamila Chali completó la idea: “En los corsos de Capital te ponen vallas y acá está re-organizado todo sin necesidad de vallas ni de seguridad” lo que demuestra que “la murga pidiendo de corazón las cosas se pueden hacer”, remarcó.

La segunda propuesta vino de la mano de “La murga Mata Mufa” de La Matanza que demostró su originalidad con un segmento de malabares con fuego.

Todo salto, paso, voltereta o movimiento de cadera es válido en las coreografías de las murgas; solo es importante levantar bien los brazos y despegar los pies del suelo la mayor cantidad de veces que el cuerpo lo permita. La simpatía es una cualidad fundamental para cualquier murguero o murguera para despertar empatía a los espectadores y así lo hizo Escalando Sin Remedio que se despidió del festival a puro entusiasmo y dinamismo.

Los locales fueron los más esperados por el público que sabía las letras de las canciones y se sumaba a cantar. Para despedirse de la pasarela, Escalando llamó a los presentes a sumarse a la danza dentro de la pista, lo que se volvió el acto más convocante.

El objetivo “es encontrar en la murga un lugar donde podamos sacar la bronca y la rabia que este sistema muchas veces nos deja. La murga tiene que poder transmitir un mensaje de lucha y organización para que todo eso deje de pasar y poder construir un mundo libre de violencias para todes por igual”, destacó Milena en diálogo con este medio cuando el corso había terminado y los artistas se disponían a guardar sus cosas.

Para el cierre subieron al escenario las Feminancys, una banda de rock femenina que sumó sus consignas al festival.

AUNO-11-2-19
AB-SAM

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