Diego Terrero, el lomense que restauró un Jeep Willys de 1942, como recién salido de fábrica

Un aficionado lomense por los autos se dedicó seis años a restaurar un Jeep fabricado para la Segunda Guerra Mundial. La unidad posee gran cantidad de repuestos originales, y también excelentes reproducciones. Una obra de arte sobre ruedas.

Tapizados, latas de pintura, carburadores y algunos pinceles se pueden encontrar en el taller de Diego Terrero, un aficionado lomense por los autos y restaurador autodidacta. Su padre le inculcó la pasión por los autos. Desde pequeño, comenzó a desarrollar su amor por los automóviles y tomó el desafío de restaurarlos. Le interesa, sobre todo, los que tienen historia como el caso del Jeep Willys, fabricado durante la Segunda Guerra Mundial en 1942.

El primer auto que restauró, junto a su padre y hermano, fue un Fiat 600 R de 1972. Recién en 2015 consiguió el vehículo militar Willys MB 1942 Early Script, con el que desarrolló, durante varios años, una ardua tarea de restauración, que incluyó los tapizados, lonas, filtros, pintura, carburador y parrilla, entre otros componentes. Seis años y medio de esfuerzo dieron resultado. Su felicidad hoy se ve reflejada cuando sale a dar una vuelta con algún amigo y vive la adrenalina de conducir un vehículo que lleva tanta historia. «Hubo muchos momentos buenos y otros de angustia. Siempre pasan cosas, las cosas no salen tan fáciles como uno piensa. No es una tarea para ansiosos», cuenta Terrero, en diálogo con AUNO.

Es un vehículo que fue creado para la Segunda Guerra Mundial, y participó en el evento bélico más importante del siglo XX. «Entró en acción en Europa, desde Inglaterra, en 1942 y terminó sus días de batalla en Alemania en 1945”, explica el restaurador lomense.

Finalizada la guerra, mucho material bélico era vendido por Alemania a otros países como un plan para reactivar su economía. Es así que lotes de estos vehículos fueron adquiridos durante el gobierno argentino de Juan Domingo Perón en 1948. 

Antes de comprar el Willys, Terrero ya era miembro del Foro de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Vehículos Militares (AACVM). Los especialistas, y varios de ellos colegas, lo fueron guiando durante la tarea de restauración del Jeep Willys. Para llevar adelante la restauración tuvo que estudiar el modelo y aprender sobre las piezas que le hacían falta para rearmar la unidad.

¿Lo sabías?

Willys es la marca de la empresa que los fabrica, es decir, Willys Overland Motors de la ciudad de Ohio en Estados Unidos. El MB es el primer modelo en serie bajo el primer contrato con el gobierno de Estados Unidos. Slat Grille era la denominación que recibieron los primeros modelos por llevar su parrilla frontal confeccionada de planchuelas soldadas de forma artesanal. Early se refiere a un momento temprano de la producción de ese modelo MB. Ya que la denominación Script indica que la carrocería llevaba estampada la palabra Willys en el panel trasero. Pero tiempo después, el gobierno de Estados Unidos lo prohibió porque se trataba de una unidad militar. 

Una «cacería de repuestos»

Uno de los principales obstáculos fue el hecho de conseguir los repuestos. La unidad tiene repuestos que consiguió de Holanda, Bélgica, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. “Gran parte de la restauración es literalmente una cacería de repuestos. Uno se la pasa muchas noches frente a la computadora buscando por cualquier parte del mundo esa pieza que le está faltando», recuerda sobre esos años de trabajo.

Esta restauración fue hecha estilo factory, es decir que el vehículo terminado se representa en detalle tal como fue concebido por la fábrica para esa fecha de entrega. No todas las piezas son originales, aclara, ya que pasaron 80 años, y algunos materiales como las lonas o los tapizados y capota serían imposibles de conseguir en buen estado o sin deformaciones.

«La restauración de un auto te demanda mucho tiempo, no solo dinero. Hay que estudiar, leer manuales y planos, buscar imágenes históricas (para ver algún detalle en particular) e ir a diferentes talleres … hay que tener una paciencia especial”, cuenta Terrero.

Sin embargo, el vehículo de Terrero posee una alta cantidad de repuestos originales, algunos de ellos son ‘NOS’ (en inglés, New Old Stock), y también excelentes reproducciones en las partes que ya no se consiguen. «Por supuesto, siempre respetando la configuración de fábrica”, remarca el restaurador.

Las piezas más complicadas de conseguir, recuerda Terrero, fueron el filtro de radio Filterette Tobe 1107G, el carburador Carter 5395SK1, el filtro de aire tipo Pancake, y el slat (como se conoce a la parrilla) dado que es un vehículo peculiar dentro de los Willys. Solo se produjeron 25.808 unidades de este tipo mientras que del resto de los jeeps de la Segunda Guerra se fabricaron aproximadamente 650 mil unidades. 

El proceso de reparación duró seis años, cinco meses y cuatro días. Hubo varias veces en las que pensó abandonar el proyecto y vender la unidad tal cual estaba. «Lo importante es nunca bajar los brazos, ponerse metas cortas y organizarse, es entonces que cuando pasa la tormenta, empiezan a llegar las recompensas”, reflexionó el lomense con este medio.

Este SLAT es el N° 15.466 y pertenece a un período conocido como «Early» dentro de la producción en serie de 1942. 

El sueño de restaurar un Jeep Willys

La motivación por querer restaurar un Willys surgió a raíz de una conversación con su madre en 1994. En ese momento dijeron que sería lindo restaurar un jeep militar verde, “de los que tienen las ruedas finitas”. Desde entonces, siempre quedó la idea de tener uno, y finalmente se concretó 28 años después. 

Hoy este vehículo puede contar dos historias: la primera, de haber sido uno de los pocos automóviles que participó de la Segunda Guerra Mundial, y la segunda, su travesía por estar restaurado a cero, tal como se lo vio en 1940, por todo el trabajo que Terrero tuvo que llevar adelante para transitar esta remodelación. 

Con el trabajo terminado, Terrero remarca el gran apoyo que recibió por parte de su esposa y de su familia, además del equipo que lo acompañó durante todo el proceso en el cual participaron más de 30 personas. Después de tanto esfuerzo, quedan varios momentos clave, como la primera vuelta de prueba. «Es difícil explicar lo que se siente con palabras ya que todo el proceso en sí es muy emocionante”, resume. 

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