Lomas de Zamora, abril 12, (AUNO).- Así como cada verano selvas espesas dan al mundo una nueva especie que amplía la gama de fauna conocida, cada tanto la música concibe un género inédito que viene a abrir la cabeza de los hombres con un filo distinto. A quien hoy le toca llevar el cuchillo es un chico de veinte años, lomense, de palabras cortas y viaje largo: Diego Manatrizio. Un músico que, “en la búsqueda de la experiencia estética”, acaba de editar un primer y desconcertante EP: “Mediodía”.
El disco no es en absoluto un candidato a sonar en las FM de los shoppings porque no tiene una primera escucha fácil. Ni una segunda ni una tercera. Y porque no es un disco: Mediodía(), es un solo track dividido a la fuerza en dos partes; durante la media hora de la ¿canción? el músico de Temperley forma y deforma climas y rosarios de punteos que flotan sobre un sueño creado por loops y sobregrabaciones. Puede haber algo de Björk, puede haber algo de Sigur Ròs. Pero no, es otra cosa.
¿Qué es? “Lo llamo música experimental porque no es un género…o no sé… si hay que titularlo, se lo puede encuadrar como experimental”, intentó contestar Diego ante AUNO. En tiempos en los que la pistola etiquetadora del periodismo de rock echa humo por el caño, “Mediodía” elude rótulos musimundísticos: el sonido parece reptar, ciego, buscando alternativas de expresión, matices tímbricos, atmósferas más o menos intentas.
Lejos de ser un divague sobre la materia sonora, Manatrizio, que estudia en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, subrayó que lo suyo “no es algo instintivo ni sanguíneo en absoluto”. “Si bien todo nace de una improvisación, trato de ser lo menos instintivo posible, compongo algo y lo sistematizo, lo ordeno para que no se quede en una idea suelta y pueda tener un desarrollo… Que se deforme”, explicó.
Donde más se aprecia ese leitmotiv deconstructor que es principio y fin para Diego es en el vivo: un chico alto, delgado, que no puede quedarse quieto, toca, graba, reproduce, cambia guitarra por violín, suelta armonías con un xilófono de metal, dispara una base en loop, puntea a destiempo. Cuerpos de luz se arrastran por las paredes y las caras de un público casi atónito, envuelto en atmósferas oníricas que se vuelven densas que se vuelven minimalistas.
Y es ese latigazo del desconcierto lo que Manatrizio busca producir en él y en terceros: “Me gusta la música que te moviliza, que te deja pensando. Eso es lo que busco cuando compongo y cuando toco, la llamada experiencia estética. Quiero sentir eso, y si se lo puedo hacer sentir a la gente que viene al recital, buenísimo”.
En suma, y más allá de las claras aptitudes del intérprete, si una producción como “Mediodía” es posible, se debe también a una coyuntura artística y social marcada por la incidencia de herramientas virtuales que permiten grabar y difundir; a la naturalización de la independencia que anula el yugo del mercado y permite que un músico busque “la experiencia estética” en un álbum; y a un público que se desmarca de la oferta mainstream y recibe y disfruta de una música que, por ahora, ni su creador puede definir.
JR-AFD
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