Lomas de Zamora, diciembre 09 (AUNO).- El largo viaje de Alejandro Bordón comenzó en la madrugada del 5 de octubre de 2010 cuando fue acusado de un crimen que no cometió. Ese día, un colectivero de la línea 524 iba a trabajar y lo asesinaron. Por entonces había una seguidilla de crímenes y asaltos contra choferes, y la muerte de este trabajador desembocó en una huelga general. Para frenarla urgía un culpable y, casualmente, esa noche Bordón pasaba por ahí.
La víctima fue Juan Alberto Núñez, quien murió tras un disparo en el pecho. Bordón, hasta el día anterior desempeñaba sus tareas en una empresa de catering que abastecía aviones del Aeroparque Jorge Newbery. A las 4:30 subía a un colectivo que lo llevaría al centro de Lanús y de ahí iría rumbo a su lugar de trabajo. Y antes de subir y pedir boleto no estaba ni enterado de lo que había ocurrido con Núñez.
De repente, un hombre armado que estaba detrás de él en el colectivo lo golpeó a culatazos y patadas hasta dejarlo casi desmayado. Los pasajeros no sabían lo que pasaba hasta que el agresor se identificó como David Alberto Quijano, Policía Bonaerense de la DDI de Campana.
Quijano había ido detrás de él porque, según testigos, el asesino de Núñez iba de buzo blanco. Y Bordón tenía un buzo blanco.
El relato supuestamente probatorio del policía nunca fue convincente. Así lo creyó la familia del acusado, que desde el primer momento sostuvo que el crimen que le atribuyeron era “una causa armada” por la policía y con la “complicidad” de la Justicia.
Los principales medios del país vendieron el caso como un “crimen pasional”. Para ello, a Susana Fleitas, esposa de Bordón, la implicaron en el caso indirectamente: fue involucrada sentimentalmente con el colectivero Núñez, a quien ni siquiera conocía. Una vez instalada esta versión, las “fuentes policiales” insistieron en que Fleitas y el chofer eran amantes y que por eso Alejandro lo mató.
“VIVIR CON MIEDO”
Esa acusación entristeció a Susana. Ella ya venía acarreando problemas de depresión que finalmente se profundizaron. Sin embargo, se mantuvo firme para que su esposo no la viera caer. Él la necesita firme: “Dijeron de todo. Que había salido con un chofer, con un pibe, que no iba a estudiar. Eso me marcó para siempre. Son palabras que pesan y duelen mucho”, contó a AUNO.
La fuerza de seguridad bonaerense generó miedo en ella. “Yo viví la primera semana con miedo”, recuerda. Pensó que la policía iba a ir a “violarla” o hacerle “cualquier cosa”. Ella sabía que tenía que “defenderse” y no quedarse “oprimida por lo que le hicieron”.
Pese a todo, desde el primer momento Susana defendió a su esposo. Ella tuvo que “dejar el delantal y agarrar el megáfono”. Estaba estudiando para ser maestra pero después de tres años retomó sus estudios.
Un día, en el medio de las movilizaciones y cortes en la avenida Costanera, conoció al director de cine Marcelo Goyeneche, que también recuerda el día que conoció a Susana: “Trabajaba en Aeroparque. Era delegado en Aerolíneas Argentinas. Un día hubo una marcha muy grande, un corte en la Costanera. Justo estábamos trabajando y salimos a ver lo que sucedía. Lo primero que me llamó la atención era la cantidad de gente que había y de policías también. Nos acercamos a la gente y ahí la conocí”, contó a AUNO.
El director decidió registrar una de las marchas donde participaba la familia y así fue generando material de archivo, sin tener definido para qué. Una vez que Alejandro salió libre empezaron a charlar y a revisar todo ese material y se les ocurrió armar una película: “El largo viaje de Alejandro Bordón”, que busca el objetivo de generar conciencia para que la sociedad entienda que las causas armadas “son un flagelo que afecta a la población más humilde”.
UNA TRAGEDIA DE PELÍCULA
Aquel 5 de octubre de 2010, Quijano detuvo a Bordón y lo trasladó a la comisaria 6° de Lanús, en Monte Chingolo. A esta dependencia policial se le atribuyó la maniobra de falsificar pruebas y alterar testimonios del caso. Susana tuvo que realizar un escrache frente a ese edificio policial para que la dejaran ver a su esposo. Cuando lo logró, “estaba todo golpeado, con los ojos negros y casi no podía ver. Tenía la cabeza partida. Era terrible como estaba”.
Alejandro estuvo más de año y medio preso. Los primeros siete meses los pasó en la cárcel de Sierra Chica, considerada una de las más peligrosas del país. Luego, por reiterados pedidos de la familia y abogados, fue trasladado al penal 40 de Lomas de Zamora y allí permaneció hasta que recuperó su libertad en junio de 2012.
Mientras estuvo recluido, el único maltrato que “sufrió” fue por parte del Servicio Penitenciario. “La vida en la cárcel es dura. Yo estaba en una celda que daba al patio. Me cansé de ver peleas, muertes. He visto bastantes cosas. Se me hizo duro por mi estado de ánimo. Me arrancaron mi vida, me molieron a palos y lo peor de todo es que hubo una intencionalidad”, recuerda Bordón.
CULPABLE DE LO QUE NO HIZO
La libertad de Alejandro se obtuvo con una lucha colectiva. Organizaciones sociales y sindicales respaldaron el reclamo de Susana, quien nunca dejó de creer en su compañero de vida. El Tribunal n° 8 de Lomas de Zamora lo absolvió y determinó que debían investigarse todas las irregularidades de la causa.
Desde entonces hay dos investigaciones que duermen en un cajón: una debía dar cuenta de quién adulteró los teléfonos para que Bordón quedara inculpado y otra para saber quién cambió la declaración y alteró la firma de un testigo.
En la primera se necesitaba un perito tecnológico que “nunca se presentó” y en la otra un perito caligráfico que debía “realizar las comparaciones” de los testimonios. “Estoy seguro de que nunca se investigó el homicidio”, denunció Bordón a AUNO.
A la par de estas dos causas, hay otra contra el policía David Quijano que fue elevada a juicio sin fecha aún. Piden para él dos años de prisión y cuatro de inhabilitación para ejercer cargos en la función pública. En esto años, cambió la carátula. En un principio era por lesiones, vejámenes y torturas, pero después quedó en lesiones leves.
Lo cierto es que el crimen de Juan Alberto Núñez nunca tuvo justicia. Los responsables de armar la causa aún continúan libres, impunes y visten el uniforme. Tampoco se sabe quién fue asesino y, por tanto, está libre. “Más allá de la causa, hay un crimen que quedó impune y una familia que jamás pudo tener justicia”, lamenta Alejandro.
KEC-AFD
AUNO-09-12-19
Stella Me dice:
Esa es la justicia Argentina, a ese pobre hombre y su familia el estado lo indemnizo?
VERGÜENZA.