Caso Érica Soriano: declaran culpable a Lagostena y el viernes se conoce la pena

Pese a que nunca se encontró el cadáver, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 9 de Lomas de Zamora determinó que Daniel Lagostena fue el autor del crimen de Érica Soriano. La joven tenía 30 años y estaba embarazada cuando la asesinó su pareja.

Luis Giménez

Lomas de Zamora, julio 11 (AUNO) – Casi 8 años después de su desaparición, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°9 de Lomas de Zamora declaró culpable a Daniel Lagostena (54) de la muerte de Érica Soriano, la joven lanusense de 30 años que fue asesinada en agosto de 2010.

La Justicia definió que Lagostena es culpable de “homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género”. Desde la Fiscalía y la querella sostuvieron la culpabilidad del acusado pese a que nunca se encontró el cuerpo de la víctima, mientras que la defensa había solicitado la absolución “por falta de pruebas”.

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El tribunal, tras un mes y medio de audiencias, desestimó los argumentos de la defensa que se aferraba de la figura de “presunción de la duda” sobre Lagostena por el hecho de que el cuerpo no fue encontrado.

Según se desprende de la investigación, Lagostena habría utilizado sus contactos con empresas funerarias de la zona sur del Gran Buenos Aires para cremar el cuerpo tras el homicidio.

Los familiares de la víctima, que también tenía una hija de 13 años, celebraron el veredicto y ahora aguardan que los jueces Darío Bellucci, Juan Manuel Rial y Victoria Ballve le den a Lagostena una condena de al menos 23 años de prisión.

En la zona sur del Conurbano existe el antecedente de una sentencia condenatoria sin el hallazgo del cuerpo: se trata de la condena en 2015 de los dos hombres que fueron encontrados culpables del crimen de Roxana Núñez, quien había sido asesinada en 2009.

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El juicio

En el caso de Soriano, como el hecho ocurrió en 2010, no se pudo juzgar a Lagosatena por femicidio, debido a que el Código Penal fue modificado en 2012, cuando recién fue incluída esa figura. Él, por su parte, se declaró inocente cuando hizo uso de la palabra tras finalizar los alegatos del martes 3 de julio, cuando se le otorgó el derecho previo a conocer la decisión final del tribunal.

“Yo no la maté, ella se fue”, fueron los dichos de Lagostena, con la frialdad típica que lo caracteriza y con la cual lo describieron los testigos. “Es un psicópata narcisista y un controlador sin repercusión afectiva”, había asegurado Ana María Arias, la perito psiquiatra que lo examinó como parte de la investigación por el crimen de Érica. Un testimonio clave para entender mejor su personalidad.

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En la primera audiencia, ante las preguntas sobre cómo era la relación que mantenían, aseguró que “era normal y cariñosa”. En cambio, desde el círculo íntimo de Érica, que participó de las nueve jornadas de testimonios, hablaron de manipulación y celos de su parte.

La madre de la víctima, María Ester Romero, apuntó sus sospechas contra la ex pareja de su hija desde el principio, luego de que dijera por primera vez que ella se había ido de la casa de Lanús, donde los dos convivían, tras una discusión.

“No me sorprendió en absoluto y no me esperaba otra cosa de él. No va a mover ni un punto ni una coma y no se va salir de su libreto”, fue la reflexión de la mujer tras escuchar el descargo del presunto asesino.

Esta mañana, cerca del mediodía, la Justicia determinó que Lagostena cometió “homicidio simple en concurso ideal con aborto en contexto de violencia familiar” y anunció que recién este viernes dará a conocer los fundamentos del fallo condenatorio y la cantidad de años que el acusado deberá pasar en prisión.

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El acusado está detenido en la Unidad N° 40 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), en Lomas de Zamora, desde el 1° de mayo de 2016. Ya había estado preso entre mayo y diciembre de 2012, cuando fue liberado por “falta de pruebas”.

El caso

Érica y Daniel fueron novios 8 meses. Cuando se conocieron, ella tenía 30 años y él 48. La joven atravesaba un momento difícil. Su padre padecía una enfermedad terminal que terminaría con su vida poco tiempo después. Tras varios intercambios de correos electrónicos y llamadas telefónicas, aceptó una invitación para salir juntos. A los pocos días, el noviazgo se haría oficial y poco más tarde, se irían a vivir juntos.

Antes de compartir el mismo techo, fue todo seducción. En esa etapa debió demostrar su lado más carismático y mantuvo oculto su verdadero carácter hasta lograr su cometido. Una vez en su hogar, habría dejado de lado su encanto superficial para pasar a la instancia de manipulación más violenta, en la que trató de aislar a Érica de sus seres queridos, incluso de su hija Florencia. Lo logró, según lo que afirman desde la parte damnificada.

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Tampoco la dejaba maquillarse, ni vestirse de manera elegante como hacía antes de conocerlo. Para sus amigas “ya no era la misma” y notaron ese cambio brusco desde que se mudó. A ellas les confesó que su “vida era un infierno”.

El pasado del acusado no pasó desapercibido a medida que se conocieron más detalles de su vida. “Todo lo que lo rodea es raro”, afirmaron. Estuvo internado en una clínica psiquiátrica por voluntad propia. Aparentemente, la razón de tomar esa decisión habría sido producto de la depresión que le generó separarse de un vínculo amoroso, aunque la médica no le creyó.

La noche del 20 de agosto regresaron del consultorio del obstetra en Capital Federal y, en el trayecto a Lanús, la mujer mantuvo la última comunicación telefónica con una amiga. Esta la notó mal, se dio cuenta que el motivo era una nueva discusión con Daniel, como sucedía todo el tiempo.

Lo concreto es que Érica planeaba recuperar a su hija. La nena de 12 años se había hartado de las continuas peleas con su mamá por culpa de Lagostena y se fue a vivir con su padre. Eso la habría angustiado mucho.

Para la hipótesis del homicidio de la fiscal Marina Rocovich y el abogado Marcelo Mazzeo, este fue el móvil que motivó el desenlace final. Furioso, no soportó la posibilidad de que la pareja corriera el riesgo de separarse. Como ya no daban resultado sus métodos de seducción ni de manipulación por medio de la pena, pasó a la siguiente instancia. El resultado, según esta teoría, fue que la habría matado esa misma noche.

La posibilidad del homicidio careció desde un principio de un detalle clave para poder incriminarlo: el cuerpo. El cadáver de Érica jamás apareció y tras ocho años sin señales de vida, su familia se resignó a aceptar que ya no la verían nunca más. En realidad, la aceptación llegó mucho antes, desde que comenzó su lucha para que se esclarezca lo que pasó.

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La versión de Lagostena indica que la última vez que la vio, ella se fue a la casa de su mamá en Villa Adelina. Discutieron, trató de impedir que se fuera y le sacó la cartera, pero ella alcanzó a tomar unas monedas y se fue por sus propios medios. Un relato con varias contradicciones que dirigieron las sospechas sobre él.

En su domicilio encontraron la ropa que supuestamente vestía Érica cuando se marchó. En la chimenea, con rasgos evidentes de que se había usado en un día caluroso, encontraron restos de lo que sería ropa interior femenina y una mancha de sangre debajo de una mesita de luz, que no se pudo determinar de quién era porque había sido limpiada.

Pero lo más misterioso, es la llamada saliente de ese lugar a su celular la noche que regresaban del obstetra. ¿Había alguien, además de ellos dos? Nunca se pudo comprobar. Lo que sí se sumó como prueba de la investigación fueron las llamadas telefónicas durante la madrugada del 21 de agosto a un sobrino con el que no solía relacionarse. ¿Para qué se comunicaron en varias ocasiones esa madrugada?

La decisión judicial

Para conocer la verdad, la Justicia trató de indagar en el vínculo de la familia Lagostena con el rubro funerario y un nombre en especial: Leonardo De Simone. Para Mazzeo, éste recibió una propiedad como “gratificación” por prestar un servicio clave que mantuvo el caso en stand by durante tanto tiempo. Sería el eslabón para saber qué pasó con Érica. La querella afirmó que De Simone ayudó a quemar el cadáver en el crematorio de Lanús.

Una vez que la Policía comenzó a investigar, Lagostenase presentó todos los días en la comisaría de Lanús para averiguar si había datos del paradero de Érica. En cambio, nunca participó cuando la familia Soriano realizaba paralelamente su campaña para dar con la joven, con carteles con su foto repartidas en cuadras enteras. Para la Fiscalía, este era un claro indicio de que lo hacía para mantenerse informado de la investigación, “y que no lo agarraran desprevenido”, en caso de que la causa diera un giro en su contra.

Por mucho tiempo, para la Justicia pasó desapercibida la desaparición de Érica. La falta de un cadáver resultó determinante, hasta el 2016, cuando se inclinaron por el resto de las pruebas y ordenaron la detención de Lagostena.

Rocovich y Mazzeo solicitaron la sentencia de 25 años de cárcel, pena máxima por el delito que se le imputa. “El la mató porque ella lo iba a dejar y no fue un accidente, fue todo premeditado”, señaló el abogado, quien sostiene la teoría de que hay cómplices que continúan en libertad.

Tras casi 8 años de espera, y después de 10 jornadas de declaraciones, por las que pasaron cerca de 60 testigos, finalmente la Justicia determinó la culpabilidad de Lagostena.

AUNO 11-07-2018
LG-AFG

Nota realizada para Taller de Periodismo Gráfico

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