Lomas de Zamora, abril 7 (AUNO).- Es la 1 en un límite difuso entre Villa Crespo, Palermo y Almagro. Luego de una pausa de dos horas, la llovizna cae nuevamente sobre la adoquinada Pringles, donde queda el Club Cultural Matienzo. Un micro que salió de Banfield llega y de él bajan unas 26 personas. La chica que organizó el transporte entrega los tickets a los pasajeros para que entren y se despojen del peso de la semana con la presentación del segundo disco de La rumbadera: El dragón.
A simple vista el lugar no es muy amplio, pero al pasar el patio, que se encuentra saliendo del cuarto de recepción, barra y boletería, en un costado derecho hay un espacio mucho más grande, para albergar al menos unas 200 personas, y el escenario donde los integrantes de la banda dejaron sus instrumentos predispuestos para tocar.
Casi a las 2 llega Fabio Quinteros, el pregonero, completamente de negro y saluda a quienes conoce. “Gracias por venir”, se lo escucha decir varias veces. “Entren, que estamos esperando que haya gente adentro así arrancamos”, avisa a los rezagados que terminan sus vasos en apenas unos minutos para entrar.
La piel fluorescente del dragón está plasmada en la pantalla que se encuentra justo arriba del escenario e ilumina el teatro. Una animación simple hace bailar a tres copleras al ritmo de una tecnocumbia. La imagen quieta solo cambia de posición del derecho al revés y genera la sensación de movimiento mientras los aires del caribe se sienten con una salsa que una pareja de chicas intenta bailar.
La penumbra que envuelve los instrumentos se rompe con la entrada de los músicos. El Chino Suárez, cantante y multinstrumentista, sale ansioso con un sombrerito violeta, un aro colgante de pluma y la energía que le desborda el cuerpo. A su lado se encuentra Laura Blumritt, que se cuelga el teclado blanco y sonríe algo nerviosa. Sin previo aviso comienza a sonar con potencia el primer tema del nuevo disco, que es homónimo.
El dragón comienza a desplegar sus alas. Chicos y chicas saltan al ritmo del bajo a cargo del platinado Alexis Lio. El rasgueo de las cuerdas no solo marca el latido del corazón sino también el de la percusión completa: por un lado, Sebastián Piombo en la batería, que toca con un metrónomo incorporado en su cabeza; a su costado izquierdo las congas a cargo de Maxi Jersak suenan potentes y se combinan con exactitud a las timbaletas, adornadas con el pañuelo verde a favor de la despenalización del aborto, de Rocío Carmona.
Al costado derecho de Sebastián se encuentran los vientos: Pilar Sicardi en saxo tenor, Sofía Matthews en el alto. Ambas son además encargadas de los coros. La trompeta está en manos de Cristian Aliotta que con sus lentes negros y saco parece un personaje salido de Los simuladores. La formación la completa el guitarrista de chalequito y chupines, Agustín Tripaglia.
La primera canción termina y le sigue una salsa conurbana que pone a varias chicas a bailar con sus compañeros, incluso a una fotógrafa de rulitos que va de punta a punta en busca del ángulo perfecto para la toma. La siguiente canción es “Quiero”. “Quiero disfrutar del silencio y encontrarnos en las miradas”, canta el chino, que agita con sus manos e incita al público a la alegría.
Al llegar el quinto tema, se sube el invitado de la noche, Atson, que se encarga del charanguito para “Huaynot”. El Chino se cuelga el bajo y el bajista toma su lugar. La guitarra de Agustín marca un carnavalito, pero definir el ritmo es complicado: por momentos es rock, por otros rap con contenido político y en el final un canto a la Pacha Mama.
Llega la octava y el clima cambia. Al principio parece un cover, pero al pasar un minuto, la voz de Laura canta en contra del patriarcado y de la naturalización del maltrato: “matemos al amor”. “Enterremos y escondamos (la violencia) en la bolsa de los mandados”, ironiza. La mayoría de los hombres no se mueve y escucha atentamente cada palabra cantada. Algunas chicas bailan en su lugar, sin dejar de escuchar.
El Chino para un ratito y agradece a todos los que están presentes, y “a todos los que están en el proyecto”. Al terminar sigue un cha cha cha y luego anuncia “un lento” que forma parte del Dragón: “Desencuentro”. Una flauta traversa corta todo el aire con la trompeta que marca la sensualidad de los movimientos de parejas que bailan apretadas.
El décimo es “Regalame”, del primer disco, “suena en la ciudad”. El público la sabe, la canta. Alguien aprovecha para preguntarle a su acompañante, al son de las voces de las coristas que toman el micrófono, “¿qué te cuesta regalarme una sonrisa?”. Cristian baja del escenario con su trompeta y toca en medio de una ronda de chicas y chicos que bailan.
La lista llega poco a poco a su fin. Un momento más que curioso se produce cuando el ambiente se vuelve oscuro y Fabio pregona en tono de presentador de noticias “las offshore, ¿Quiénes roban con las offshore?”. Un viaje curioso y tenebroso dentro de tanto baile, alegría y gusto a caribe.
Para cerrar, eligen dos temas de su primer álbum: el primero es “la cumbia del viento”, en el que todos corean “esclavo soy, negro nací, negro es mi color” cuando los instrumentos bajan un poquito su sonido para que el público sea el espectáculo. Sin embargo, el cierre es mucho más intenso, ya que terminan con “La casita” en el que tanto la banda como el público cantan en conjunto “qué diga callejero, con tono de barrio bajo” y saltan. Un pogo chiquito, totalmente alegre, se vive a pasos del escenario y el dragón se va a dormir con el corazón lleno por el show.
El micro llega a eso de las 5 para buscar a los de zona sur. Cuando emprende viaje por las avenidas de Capital, la mayoría se dispone a dormir hasta llegar a destino. Una chica se duerme en el hombro de su compañero, él se pone los auriculares y de ellos sale la voz de Fabio.
Foto: Amanda Ferro
AUNO-07-04-2018
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