Mugica, el cura de la causa vilera

Ocurrió el 11 de mayo de 1974. De formación jesuita, perteneció al Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo. Había sido profundamente antiperonista y festejó el golpe del 55. Inmediatamente después del zarpazo de la Fusiladora cambió su visión de mundo y se sumó al peronismo. Los matones de López Rega e Isabel lo asesinaron.

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, may 10 (AUNO) – “Cuando salí a la calle aspiré en el barrio la tristeza”, dijo Mugica. Había ido a un conventillo de la Capital Federal, en medio de un aguacero y a pocos días del golpe del 55 dado por la Fusiladora.

Qué notable sensibilidad y qué formidable visión del mundo. Para Borges, en cambio, la lluvia que acompañó ese golpe de Estado antinacional la poetizó como “las épicas lluvias de setiembre que purificaron la Patria”.

Ese día, para quien fuera uno de los siete hijos de un matrimonio, cuya madre descendía de una tradicional familia de la oligarquía terrateniente, habría de ser clave, porque hasta ese momento Mugica no conocía el mundo de los humildes.

En realidad, lo que le ocurrió a Mugica fue que comprendió el siempre presente tema de la cuestión nacional. El sacerdote entendió esa materia que es clave para poder pararse dignamente frente a la realidad política de la Argentina, poder universalizar lo nuestro y no caer en las trampas tendidas todos los días por la oligarquía y sus voceros.

En un reportaje dado a la Revista Cuestionario, en mayo de 1973, Mugica recuerda cómo cambió, es decir, cómo pasó de ser gorila o antiperonista a comprender el fenómeno político del peronismo, que había llegado para tomar la casa de la oligarquía y no para otra cosa, no para dialogar, ni consensuar.

“Eran los días finales del gobierno peronista (…) En el Barrio Norte se echaron a vuelo las campanas y yo participé del júbilo orgiástico de la oligarquía por la caída de Perón”, cuenta el sacerdote, ahora en el contexto del gobierno peronista ejercido por Héctor Cámpora.

Después cuenta: “Una noche fui al conventillo como de costumbre. Tenía que atravesar un callejón medio a oscuras y de pronto, bajo la luz muy tenue de la única bombita, vi escrito, con tiza y en letras bien grandes: ‘Sin Perón, no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos’. (…) Esa noche fue el momento decisivo en mi vida. En la casa encontré a la gente aplastada, con una gran tristeza”.

“Era un miembro de la Iglesia y ellos le atribuían a la Iglesia parte de la responsabilidad de la caída de Perón. Me sentí bastante incómodo, aunque no me dijeron nada. Cuando salí a la calle aspiré en el barrio la tristeza. La gente humilde estaba de duelo por la caída de Perón. Si la gente humilde estaba de duelo, entonces yo estaba descolocado”, cuenta en ese mismo reportaje.

La adhesión de Mugica al peronismo y el cambio de visión respecto del movimiento fundado por Perón después del cruento golpe fusilador del 55, no fue una decisión aislada, porque muchos sectores empezaron a mirar de otra forma al fenómeno que irrumpió en 1945, pero esa es otra o la misma historia.

Y una tarde lo mataron

“Una tarde de mayo los esbirros de Isabel y López Rega, al mando del miembro de la Triple A Rodolfo Eduardo Almirón, mataron a Carlos. Todo el barrio lloró hasta hacer más intransitables las calles de barro. A nadie se le ocurrió canonizarlo porque se sabe, el vaticano está para otra cosa, los santos y beatos de la banca vaticana no son como Mugica, sino como Escrivá de Balaguer”, escribe Felipe Pigna en su página web El historiador.

Eso ocurrió el 11 de mayo de 1974. Durante los ochenta a Mugica se lo conocía por un famoso libro de cien páginas cuyo enfático título es Peronismo y Cristianismo (1983).

Allí se compilan trabajos escritos durante la dictadura de Onganía y el ‘Rol del sacerdote’ forma parte de una disertación que dio en el Instituto de Psicología Integral, como parte de un ciclo que se llamó “Ideología y rol del profesional”, en 1971.

La conducta política y la obra de Mugica permaneció presente sólo en reductos pequeños, se lo recordaba en forma aislada, en centros de estudiantes o en actos en alguna villa organizado por los curas villeros, pero casi en forma secreta, y en los 90 su figura quedó aún más escondida.

La noción del pecado

No haremos una hermenéutica de los documentos de la Celam (Medellín, Puebla o Aparecida), pero sí diremos que es importante realizar algunas prevenciones o directamente rechazos en torno a la cuestión de la “opción por los pobres” que hace o debería hacer la Iglesia Católica. Es claro. La Iglesia no debería optar por los pobres, sino trabajar para que nos lo haya.

Y Mugica es muy claro y contundente con eso. En ese libro dice claramente que “no basta con comulgar con los problemas humanos de los hombres”, que no es poco. Y clarifica esa cuestión cuando analiza, sería mejor decir, pulveriza, la tradicional noción de “pecado”.

Dice: “La Iglesia tiene que asumir la causa de la liberación del hombre. Y en esto aparece un problema importante, la nueva visión del pecado que tiene el cristiano”. Esto erizaba a la oligarquía allá por los 60 y 70, y en los pueblos había puebladas, a veces, para echar al cura. Después directamente los asesinaron.(26)

Después señala en ese mismo libro: “Está el pecado colectivo o estructural, que es fundamental, que significa romper, cambiar o destruir todas las estructuras para liberar a los hombres ¿Cuáles son las estructuras opresoras? Aquellas que establecen un tipo de dominación de unos hombres por otros”.(27)

AUNO 10-05-14
HRC

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