Lomas de Zamora, octubre 01 (AUNO).- Después de haber pasado el peor momento, cuando su hijo Martín murió luego de ser golpeado por un patovica y boxeador del boliche La Casona de Lanús, Oscar Castellucci inició un camino de lucha que fue cuesta arriba pero que no lo desanimó. Logró que se sancionara la ley nacional 26.370 que rige el trabajo de los controladores de admisión y permanencia, uno de cuyos grandes objetivos fue la creación del Centro de Formación Profesional Nº 420, que lleva el nombre de su hijo, donde se dictan cursos de capacitación para los trabajadores encargados de cuidar la vida de los jóvenes que salen a divertirse los fines de semana. Sin embargo, el cambio de rumbo en algunos aspectos que rigen al rubro hizo que Oscar renunciara a su cargo de director de esa institución educativa. Y explicar por qué.
“Quiero que mi renuncia sea un llamado de atención para el Sindicato Único de Trabajadores de Control de Admisión y Permanencia de la República Argentina (Sutcapra) y para el Estado provincial”, explicó Castellucci a AUNO y detalló algunos de los aspectos que lo llevaron a dimitir: “El convenio firmado con los empresarios de boliches beneficia la operatividad del gremio, pero va en detrimento de la capacitación”, dice.
El acuerdo al que se refiere se trata de un cambio (para nada menor) en las condiciones de registro de los patovicas: a pesar de que la ley indica que deben realizar un curso para obtener una licencia de trabajo, el documento firmado por el gremio, los bolicheros y el Estado bonaerense hace que un trabajador que ya se desempeña en su función pueda rendir un examen práctico que es evaluado por personas ajenas al Centro de Formación Profesional Nº 420: “Ven cómo labura el patovica y listo. No tiene sentido. Ese día se va a portar bien”, sintetizó.
Para el titular de la Asociación Civil Martín Castellucci, “la capacitación de los trabajadores no puede estar en manos del propio gremio, así como tampoco pueden estar a cargo de la certificación de la relación laboral entre el trabajador y el empresario”. Asimismo, sostuvo que “es una lástimas perder este espacio de formación”. “En defensa de los intereses del gremio nunca me involucraron en esa reunión”, lamentó Castellucci y ahondó: “Siempre los apoyé a ellos, por lo que me parece que lo que hicieron fue desleal y me generó desconfianza”.
Uno de los principales activista e impulsores del sindicato fue el propio Oscar, con el fin de lograr que los trabajadores pudieran unirse y conseguir mejoras en un rubro que, por algunos antecedentes de violencia, por momentos se torna tan oscuro como el momento del día en el que se ejerce la profesión.
Otra de las críticas que realizó Castellucci fue la falta de decisión del gremio para incentivar a los patovicas a convertirse en alumnos y lograr la capacitación brindada por el curso. Sin embargo, los responsables de la renuncia del padre de Martín no son sólo los titulares de Sutcapra: desde diciembre de 2011, la relación entre la institución educativa y la Dirección General de Cultura y Educación bonaerense fue casi nula. “Cada medida que tomaron fue un palo en la rueda, no se puede seguir así. Nunca me atendieron el teléfono.”
A pesar de los avances en la reglamentación y en la aplicación de las leyes, las deficiencias del control estatal se ven en algunas de las cifras que marcan al rubro de los patovicas. Según Castellucci: “Hay 15 inspectores para controlar a los aproximadamente 15 mil trabajadores, muchos de los cuales están ‘en negro’. El Centro de Formación tenía capacidad para unos 360 alumnos y, aunque eso es muy poco, por la falta de apoyo del sindicato, muchas veces no se completaba el cupo”.
“Le pido que eleve esta renuncia a las autoridades correspondientes del área educativa de la provincia, con las cuales, infructuosamente, intenté establecer un diálogo desde diciembre del año pasado sin encontrar ninguna respuesta de su parte, de quienes no he recibido siquiera un acuse de recibo de los requerimientos del Centro, sino sólo gestos de incomprensión y trabas propias de una burocracia abigarrada y encerrada en sí misma, incapaz de percibir que el objetivo de la gestión del Centro de Formación Profesional Nº 420 es proteger vidas humanas: la vida de nuestros pibes”, dejó expreso en su carta de renuncia dirigida al titular de Sutcapra, Leandro Nazarre, ante la falta de atención por parte de las autoridades que asumieron hace menos de un año en la provincia de Buenos Aires.
Para Castellucci, la renuncia, decisión pensada y consultada a sus allegados, “no fue nada fácil, no quería actuar de manera impulsiva”. “No queríamos ser cómplices silenciosos de algo que no coincide con nuestras ideas”, aseguró en diálogo con esta agencia.
“Estos cambios son un paso atrás –añadió-, un costo altísimo para mi lucha personal; pero no quería seguir tomando decisiones que yo después no podía ejecutar. No quiero que el proyecto fracase, quiero que funcione a la perfección.”
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AUNO-01-10-12