(AUNO-Tercer Sector*) Los bolsos en la puerta, los vagones listos para la partida, los médicos suben y se preparan para llegar a esa provincia donde cientos de niños y maestras esperan para ser atendidos. La miseria adorna sus calles, la pobreza sus rostros, la indiferencia y el abandono, sus poblaciones. El tren hospital Alma realiza desde hace veinticinco años un viaje por mes a distintas provincias de la Argentina, brindando asistencia médica a chicos de cero a catorce años.
“La situación en las poblaciones es de terrible pobreza y una gran falta de recursos materiales, humanos y afectivos”, asegura el doctor Guillermo de Segovia, coordinador de la fundación Alma. A raíz de estos problemas se evidencian enfermedades sociales como violencia familiar, promiscuidad, discriminación y embarazo precoz. Es por eso que quizás “la llegada del tren es para los pobladores una fiesta, un acontecimiento que se festeja en agradecimiento de que alguien sea acuerda de ellos. Recibimos regalos de todo tipo como cartas, panes, dibujos. Te dan lo que tienen…”, cuenta.
El equipo de profesionales que recorre el país en forma voluntaria está integrado por dos trabajadores sociales, tres pediatras, dos odontólogos, un técnico en rayos, un técnico en laboratorio y un enfermero. El hospital móvil contiene en sus tres vagones, dos consultorios médicos con una pequeña sala de enfermería, un quirófano menor para curaciones, un laboratorio y una sala de rayos que le permite brindar una mano a poblaciones tan necesitadas.
“Tratamos de contener a los chicos lo mejor que podemos y luego hacemos las derivaciones a los responsables correspondientes de cada área, ya sea asistente social, trabajadora social o médicos, según el problema a solucionar”, afirma aunque reconoce que en zonas tan alejadas y abandonadas apenas cuentan con un médico fijo, o en el peor de los casos un médico rodante que visita el pueblo cada quince días y es muy difícil que los chicos continúen el tratamiento iniciado por el grupo de profesionales cuando se trata de enfermedades crónicas.
“Nosotros damos charlas educativas para crear conciencia y para que entiendan que hay otras alternativas a como viven”, aunque no es fácil si se recorre el listado de enfermedades más frecuentes resultado de ser pobres: parasitosis, sarna, pediculosis, anemia, desnutrición crónica, deficiencia alimentaria, patologías respiratorias y sobre todo infecciones de piel, “porque los chicos no tienen agua ni forma de higienizarse”, que se suma al grave problema odontológico que sufren.
“En el último viaje a Santiago del Estero atendí a una criatura nacida con problemas físicos. Era producto de la relación de la madre con su hijo mayor”, testimonia Segovia. Esta es una realidad que se suma a los hijos nacidos de violaciones o de niños abandonados porque sus madres forman otras parejas.
El tren Alma lleva en sus veinticinco años de historia, 142 viajes y 71.000 chicos atendidos. El Equipo de Salud recorrió las provincias de Santa Fe, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, Chaco, Formosa, Salta, Jujuy, La Rioja y San Juan. “Las provincias que el tren visita se eligen en base a las necesidades y carencias del lugar, y en la medida que haya una leve mejoría se cambia de población, pero esto rara vez ocurre ya que todo continua prácticamente igual”, asegura De Segovia.
Los viajes se realizan de marzo a noviembre, coincidiendo con el ciclo lectivo, para facilitar el contacto con los chicos y las maestras de las localidades visitadas. A fines de 2002, debió suspender su tarea por desperfectos técnicos y necesidad de mantenimiento mecánico y volvió a circular recién en agosto de 2004.
La fundación Alma se solventa a partir de la solidaridad de la gente y las empresas que conocen su trabajo y aportan dinero. Pero no reciben ningún subsidio del Estado. Aquellos que quieren colaborar pueden hacerlo al teléfono ( 011 ) 4963-8394 o por mail fundacionalma@hotmail.com.
Se encienden los motores, las vías empiezan a vibrar, los quince días ya pasaron. Los chicos se agolpan en la estación para despedir a sus amigos: los médicos. Desde lejos se pueden ver sus caritas sucias, sus pies descalzos y sus ropitas harapientas esperando el regreso de estos desconocidos, que quién sabe bien por qué, recorren poblaciones entregando lo que saben hacer: curar.
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