(AUNO*) Sobre un total de casi un millón de personas afectadas por la diabetes en la provincia de Buenos Aires, más de 200 mil son niños, lo que representa el 7 por ciento de la población, según datos de Ministerio de Salud provincial.
Desde ese organismo se recomendó, para ese grupo etáreo, prestar atención a síntomas como el aumento en la cantidad de orina y —como mecanismo de compensación orgánico— el exceso de sed, ya que ambos son los primeros signos de alarma que los especialistas recomiendan observar para formular una consulta al pediatra.
La diabetes infanto-juvenil aparece cuando el páncreas deja de generar insulina, una hormona esencial cuya función es la de ayudar al cuerpo a utilizar de un modo provechoso el azúcar o la glucosa obtenida de los alimentos. “Por eso, la carencia de esta sustancia impacta directamente en el crecimiento de los chicos”, se explicó desde la cartea sanitaria provimcial.
Desde esa área, además, se destacó que “aprender a alimentarse, controlar los niveles de azúcar en sangre y calcular las dosis de acuerdo a la actividad física, resulta fundamental para mejorar la calidad de vida de quienes conviven con esta enfermedad”.
Sobre este punto, Irma Moreno, la endocrinóloga del hospital Sor María Ludovica de La Plata, resaltó que “en todas sus formas, la diabetes reconoce predisposición genética y recién se desencadena cuando actúan diferentes factores externos, entre los que se cuentan algunos medicamentos, situaciones de stress muy especiales, como crisis asmáticas o enfermedades virales”.
Una vez hecho el diagnóstico de la enfermedad, el tratamiento se sustenta en reponer la insulina y llevar un plan de alimentación y actividades físicas. “Pero para concretarlo, se debe invertir el tiempo necesario en aprender y en este sentido resulta clave el apoyo de la familia y del equipo de salud, que serán los encargados de orientar a los más chicos”, se enfatizó.
El organismo provincial, por medio de un informe especial, explicó que “si bien un niño con diabetes puede comer todos los alimentos incluidos en la pirámide nutricional, es fundamental que la alimentación sea variada y en lo posible supervisada por un nutricionista”.
“En líneas generales, debe tener un plan igual de balanceado y fraccionado que otro niño de su edad. El único reparo es que debe ser una alimentación que reemplace los azucares por edulcorantes”, advirtió Moreno, quien resaltó que el tratamiento debe incluir una actividad física aeróbica, cotidiana y progresiva.
“El paciente, la familia y su entorno deben estar entrenados, recibiendo asistencia educativa por parte del equipo de salud –que incluye al diabetólogo, al nutricionista y al psicólogo-, a fin de colaborar en el control de los niveles de azúcar en sangre y en la experiencia de convivir con la enfermedad. Existe un abanico de insulinas de alta calidad, que van de una acción ultrarrápida a una ultralenta. Para elegir un esquema ajustado a cada niño deben controlarse con frecuencia sus valores glucémicos para definir cuál, cuánto y cuándo debe inyectarse”, explicó la especialista.
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