La nieve, la eternidad y la historieta

Se cumple medio siglo de la publicación de «El Eternauta», la gran creación de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, que marcó un antes y un después en la ciencia ficción argentina. Un relato que tuvo múltiples lecturas políticas, y que aún continúa vigente.

La copiosa nevada que se precipitó sobre Buenos Aires y el Conurbano, el pasado 9 de julio, no constituyó, para alivio de porteños y bonaerenses, el preludio de una mortífera invasión extraterrestre. No hubo Gurbos, Cascarudos ni Manos que deambularan por las calles durante ese blanco día, pero si muchos memoriosos amantes de la historieta que aprovecharon la ocurrencia de aquel insólito fenómeno meteorológico para rendir un homenaje anticipado a “El Eternauta”, el fantástico relato gráfico guionado por Héctor Germán Oesterheld y dibujado por Francisco Solano López (Ver “Dos trabajadores de la cultura popular”), que marcó un hito en la ciencia ficción producida en Argentina, y de cuya publicación se cumplen hoy 50 años.

Aparecido por primera vez en la revista Hora Cero Semanal, el 3 de septiembre de 1957 “El Eternauta” tuvo una primera tirada de 150 mil ejemplares, en un momento de gran auge para la historieta y el humor gráfico. Patoruzú, Tía Vicenta y Misterix eran algunas de las publicaciones que componían el amplio espectro de un género que no paraba de expandirse en la Argentina de finales de los años cincuenta.

La historia se iniciaba cuando un guionista – el alter ego de Oesterheld—asistía con asombro a la materialización de una persona en el estudio de su casa, durante la madrugada y mientras trabajaba. “No te asustes, soy Juan Salvo, un viajero de la eternidad”. A partir de allí, el visitante narraba los acontecimientos que originaron su largo periplo por el tiempo y el espacio.

Una nevada fosforescente, envenenada, que mataba todo lo que tocaba, caía sobre Buenos Aires en una fría noche de invierno, mientras Salvo y sus amigos jugaban al truco en un chalet de la localidad de Florida. Era el inicio de la invasión de los “Ellos” la raza maldita que viajaba por el universo en la conquista de todos los mundos y las especies que encontraban a su paso.

Con la ayuda de unos materiales que guardaba en el altillo de su casa, Salvo, su amigo Favalli y el ‘pelado’ Lucas diseñaban unos trajes aislantes y salían por las calles desiertas del barrio en busca de sobrevivientes. Se encontraban con una columna del Ejército y comenzaban a librar una desigual batalla contra el poderoso enemigo y las razas esclavizadas que lo secundaban.

Y es que los ‘Ellos’ constituían la gran elipsis del relato. Un invasor omnipresente que nunca se dejaba ver. Así, la patrulla perdida de Salvo y sus amigos luchaba contra sus esbirros: Cascarudos, Gurbos y Hombres Robots, que eran comandados a su vez por los ‘Manos’, una especie sometida, originaria de un mundo glacial alumbrado por dos soles. Estos seres inteligentes morían al menor sentimiento de miedo o rebelión, ya que les habían injertado en sus cuerpos “la glándula del terror”, un apósito bioquímico que segregaba un veneno mortal que hacía efecto en pocos minutos.

Pero al agonizar, los Manos maldecían a los ‘Ellos’ y pedían perdón a los humanos por haberles causado tanto dolor. Se despedían de la vida con una melancólica canción de cuna, que evocaba la belleza de su frío planeta, destruido por la maldad de los invasores que ahora asolaban la Tierra. Mimnio athesa/ Minnio athesa eioioio…Entonaban al morir.

Una de las novedades que presentaba “El Eternauta” era que por primera vez, los lectores de historieta pudieron apreciar que las escenas allí ilustradas transcurrían en lugares que tenían que ver con su cotidianeidad. La cancha de River, la Avenida General Paz, las calles de Belgrano, Retiro, la Plaza de los Dos Congresos, eran los escenarios en los cuales se batallaba por la subsistencia de la humanidad.

Cerca de la conclusión de la historia, Salvo iniciaba su viaje por la eternidad al accionar una mecanismo dentro de una cosmonave enemiga. Su largo peregrinar por el tiempo lo dejaba en el Buenos Aires anterior a la invasión, donde se reencontraba con su familia ante la mirada atónita de aquel guionista, que se decidía entonces a publicar aquel relato como una forma de advertir el gran peligro que se avecinaba.

Surgida dos años después de la caída del peronismo, la historieta siempre ofreció una amplia multiplicidad de lecturas políticas y sociales, algo que la posterior militancia de Oesterheld en la organización Montoneros contribuyó a acentuar con el correr de los años setenta.

En 1969, el año del ‘Cordobazo’, la revisa Gente convoca al guionista para lanzar una redición, esta vez dibujada por Alberto Breccia, que ya había trabajado junto a Oesterheld en la creación de otro singular viajero del tiempo: Mort Cinder, el inmortal.

La remake se transformó en un verdadero éxito, pero se le agregó una variante al argumento original; las grandes potencias entregan América de Sur al invasor, y el subcontinente debía resistir en soledad la agresión de los ‘Ellos’, una clara señal de la evolución política que Oesterheld tomaba en aquellos conflictivos días y que marcaron a fuego el destino de toda una generación.

En 1976, desde la clandestinidad, Oesterheld elabora el guión de la segunda parte de “El Eternauta”, con dibujos de Solano López. La historieta saldrá publicada en Skorpio. Se trataba de un auténtico panfleto con llamados a la lucha revolucionaria que el editor se encargó de “suavizar”, por temor a cualquier tipo de represalia oficial.

Un año después, Oesterheld es secuestrado por las fuerzas de la dictadura y desde entonces permanece desaparecido. En 1983, se edita la tercera parte, dibujada por Solano López y guionada por Pablo Maiztegui. Esta vez, Juan Salvo aparece avocado totalmente a la búsqueda de sus seres queridos, victimas de la invasión. Una paradoja, tal vez, de la lucha que los familiares de los desparecidos llevaban a cabo en los albores de la incipiente democracia.

La última entrega de la saga se denominó “El Eternauta-El Regreso”, apareció a fines de los noventa, donde los invasores ejercen su dominio desde el poder político y económico.

¿Cómo sería una versión de “El Eternauta” adaptada a la realidad Argentina de 2007? Un interrogante digno de una obra que, a esta altura, constituye todo un clásico, y cuya respuesta depende de las actuales generaciones.

AUNO-03-09-07

LDC-

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