Un rostro aparece multiplicado decenas de veces en folletos, pancartas y remeras: es una chica con el pelo morocho y lacio, un gorro de lana, una mirada relajada y una sonrisa tímida. Se trata de Roxana Villalba, una joven de 20 años, oriunda de Florencio Varela, que está desaparecida desde el 7 de diciembre.
Tras siete meses de búsqueda, mujeres y disidencias organizaron una jornada artística en el Anfiteatro de la estación ferroviaria, en Pringles y Perón, para pedir que la Justicia avance con la investigación.
Las agrupaciones se unen en un festival que, paradójicamente, no busca festejar nada, sino que usa el teatro, la poesía y la música como forma de convertir el dolor en lucha y la desesperación en acción.
Alejandra, la madre de Roxana, tiene una certeza que la atormenta: a su hija algo le pasó. “La última vez que la vi era viernes a la mañana. Me dijo que el fin de semana iba a visitar a su novio y que en la semana volvía a casa, pero pasaron unos días y no tuve comunicación con ella. Ahí me empecé a preocupar”, relata.
Como los días posteriores Roxana no respondió los mensajes que le mandaron por redes sociales, la familia comenzó a consultar a amigos y conocidos, pero “nadie sabía nada” de ella. Ni siquiera su “novio”, un chico de Caballito que declaró ante la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N°4 de Varela que nunca fue pareja de la joven. Según él, sólo eran “conocidos” y la última vez que se vieron fue en noviembre. La madre desconfía de la palabra del chico, aunque admite con resignación que tampoco tiene “ningún indicio para acusarlo de nada”.
En el centro del Anfiteatro hay un escenario que está rodeado por unas gradas de cemento donde se ubica el público y aparecen pegados varios carteles que preguntan: “¿Dónde está Roxana?”. La mayoría de les presentes lleva remeras de alguna agrupación y los colores verde, naranja o violeta en sus mochilas. Las mujeres y disidencias charlan, intercambian mates, se abrazan, y dejan fluir la sororidad frente a una situación alarmante: otra piba más desapareció en el conurbano bonaerense y nuevamente el Estado se muestra ausente.
Mientras hay exposiciones de pinturas, dibujos, mandalas y parches con mensajes feministas, las representantes de la Asamblea Transfeminista de Berazategui leen una poesía de Raquel Graciela Fernández.
Yo tuve la culpa.
Claro que yo tuve la culpa.
Yo usaba la pollera demasiado corta,
las uñas demasiado largas,
los ojos demasiado abiertos para abrazar
amaneceres, perros, mariposas
y demasiado cerrados para advertir
el gesto cruel del verdugo. (…)
Yo tuve la culpa.
Claro que yo tuve la culpa.
Yo tuve la culpa de la bala que me quebró la espalda,
del golpe que me partió la cabeza,
de la puñalada que me desmembró el camino de la sangre. (…)
Yo tuve la culpa.
Claro que yo tuve la culpa.
¿Cómo no voy a tener la culpa
si yo soy mujer?
En las gradas está Florencia Romero, una de las amigas de Roxana. La recuerda como “una muy buena persona, que si necesitabas ayuda, ella iba a estar”. Florencia habla con bronca, los ojos llorosos y la voz quebrada de indignación: “La Justicia no funciona en absoluto. Es una vergüenza. En cuanto a este caso son indiferentes. Si uno no presiona, las cosas no se hacen”.
El único dato certero que hay sobre Roxana, también conocida como Lolo, es que estuvo el 13 de diciembre en el Hospital Argerich, a donde iba con frecuencia a hacerse controles porque de chica tuvo un trasplante de hígado. Si bien pidió un turno para el 26 de ese mes, nunca se presentó. Tampoco volvió a retirar de su cuenta bancaria la plata de la pensión que cobraba.
Alejandra recuerda que en el último tiempo tuvo varias discusiones con Lolo. La notaba “enojada y rara”. Aunque se iba seguido de su casa, la joven siempre volvía unos días después. Fue por eso que la familia esperó un mes para hacer la denuncia. “Cuando fui a la Comisaría de la Mujer de Florencio Varela se me rieron en la cara. Me dijeron: ‘¿Ya pasó un mes y usted viene a reclamar por su hija?’”.
Por el momento, la Policía y la Fiscalía siguen el protocolo de búsqueda, que consiste en averiguar por el paradero de la persona en hospitales, morgues, aeropuertos y refugios para gente en situación de calle. El entorno se queja de que *el proceso va “muy lento*” y de que la Justicia todavía no intervino las redes sociales de Roxana para saber con quién habló en el tiempo antes de su desaparición.
Este pedido se volvió clave a partir de mayo, cuando le llegó a Alejandra un mensaje por Facebook: desde la cuenta de su hija, alguien le había mandado un signo de pregunta. En la Fiscalía le dijeron que “no pueden rastrear el mensaje” porque la cuenta no estaba intervenida en ese momento. Le piden a la familia que siga esperando.
En el Anfiteatro, la artista Anitademarvel rapea y combina el ritmo con su flauta. Después, el grupo Sintonía Clown lleva adelante una actuación para deconstruir estereotipos de género en las infancias. “Yo no quiero hijos, no necesito un marido que me mantenga ni voy a cocinarle a nadie. Me cocino para mí sola”, grita furiosa y empoderada Inti, una de las protagonistas.
La Red del Bajo Flores da luego un taller sobre cómo actúan las redes de trata en Buenos Aires y explica cómo accionar frente a la desaparición de una mujer: dirigirse directamente a una Fiscalía, contactar a agrupaciones feministas, organizar marchas y escrachar jueces si es necesario, pero nunca conformarse con los tiempos extensos que impone la Justicia.
Entre las actividades se intercala la lectura de adhesiones: Pan y Rosas, La Cámpora, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), La Poderosa, Madres Víctimas de Trata, Las Rojas, Correpi, el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), entre otros.
Alejandra agradece conmovida a las decenas de personas por estar presentes y a les artistas por solidarizarse. Les pide a todes que ayuden a difundir la búsqueda. El 19 Lolo cumpliría 21 años y la quieren de nuevo en su casa, para volver a verla como la recuerdan desde su entorno: “abierta, alegre y libre”.
AUNO 16-07-2019
PC-AFG