Lomas de Zamora, julio 1 (AUNO).- Una iniciativa del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) ha desencadenado un círculo virtuoso por el cual, mediante la participación de escuelas de educación técnica, gobiernos municipales del interior, escuelas de educación especial y la Comisión Asesora para la Integración de Personas con Discapacidad se producen a bajo costo elementos para el uso de personas con discapacidades o se desarrollan artículos que el mercado no produce por no ser rentables.
Rafael Kohanoff, director del Centro de Tecnologías para la Salud y Discapacidad del INTI, explica que el organismo “es un generador de transferencia de tecnología”. El centro que dirige, detalla, “trata de informarse, de determinar problemas y necesidades en las áreas de la salud y de las personas con necesidades especiales que no se resuelven de manera fácil en el mercado”.
Debido a las reglas de la economía, explica, muchas veces “las personas con menores ingresos, con mayores dificultades económicas y que tienen alguna discapacidad no cuentan con posibilidades de utilizar elementos para mejorar sus vidas, pero al mismo tiempo el Estado tampoco tiene los recursos para hacerse cargo de satisfacer sus necesidades” sostiene Kohanoff.
Tomando en cuenta esa situación, desde el área que dirige Kohanoff apuntan a determinas cuáles son los mayores requerimientos, pensando de manera principal, en las necesidades insatisfechas.
En el área motriz se dieron cuenta que había una decena de dispositivos que eran fundamentales para algunas personas, como bastones, trípodes, muletas, andadores, una silla postural y otra de ruedas, agarraderas para sujetarse en la bañadera, entre otros elementos.
La primera idea fue que, con la ayuda del INTI, pequeñas y medianas empresas (PyME) construyan esos elementos. “Pero cuando me puse a hablar con los empresarios para que se hagan cargo de los emprendimientos y se pongan a fabricar estos elementos, recibí una respuesta dura pero realista: ‘Para una obra social, que si paga, paga tarde, o para personas sin recursos, no es negocio’”, relata Kohanoff.
Como ex empresario, el funcionario entiende esta postura, y aunque no la comparte, en lugar de enojarse decidió encarar el tema desde otro punto de vista. “Lo que resolvimos fue articular estas cosas con organismos del Estado y decidimos que lo más apto eran las escuelas técnicas, porque hay 1500 en todo el país, con lo que se resolverían los problemas de fabricación, de distribución geográfica y de la atención personalizada de quien lo va a usar”.
“Por eso hicimos un convenio con el Instituto Nacional de Educación Técnica (INET) y los elementos se empezaron a fabricar en las escuelas técnicas. El INTI diseña y asesora, la escuelas técnicas fabrican y la gente lo puede usar”, expresa el funcionario. “Se empezó
Con mucho entusiasmo, pero surgieron problemas como el de los insumos –reconoce-, porque nosotros mandábamos los planos, los costos, decíamos con qué había que hacerlo, pero en el interior no se conseguían algunos materiales y además los elementos eran mucho más caros.”
Tampoco estaba desarrollada la costumbre de que quien necesita el elemento lo solicite a la escuela técnica, porque los hospitales ya tenían sus proveedores habituales.
Según Kohanoff “el Ministro de Educación de la Nación tuvo una actitud bastante valiente y corajuda y se dirigió a las escuelas especiales donde van los chicos que necesitan estos elementos y les consultó a las directoras qué necesitan sus alumnos”. En total respondieron 400 escuelas, que hicieron unos 5 mil pedidos. “Después de esto empezamos con lo que yo llamo `Hermanar a la Escuela Técnica con la Especial´”, explica el ingeniero.
La financiación es otro problema para estas áreas de trabajo y aunque la Comisión Nacional de Discapacidad financia este programa, los mecanismos para lograr la financiación del Estado son complejos. “Por ejemplo, exigen varios presupuestos pero las escuelas técnicas no están acostumbradas a pedir tres presupuestos cuando necesitan algo, y además, en algunos lugares no conseguían ciertos materiales o cuando los precios llegaban a Buenos Aires y se aprobaban ya eran viejos”, relata Kohanoff.
Por eso, ante los problemas para un funcionamiento fluido, el INTI sugirió que se concentraran las compras en cada localidad con el apoyo los intendentes, los Rotary Club, las Cámaras de Comercio y otras entidades con lo que el sistema comenzó a funcionar.
Desde el INTI también se impulsa se trabaja con emprendedores que pueden desarrollar elementos novedosos, “que no están en el mercado y que pueden fabricarse a bajo costo, porque la idea no es que los elementos sean caros, más allá de que quien lo hace quiera ganar dinero” señala Kohanoff.
El funcionario destaca el trabajo con ñps municipios. “Yo recorrí más de setenta, con mucho beneplácito de los intendentes y la sociedad civil. El problema es que aunque la gente se entusiasma, una vez que nos vamos, a las autoridades y a las organizaciones, que están tapadas de trabajo, se les hace difícil encarar nuevos emprendimientos”.
También visitan instituciones donde se pueden plantear demandas de elementos para mejorar la calidad de vida. “A veces nos plantean cosas de fácil resolución, pero si las podemos resolver, no encontramos manera de que lleguen a quienes las necesitan”.
Kohanoff pone un ejemplo: “Un día llegamos a un hogar de ancianos y cuando les preguntamos qué cosas podían necesitar, una abuela nos dice que sería bueno tener algo para que los bastones no se caigan al piso cuando están apoyados en la pared. Cuando volví al Instituto —continúa—un integrante del equipo viene con un cuadrado de goma eva que usábamos para otra cosa, con un agujero en el centro en el que entraba un bastón. Lo probamos y anduvo bárbaro: hasta ahí tema solucionado, con un costo muy bajo. Pero el problema fue hacer que alguien lo fabricara, porque es algo de muy bajo costo. Y la verdad es que todavía no conseguimos que nadie lo haga”.
En el INTI, su equipo también desarrolló un cartel para la detección de problemas oftalmológicos, que se baja desde el sitio web del instituto “Es una buena herramienta para detectar problemas de vista, solo hay que imprimirlo, armarlo y ponerlo a tres metros de la persona, si no se ven bien las letras chiquitas, hay que ir al oftalmólogo”, resume el director.
AUNO 01-07-13 MS EV