(AUNO*) El río crece en un promedio de entre 5 a 10 metros anuales, erosionando la costa de la provincia de Santa Fe, donde se concentran los sedimentos más bajos. Así lo consignó el ingeniero Mario Amsler, responsable de la investigación, en declaraciones a la Agencia Universitaria de Noticias y Opinión.
“Este proceso continuará por lo menos durante los próximos diez años, y por eso es necesario un continuo seguimiento del comportamiento del Paraná y una constante observación de sus fluctuaciones para evitar desastres”, afirmó.
Amsler afirmó que alertó hace diez años a las autoridades de Vialidad Nacional que este proceso terminaría por derrumbar una parte la ruta 168. Si bien el organismo oficial encargó la traza de otro recorrido un año después, no clausuro el trayecto viejo, que se utilizaba como aliviador del tránsito que fluye en dirección hacía el túnel sub fluvial, que une las ciudades de Santa Fe y Paraná, capital de Entre Ríos.
Pero no fue la única advertencia desoída. El Ente que administra el túnel, le encargó hace cuatro años a la UNL un estudio para la construcción de defensas que contengan el avance del río sobre el trayecto viejo. Los investigadores lo desestimaron, dado que una obra de tal magnitud era muy costosa y no podría resolver el problema en el largo plazo, por lo que recomendaron ampliar el tramo que se había diseñado en 1994. No hubo respuestas.
A principios de febrero de este año, en medio de una lluvia torrencial, el viejo tramo de la ruta nacional 168 cedió ante el avance del gran río y ocasionó la muerte cuatro personas que transitaban el trayecto a bordo de una camioneta.
“Lo más grave es que ahora la erosión afecta al tramo nuevo. Si no se estudia el comportamiento del río y hay decisiones en el largo plazo, podemos sufrir consecuencias mucho peores. No olvidemos que esta ruta es muy utilizada por los camiones que viajan hacia el Brasil y Paraguay. Tiene una importancia vital para el Mercosur, y por eso hace falta una política muy precisa en el tema, ya que las consecuencias pueden resultar catastróficas”, subrayó Amsler.
Para conocer la dinámica del cauce del río los investigadores indagaron sobre las características de la zona de máximas profundidades del Paraná, denominada “Thalew”. Es decir una corriente concentrada que discurre dentro del curso principal: un río dentro de otro más grande.
A los efectos de determinar como se comporta el “Thalew” del Paraná, el equipo de investigadores diseñó un procedimiento de mediciones sobre el caudal realizadas a lo largo de un siglo. Se llevó a cabo una observación sobre tres períodos históricos del río Paraná. El primero se remonta a principios del siglo XX, cuando, a la altura de la ciudad homónima, existía una anchura de cuatro kilómetros. Entre 1930 y 1970, el “Thalew” evidenció un recorrido casi recto, lo que trajo aparejado una reducción entre sus márgenes a 2,5 kilómetros.
A partir de 1970, se inició un ciclo húmedo, producto de un cambio climático global, (lo que se verifica en las crecidas del 77, 82-83, 92, y 98). “Thaglew” entonces adquirió una parábola sinuosa y cada vez más próxima a la costa de la provincia de Santa Fe. Esto determina que una continua erosión afecte a esta margen y que el río crezca.
Frente a esta tendencia, Amsler remarcó que la construccuón de defensas “no tiene sentido”, dado que sería una obra económicamente “inviable” y además “no ofrecería todas las garantías de seguridad deseables”.
“Si el “Thaglew” se recuesta sobre una margen y la erosiona, lo más aconsejable es alejar de allí cualquier camino o construcción y no oponerse a una tendencia de un curso de tal magnitud como el del Paraná. Si quieren una doble vía, o una ruta más amplia a la que tenemos, deberían construir otra, pero más alejada del río. De lo contrario vamos a seguir lamentando pérdidas materiales y humanas”, concluyó.
AUNO 28-2-03 LC mar
(*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión)
Universidad Nacional de Lomas de Zamora.