El Negro Fontova nació en Buenos Aires el 30 de octubre de 1946. Por sus venas corre desde siempre sangre de artista: hijo de una madre concertista de piano y un padre cantante lírico y productor cinematográfico, nieto de un violinista y bisnieto de un actor catalán descrito, según sus propias palabras, como un «total anarco».
Cursó estudios primarios en el colegio católico La Salle, el cual era solamente para hombres, lo que generó un ambiente dominado por la censura, los valores religiosos y la moral. Allí, llegó al cuadro de honor en su curso. Cuando pasó al secundario en el colegio Carlos Pellegrini, con la educación mixta y sin la visión dominante de la Iglesia sobre él, surgió el genio artístico inspirado por obras de Ray Bradbury, Julio Cortázar y Héctor Oesterheld. Terminó sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano.
La década del 70 lo encontró en la escena teatral capitalina al ser parte de las obras Hair y Jesucristo superstar. En los 80 lanzó su primer álbum «Fontova trío», adoptando estilos de salsa, candombe, blues y folklore. En 1985 hizo un concierto en Obras junto al músico uruguayo Leo Maslíah que se llamó “Maslíah–Fontova: Bienvenidos a la Argentina”.
En los 90 incursionó en la televisión en el programa «Peor es nada» -junto a Jorge Guinzburg- con su personaje Sonia Braguetti, que le valió un premio Martín Fierro. Además, reemplazó a Daniel Rabinovich con los Les Luthiers durante la gira por España de Grandes Hitos. Con el álbum “Fontova-2004- NEGRO”, obtuvo el premio Carlos Gardel 2005 en el rubro Mejor Album Artista Canción Testimonial.
En cine, formó parte de los elencos de varias películas, entre ellas Adiós querida Luna (2003), ¿De quién es el portaligas? (2007), Aballay… (2011), y en 2012 se estrenará Metegol, dirigida por Juan José Campanella.
En su casa, El Negro recibió a El Cruce en su casa de Villa Crespo y habló de sus proyectos y también de su fiel compromiso con el gobierno y el proyecto de Cristina Fernández de Kirchner. “Cuando apareció el Flaco, me surgió una conciencia política impresionante, de apoyar con todo, de una forma intransigente”, explica el artista polifacético y militante nacional y popular hasta los tuétanos.
Llegar a Villa Crespo en ese extraño limbo que se suele denominar “hora pico” significa traspasar la polisémica y políglota zona de Palermo y llegar a un barrio cuyo paisaje variopinto saluda con sus talleres, lavaderos de autos, casas de techos bajos y pinturas descascaradas, chicos jugando en las calles y vecinos tomando mate en la vereda hasta entrado el atardecer. “Un barrio bien barrio”, expresa con sentimiento el músico y actor Horacio Negro Fontova -ahora autoproclamado El Nigger o Don Negro, según la ocasión- para definir el sitio donde vive.
“No sabés, boludo, estoy con la lengua hecha mierda”, se queja el Negro y explica cómo se la mordió la noche anterior, lo que se transforma en un impedimento para que pueda cebar esos famosos mates que prepara. Sin embargo, su lengua herida no es una traba para que el “negrito quilombero del Pellegrini” reciba a El Cruce en su cálida casa y deje suelto su filoso lunfardo para recorrer desde sus distintas variantes artísticas hasta su nueva e “intransigente conciencia política”.
-¿Cómo fue trabajar en “Aballay, el hombre sin miedo”?
-Acá el género que representa “Aballay…” fue un género que tuvo su impacto con películas como La Guerra Gaucha y Juan Moreyra. Hubo una bocha de películas de ese tipo. Con Spiner ya había laburado, y él siempre había sido muy bizarro, muy para un determinado público particular que pocos entienden. Esta vez se jugó en una para todo el público y es fantástico, sin dejar de tener ese estilo maravilloso, bizarrísimo de él. Pero se mandó en algo muy interesante, por ejemplo a nivel fotografía y
acción.
-El personaje que usted encarna parece haber sido creado casi a pedido.
-Sí, Fernando me ofreció eso y me gustó de entrada. Aprovechando el pelo largo, el personaje es un chamán cordobés amigo de Moro, el personaje femenino de la película. Además, siempre fui fanático de Caja Negra y Don Juan, y demás temas relacionados con la chamanería y la cosa brujera, entonces me encantó y le dije que sí. Sobre todo porque trabajamos un grupo de amigos, como lo somos con Pablito Cedrón, el Puma Goity y Luis Ziembrowski. Y me encantó Nazareno Casero, un tipo humilde, todo un
señorito.
-¿Qué pasó por su cabeza cuando se enteró de la nominación al Oscar para competir como mejor película extranjera?
-Y la verdad que me cagué de alegría. Me pareció rarísimo, toda una banda de truhanes ahí en Hollywood.
-El Nigger -como dice usted, no en sentido despectivo sino revitalizador- les va a pisotear la alfombra roja.
-La verdad es que no me veo, pero si me llega la invitación obviamente iría y les haría alguna. Podría aparecer Sonia Braguetti, porque detesto a los gringos. No se puede criticar toda la historia estadounidense, como ciertas cosas artísticas respetables que tienen, pero alguna les haría…
-También trabajó en el doblaje de la voz de un personaje de “Metegol”, película animada dirigida por Juan José Campanella basada en un cuento de Roberto Fontanarrosa. ¿Cómo fue la experiencia?
-La verdad que maravillosa, Campanella es un tipo jodón y distendido, un rufián como uno mismo, chistoso, buen compañero. Sobre todo sabe dirigir. Este proyecto de Metegol es algo nuevo para él también, pero no improvisado, teniendo en cuenta que utilizó un método de animación por el cual se filma y se graban las voces, y sobre eso se dibuja pensando en los gestos y los movimientos de los actores. Es un proceso más orgánico.
-¿Y su personaje?
-La historia trata de personajes de un metegol que cobran vida, son jugadores que cobran vida, y mi personaje se llama El Loco, un tipo muy filósofo que hace unos razonamientos muy raros, que de repente, en medio del quilombo, de puteadas y demás, se pone a reflexionar con pensamientos, todo un metafísico.
-¿Qué hubiese sido de Fontova si no se dedicaba a la actividad artística?
-Hubiese sido boquetero. Discípulo del gordo Valor, ladrón de guante blanco. Para más información, ver la película Rififí.
-Ya que eso, de alguna manera, sería inventar una nueva vida, si se pudiera abducir por un momento y viajar en el tiempo, ¿cuál sería ese momento?
-Tendría que elegir poder ver y tocar con Los Beatles. Yo hice la colimba en el 67, en Azul, y había que hacer guardias a cualquier hora. Un día estaba haciendo guardia, y de repente escuché “Lucy in the sky with diamonds”. Me agarró un ataque de locura en medio del campo, pegaba saltos, me revolcaba. Para mí fue una genialidad total. Lo mismo me pasa con el modo de expresar la soledad en “Eleanor Rigby”. La imagen en que recogen el arroz del casamiento es terriblemente expresiva.
–En este sentido, ¿qué opinión le merece la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?
-Son los representantes de las grandes corporaciones que dominan este sistema occidental cristiano los que se oponen, el verdadero “Big Brother”. Hasta me parece que son tan opacos en sus ganas de dominar, que se vuelven caprichosos, no son inteligentes. Los tipos son unos boludos, porque hasta me parece que es una ley que podría beneficiarlos. “Ay, no quiero, no quiero”, parecen decir, la rechazan solamente porque la hizo “la yegua”. Me parece que este oligopolio de mierda se hunde solo, por eso Cristina va a seguir arrasando. No son inteligentes en su actitud, más bien son unos pelotudos.
-¿Cree que “Clarín” está dejando de ser el medio hegemónico que era?
-Es simple, se van cayendo las máscaras gracias a los compas como Cristina o como Gabriel Mariotto, que son los que hacen el laburo como para lograr desenmascarar. Como también el programa “6,7,8”, un programa muy poderoso, por más que se lo critique. Recuerdo aquella convocatoria a Plaza de Mayo que hizo la gente que ve el programa. Eso, y de esa forma, sólo lo pueden hacer “6,7,8” y Los Redondos. En su época más esplendorosa yo decía que El Indio (Solari) era el personaje más poderoso de la Argentina.
-¿A qué se debe que las figuras del espectáculo y la cultura salgan a apoyar públicamente a la presidenta y al proyecto de país propuesto?
-Eso es una continuación de un movimiento cultural que se parió en los 70, después se cortó con la dictadura y los 30 mil chupados. Cuando volvió la democracia no revivió la militancia sino los fenómenos culturales, la libertad de expresión, etcétera, los viejos militantes todavía no salieron. Después de la flojera de Alfonsín, que perdonó a los genocidas, vinieron los 90 con el hijo de puta de “Méndez” y se volvió todo marketing, todavía los militantes estaban guardados. ¿Y qué pasó? Aparece Kirchner, loco, y revivió la militancia. Yo siempre fui hippie y anarco, con lo que más había contribuido fue siendo director de arte de la revista “Expreso imaginario”, pero no había tenido grandes experiencias de militancia. Cuando apareció el Flaco, me surgió una conciencia política impresionante, de apoyar con todo, de una forma intransigente, de decir “tomá, soy tuyo”.
-¿Y Cristina Fernández de Kirchner?
-Cristina es más ordenada que Néstor, más cautelosa, mientras que él era un guerrero, un arrasador. Cuando ella ganó en 2007, en el búnker estábamos junto con ella, Juan Leyrado y la Tigresa Acuña. Subimos a festejar con los dos. Les toqué el piano, me saqué fotos agarrándola de la cintura. Así como Néstor es un león, Cristina es una tipa encantadora. Es al mismo tiempo simpática y tierna, pero cojonuda.
-Entonces no es muy difícil hacer un paralelo entre Cristina y Evita.
-Para nada, son casi iguales, nunca leyeron ningún discurso, son cuadros intelectuales que tienen cosas en común. Fíjense que los gorilones más abyectos las detestan por igual, con sus frases llenas de odio, como “viva el cáncer” o “maten a la yegua”. Muchos critican a Cristina porque dicen que la quiere imitar a Evita, pero no, no es así porque son la misma cosa. Cristina está muy bien preparada para ser presidenta, encabeza foros de todos los temas más diversos y la tipa está ahí al frente de la mejor manera. El proyecto crisnerista, como a mí me gusta llamarlo, sigue avanzando.
Néstor y El Nigger
“Fue en Mar del Plata, parábamos en el mismo hotel y yo sabía que Néstor iba a venir. De repente, aparece él con Cristina y Alberto Fernández. Me vio, me agarró de la frente y me dio un beso. La verdad casi me muero. Y después en el Salón Blanco, cuando fui a tocar, me dijo ‘¿cómo te ves sentado acá)?’. Era el sillón de Rivadavia. Me senté y él me hizo de edecán, de ahí sale la famosa foto con él detrás. Un tipo maravilloso”.
“También tengo una anécdota con Néstor que da cuenta de su simpleza. Yo me llevo bien con la tecnología, aunque algunas cosas me parecen de mandinga, muy buenas pero muy locas. ¿Cómo puede ser? Me pregunto cómo han llegado a esto, es alucinante. Y él dentro de su despacho tenía lapiceras Bic y anotadores, cuadernos espiral, no tenía mucha tecnología, no había compu, sólo papeles (…)”.
‘Horacio Fontova. Entre la música, el cine y la política’, reportaje realizado por Marcelo Rielo y Julián López Perdiz, revista El Cruce, edición especial, diciembre de 2011, año 3, No 19, pp. 58-61. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Se produjo un fragmento.
AUNO MR-JLP
MV HRC SAM
20-04-20