Lomas de Zamora, junio 8 (AUNO).- En Temperley la alegría es un hecho irrefutable. El ‘Gasolero’ vivió un año para recordar constantemente en contraste con un pasado con más oscuridades que tiempos para disfrutar. Hoy, el equipo de la zona Sur del Conurbano bonaerense juega en Primera División, saborea un pasar entre la tranquilidad y la mirada atenta en la tabla de los promedios por el descenso y celebra cada partido como el comienzo de un nuevo torneo. Pero este presente tuvo su quiebre fundamental en otra gesta deportiva: volver al Nacional tras 14 años, “a lo Temperley”, sufriendo para que el festejo sea mayor.
Un 8 de junio, el estadio Alfredo Beranger estuvo lleno horas antes del partido aunque la segunda final del Reducido contra Platense, que definiría una plaza en la BN, comenzaría pasadas las 22. En la ida, los ‘Calamares’ consiguieron imponerse por 1 a 0 y el ‘Celeste’ debía torcer el rumbo en su propia casa, territorio donde nunca había festejado una promoción de categoría.
El duelo se escurría con un jugador menos en el local y el 0 a 0 dejaba al ‘Marrón’ con la fiesta en su poder, pero, de manera inversa a la Cenicienta, al ‘Gasolero’ todo le cambió para bien desde la medianoche. Gastón Aguirre, el capitán, lanzó un centro desde la derecha que cayó sobre la medialuna del área rival, Leonardo Di Lorenzo pudo meterla de cabeza en la maraña de camisetas y vaya a saber cómo, Ariel Rojas colocó la pelota lejos del alcance del arquero Claudio Flores, mientras el reloj marcaba 00:00.
De ese grito gigante en el campo propio a la última atajada de Federico Crivelli en la definición por penales que decretó el ascenso pasaron 23 minutos, eternos, intensos, atrapantes y finalmente dulces.
“Fue un momento muy especial. Cuando vi que la pelota entró –rememora Rojas– no sabía para donde correr y dio la casualidad que salí corriendo para el banco de ellos. Fue un deshago terrible, fue el gol que más grité. Ojalá haga muchos más, pero este va a quedar grabado para toda la vida”.
Y con la humildad que mantiene siempre el juvenil sostiene no sentirse un héroe en esta historia. “Soy un privilegiado, Dios me iluminó y pude aportar lo mío como todos mis compañeros, sino no hubiéramos llegado hasta ahí”, considera.
Si hay que buscar figuras destacadas en esa madrugada, junto a Rojas se erige Crivelli, otro jugador formado en el club, con muchos años de carrera sobre la espalda. ‘Superman’ peleó descensos y vio frustradas tempranamente las ilusiones de lograr un campeonato en muchas ocasiones con Temperley, pero la primera chance que tuvo no la dejó escapar al igual que el balón que le contuvo a Humberto Vega.
“Después del gol se me vinieron los penales a la cabeza, pero me quería ir a mi casa, era mucha la presión. Estuve muchos años en el club, sabía todos los momentos que había pasado y ese era nuestro momento y lo teníamos que ganar. Dios me ayudó en los penales y con los huevos de los chicos para patear con toda la presión lo pudimos sacar adelante”, revive el guardameta.
“El último penal sentí que se estaba haciendo muy largo –describe– y me decía que lo tenía que atajar porque por ahí nos iba a empezar a jugar la presión en contra. Lo vi al jugador de Platense que iba mirando al piso y estaba convencido, pensé en tirarme a la derecha y darme la cabeza contra el palo, si iba ahí la tenía que atajar como sea. Cuando la pelota me queda en las manos no sabía qué hacer, lloraba, gritaba, sentía a mis compañeros que me abrazaban”.
La pelota decisiva no la soltó más, corrió por toda la cancha con ella, la llevó al vestuario y la guardó en su casa. “Está un poco desinflada, hoy la volví a tocar para agradecerle. Cuando tenga mi propia casa la voy a colgar y la voy a mirar todos los 8 y 9 de junio agradeciéndole el momento hermoso que viví. Es el tesoro más hermoso que me dejó el fútbol”.
Sin embargo, antes del gol de Rojas, las atajadas de Crivelli y la vuelta olímpica, hubo 90 minutos de nerviosismo, con entereza y amor propio para ir hacia adelante, aunque no fuera del modo más efectivo.
La previa a ese partido tuvo mucho color: la sede social, ubicada en la calle 9 de Julio 360, fue el epicentro del fanatismo por Temperley. Con hinchas y socios por todos lados, comprando entradas, cantando o simplemente en estado de vigilia, los jugadores respiraron ese calor desde la concentración que se encuentra en el primer piso de la institución.
“Sabíamos que teníamos esa oportunidad única de lograr lo que soñábamos todos. Había muchos chicos, que habían venido a apostar algo al club, que estábamos casi peleando el descenso y de un día para otro nos encontramos en un reducido. Teníamos ese sueño común, que estaba reflejado en las pancartas que teníamos en la concentración, que apuntaban a llevar a Temperley a lo más alto”, repasa Gastón Aguirre, el capitán del equipo.
La historia del ‘Tonga’ es más que conocida: una carrera en Primera cortada por lesiones difíciles, la decisión de regresar al club de sus amores, la pelea para volver al fútbol y las recompensas posteriores, que nunca equipararán el poder de resiliencia del zaguero central.
Y mientras su voz va llenándose de esa sensación emotiva y alegre a la vez afirma: “Estábamos confiados, distendidos, obviamente con los nervios de jugar una final. Por más que sea la B Metropolitana, para nosotros es lo mismo que jugar la final de la Champions. En el momento de las finales todos tenemos los mismos nervios. Para algunos jugar la Champions es algo importante y para mí lo era jugar esta final. Lo tomamos de esa manera y tratamos de relajarnos y disfrutarlo”.
Así también lo vivió Cristian Quiñónez, un mediocampista formado en Quilmes, que en sus dos pasos por el ‘Cele’ consiguió emparentarse con el club y recibir el reconocimiento de su público. “La previa fue una mezcla de sensaciones. La mayoría nunca había salido campeón ni había ascendido, sabíamos que algo bueno estaba por venir, pero a su vez era muy difícil. Yo pensaba que con mis 34 años era mi última oportunidad de lograrlo, no podía dejar pasar el tren y tenía mucho miedo de que se escape. Cuando entré a la cancha lo único que quería era que hagamos un gol y que el equipo esté bien parado. Ahí no me acordaba más de nada, sólo estaba preocupado en el equipo”.
El transcurrir del juego complicaba las chances del elenco conducido por Ricardo Rezza, artífice más que importante para lograr el objetivo de un equipo formado por Aníbal Biggeri y el trabajo de una Subcomisión de Fútbol que buscó joyas en el ascenso profundo del Interior para cuidar un limitado presupuesto. Con Rezza, Temperley había logrado resultados importantes como derrotar al casi campeón Nueva Chicago y posponerle su fiesta de ascenso, pero el gol no llegaba y la impaciencia también jugaba su duelo.
“Cuando se estaba terminando el partido pensaba en que otra vez íbamos a tener que jugar en esa categoría –Aguirre recuerda– , que me iba a pasar lo mismo que en aquella final con Defensores de Belgrano. Después de muchísimos años volver a estar en una final con Temperley y después de todo lo que me pasó, me pasaba de todo por la cabeza”.
Desde afuera, Rojitas lo miraba con desesperación, hasta que a los 32 minutos del complemento le tocó su turno en lugar de Fernando Brandán. “Estaba muy nervioso porque no podíamos hacer el gol, desde afuera todos hacíamos fuerza para ver si alguno podía forzar los penales. Cuando me tocó entrar, Ricardo me dijo que esté tranquilo y que una pelota me iba a quedar. Gracias a Dios tuvo razón”, cuenta el goleador de la noche.
Hoy, desde su préstamo en Defensores de Belgrano, anhela regresar al Beranger para jugar en lo más alto del fútbol argentino. “Hoy miro todos los partidos, porque quiero al club y están todos mis amigos y compañeros ahí. El sueño de muchos es estar en un equipo de Primera y siempre sueño con la posibilidad de volver”.
“Pensaba que en algún momento iba a venir el gol, porque éramos un equipo de atacar en los segundos tiempos, de atacar para el arco de las vías. Pero antes del gol hay una jugada que tiro un centro de derecha y Brian Cucco no la puede meter, ahí me preocupe y pensé que no iba a entrar ninguna. El fútbol tiene esas sorpresas donde a alguien de blanco y negro lo pasa a colores en un minuto y Rojitas pasó a ser el héroe total de la historia”, dice Quiñónez.
“Siempre tenía la fe de hacer un gol, pero en ese momento ya estábamos un poco abatidos –coincide Crivelli– porque el partido ya se terminaba y nosotros y la gente teníamos una amargura muy grande. Yo miraba el cielo y decía que mi mamá me había dicho que iba a pasar algo porque era el día del espíritu santo y cuando hizo el gol no lo podía creer. Ahí pensé que no se nos podía escapar”.
Con el encuentro terminado, no sin un sobresalto final, el momento de los penales fue el pico de sufrimiento para hinchas, dirigentes y jugadores. Desde la tribuna de las vías, el apoyo al arquero no cesó, mientras que en la otra punta, en la boca del túnel, los nervios de la subcomisión de fútbol eran percibidos a kilómetros de distancia.
A ‘Quiño’ le tocó fallar. Con la serie en ventaja, el volante no pudo vencer a Flores con un tiro a media altura sobre el lado derecho y vivió “la tristeza más grande” que tuvo en su vida “durante diez minutos”.
“Nunca estuve tan triste como en ese momento, pero por suerte Fede me salvó. Esa semana le dije que le iba a estar agradecido hasta que me muera y que el día que precise algo sólo tiene que levantar el teléfono. Me salvó de vivir triste toda mi vida”, revela.
Y enfatiza: “Fue inolvidable, me saqué un peso terrible de encima. No podía creer que me estaba pasando esto con la camiseta de Temperley, hoy todavía no puedo creer todo lo que pasó desde que llegó esta dirigencia y desde que llegó Rezza. Cuando yo llegué había que salvarse del descenso, era muy difícil mirar para arriba”.
“Son momentos que no me voy a olvidar más, pasaron tantas cosas en mi cabeza en ese momento. Pensaba que nunca que nunca iba a llegar a vivir un ascenso. Ese primer ascenso fue lo más lindo que me va a pasar en la carrera. Puedo salir campeón, puedo ganar lo que sea, pero este fue el primero, fue en Temeperley y fue de manera especial”, apunta Crivelli.
En tanto, Aguirre confiesa: “Yo puedo tener cara de perro en la cancha y puedo jugar contra cualquiera pero sufro muchísimo los penales, me agarra miedo cuando veo definiciones de penales de cualquier equipo, no puedo patear”.
“Iban pasando y en algún momento me tocaba patear –retrata–, pero Fede atajó y me saqué un elefante de encima. Fue maravilloso, estoy arrepentido de no haber festejado más porque soy un tipo que se corre y se queda mirando los festejos, pero hoy estoy disfrutando. Todo esto es gratis para mí, era un exjugador, voy a estar eternamente agradecido a la gente que confió en mí y me apoyó en su momento. Estoy feliz”.
Por su historia y su ligazón con el club, la felicidad mayor puede estar representada en él, que hoy tiene la chance de volver a pisar el césped de la máxima categoría, aunque su principal sueño es que sus hijos lo vean jugar al fútbol.
“Es la mayor satisfacción que puede tener un jugador, poder soñarlo y finalmente cumplirlo. Es lo más gratificante. Son recuerdos que van quedar para toda la vida, inolvidables, que te permite vivir solamente el fútbol. Hay muchos jugadores que no pueden salir campeón o ascender en toda su carrera. Y yo pude conseguirlo en el club que me vio que me vio nacer y del que soy hincha. Es algo maravilloso”, asegura el ‘Tonga’, que obtuvo el objetivo el día del cumpleaños de su hijo León.
“El club venía a los tumbos, pero creciendo y necesitaba esa definición para confirmarlo –estima– y animarse a más. Si no hubiésemos ascendido hoy quizás estaríamos como Platense, que todavía no se puede acomodar después de aquella final”.
Temperley juega en Primera y tiene un pasar discreto con puntos interesantes, en la zona Sur del GBA disfrutan cada momento. Hace un año, Temperley es otro Temperley, apuntalado por tres años de buenas decisiones y con un quiebre definitivo: volver a la Primera B Nacional 14 años después.
“Hoy vivimos algo maravilloso, incomparable con todo lo ha sufrido toda la gente que le dedicó muchas horas y tiempo al club. Es algo ni siquiera soñado. Si agarrás a diez personas de Temperley y les preguntás si hace un año se le cruzaba por la cabeza jugar contra River, era imposible. Hay que disfrutarlo, como lo disfrutamos nosotros”, recomienda Aguirre.
AUNO 08-06-15
MIR-MFV