Lomas de Zamora, noviembre 09 (AUNO) – Falta poco más de una hora para que comience la película y el grito poderoso de Kevin ya empieza a hacerse eco en la multitud de gargantas que se amontona en las puertas del Gaumont. De lejos, el desfile de bombos, banderas y remeras partidarias crea una escena de manifestación popular. De esas que suceden a diario en suelo porteño.
De cerca, la escena no cambia. Y es que la gente de “La Poderosa”, manifestación en sí misma, lleva la “resistencia villera” a donde vaya. Y la hace sentir en los redoblantes, en los cantos y en el centenar de remeras rojas y negras que recuerda a aquellos que no están, con un “30 mil” grabado grande en la espalda.
La función está por comenzar. Las pibas y pibes de los barrios porteños Fátima y Rodrigo Bueno, encolumnados detrás de la enorme bandera de La Garganta, se apuran a enrollar sus respectivos trapos mientras una gran cantidad de público aún trata de conseguir una entrada, limitadas por la asistencia villera que desborda la sala principal del cine.
Mientras algunos todavía buscan una butaca vacía, comienzan las presentaciones, propias de un preestreno, de la mano de los organizadores de la muestra de Documentalistas Argentinos (DOCA). Aprovechan la convocatoria para anunciar la jornada cultural, que se llevó a cabo ayer en las puertas del INCAA, y que tuvo como objetivo denunciar que “las vías de financiamiento para seguir con este tipo de documentales están amenazadas”.
La primera en tomar el micrófono es la referente del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE) Margarita Gómez, quien destaca que “el campo y la ciudad se van a juntar para que esta lucha no pare aquí”. A su lado, Gustavo Caro, director del cortometraje MOCASE – La alternativa campesina, que se proyectará luego del documental, asiente con orgullo.
Ese mismo “orgullo poderoso” que siente el director de Ni un pibe menos, el italiano Antonio Manco, al presentar la película que finalmente aparece en pantalla bajo una lluvia de aplausos.
Los pibes de la sala se ríen con sorpresa al verse ahí, hablándole a la cámara, en esa plaza de Villa Zavaleta que lleva el nombre del protagonista ausente. Aunque en realidad fue nombrada así en homenaje a otro Kevin —no del que se habla en la película— asesinado también en un tiroteo cuando tenía solo cinco años. Coincidencia trágica de una realidad cotidiana en el barrio.
A metros de la plaza aún se pueden ver los agujeros de bala en la fachada de la casa de Kevin Molina. Ese que, a los nueve años murió de un tiro en la cabeza por una de esas balas que dispararon durante horas dos grupos narcos mientras se disputaban la casa de enfrente, con el visto bueno de policías y gendarmes que liberaron la zona.
El día de su asesinato, el 7 de septiembre de 2014, nadie se enteró de su muerte. El silencio de los medios se sumó a la violencia institucional que hizo posible el enfrentamiento. Silencio que no va de la mano con La Garganta Poderosa, que buscó durante meses visibilizar el hecho desde su revista así como en las calles, junto a los padres de Kevin.
Por la pantalla desfilan los periodistas que cuentan con orgullo el trabajo de la agrupación. Esa herramienta de comunicación con la que intentan mostrar la vida en las villas, impulsados por la idea de que “el periodismo es libre o es una farsa”, como dice Rodolfo Walsh, su “jefe de redacción”, desde un mural de la unidad básica.
Vecino del barrio, el referente nacional de La Poderosa, Nacho Levy, recorre las calles que ellos mismos nombraron para darle identidad a una villa que solo figura como un cuadrado gris en los mapas. Barrio que no tiene ni el mínimo servicio básico, que vive inundado a cada lluvia y cuyas calles son liberadas por las fuerzas de seguridad que, en muchos casos, pasean sin identificación.
Esa es la historia que muestran las cámaras y que narran los vecinos, incluidos los mismos chicos que jugaban en la plaza con Kevin, donde ahora lo recuerdan junto a sus hermanos y sus padres, Roxana Benega y Claudio Molina. Quienes le abrieron la puerta de su casa a Antonio Manco para mostrar “el día a día y la necesidad de nuestro barrio”, destaca Roxana.
En el documental también se hacen sentir los nombres de Ivan y Ezequiel, integrantes de La Garganta torturados por la Gendarmería hace un mes; dicen presente, además, Luciano Arruga y Ezequiel Lezcano, asesinados y desaparecidos por la policía durante meses e incluso años.
Y es que, como denuncia Levy al finalizar la proyección, “nos faltan muchos más chicos que los que están acá”. “Estar presentando esta película es una gran mierda porque ni debería existir, Kevin debería estar acá”, agregó. Y aclaró, además, “que esta película no termina acá, termina cuando les hagamos sancionar una Ley Federal de Control Popular a las Fuerzas de Seguridad”.
Emocionado por el reconocimiento de los vecinos, el “tano” Manco destacó que el objetivo del documental es “visibilizar la violencia institucional” y que solo queda “ir por más, ahora y siempre”. Así cerró el preestreno en el marco de la muestra de DOCA, reafirmando la consigna de la edición de este año: “Nuestro cine es un acto político”.
AUNO 09-11-2016
PM-AFG